miércoles, 27 de noviembre de 2019

BOLETÍN 205: PINTORESCA DESCRIPCIÓN DE TULCÁN EN 1897


A mucha honra, soy tulcaneño, carchense y ecuatoriano. En esta oportunidad y con este Boletín quiero rendir un homenaje a mi provincia, que el 19 de noviembre festejó un aniversario más de creación y a mi ciudad natal, en la cual pasé los primeros 17 años de mi vida y más tarde,  4 años en una importante función pública profesional.

El 11 de abril de 1851, la Convención Nacional, mediante Decreto Legislativo, creó el Cantón Tulcán en la Provincia de Imbabura. La gran distancia de entonces entre Ibarra y la parroquia de Tulcán y la fragosidad de los caminos por parajes mortíferos fueron los factores motivantes para que se cree el nuevo cantón, compuesto por Tulcán como cabecera y las parroquias de Huaca, Tusa (San Gabriel), Puntal (Bolívar) y El Ángel. [1]_/

El 6 de noviembre de 1880, el Congreso Nacional elevó el cantón Tulcán a Provincia, denominándola “Provincia de Veintimilla”, agregándole la parroquia de Mira que antes perteneció al cantón Ibarra. Mediante Decreto Legislativo, el 17 de abril de 1884, en la administración del Dr. José María Placido Caamaño, se cambió el nombre de Veintimilla por el de CARCHI, como había sido propuesto en su inicio, tomando este nombre del río que hace de límite con Colombia. Comprendía las parroquias de Tulcán, San Francisco, Huaca, Tusa, Puntal, El Ángel, San Isidro, Mira, San Pedro de Piquer (San Vicente de Pusir) y La Concepción.

Desde entonces, la provincia y la ciudad han crecido mucho en población y se han modernizado, de manera que participan de forma importante en la actividad nacional agropecuaria, especialmente con las papas y la leche; en el comercio binacional con Colombia y en el transporte de pasajeros y carga hacia todo el país; pero, reclaman mayor atención del Estado, porque la mayoría de su población sigue siendo pobre como antaño y no hay fuentes de trabajo suficientes, por lo que sus necesidades siguen siendo muchas en infraestructura y servicios, los recursos financieros con que cuentan los gobiernos locales son muy limitados y  los jóvenes bachilleres y universitarios emigran para buscar oportunidades en otros lares.

El documento que consta a continuación, escrito por un médico colombiano de apellido Osorio, emparentado conmigo por parte de nuestro padre Adán o alguno de sus descendientes, tiene importancia histórica y actual, porque refleja cómo eran Tulcán y su gente en 1897.   

Lo incluyo aquí para informar a los lectores con respecto a que en el siglo XIX ya se decía que con el Carchi no se juega y Tulcán tenía fama de ser una ciudad de hombres honrados, firmes en sus convicciones, de profunda fe y luchadores; y, de mujeres que no se arredraban ante las dificultades; lo cual, por fortuna, no ha cambiado.  

En la ciudad había dos bandos políticos, el de los conservadores llamados “godos” y el de los liberales, identificados como “comecuras”, lo que era tradicional tanto en Ecuador como en Colombia, con luchas constantes por la supremacía, a veces con muertos de por medio.

Mi abuelo Amadeo había sido conservador y mi padre me contaba que, como su oficio era el de herrero, cuando llegaban los liberales a pedirle que les herrara los caballos se negaba de plano, a pesar de las protestas de mi abuela que le decía que debería efectuar ese trabajo para tener con qué mantener a la familia.

Por cierto, mi abuelo también había participado en dos combates entre liberales y conservadores, uno de ellos cerca de Tulcán y otro en la entrada de Ibarra, habiendo sido herido y llevado a esa ciudad para las curaciones del caso.

Como la vida tiene sus sorpresas, la única hija del conservador, mi muy querida tía Clara Luz Luna, que falleció a los 106 años hace poco, se casó con el hijo de un liberal y no hubo más remedio que aceptar ese hecho, aunque los consuegros nunca se llevaron bien.

Mi padre no tuvo afiliación política, pero simpatizaba con los conservadores, mientras que mi único tío paterno se hizo liberal. Recuerdo que el dueño del almacén de casimires de frente a la botica de mi papá, le saludaba con un “buenos días, señor conservadorr” con una amplia sonrisa, mientras su amigo le contestaba, aludiendo a sus inclinaciones políticas: “hola, Manungo Kaganovich”, pues ese era el apellido de un importante político soviético.

Con esta Introducción, paso a transcribir el interesante documento que narra cómo eran Tulcán y sus gentes en 1897. El mérito de su descubrimiento es de mi amigo Amílcar Tapia Tamayo, prestigioso historiador y periodista carchense, que se pasa la vida investigando hechos históricos del mundo y sus alrededores con mucho éxito y que ejerce la Cancillería de la sede Ecuador de la Academia Bolivariana de América Latina.

‘RELATOS DE UN VIAJE AL ECUADOR’, año 1897 (inédito). Por: Juan Benigno Osorio.

Hallado en la Hemeroteca de la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit (BAEP), por Amílcar Tapia, doctor en Historia, especialista en temas sociales y autor de varios libros.

Publicado por el diario EL COMERCIO de Quito, Ecuador, el 10 de noviembre de 2019.

‘Viniendo de Pasto llegué a la frontera entre Colombia y Ecuador, en donde debía encontrar a Miguel ­Chamués, quien me llevaría hasta la ciudad de Ibarra. De él tenía las mejores referencias ofrecidas por el doctor Fidencio Morales, profesor de la Universidad de Pasto, contándome que era pupo tulcaneño de ascendencia indígena, para el que llevaba una carta de recomendación, a fin de que me ayudara en mi viaje a Quito para ser profesor de Anatomía en la Universidad Central del Ecuador.

“En la frontera me esperaba Miguel, de quien sabía algunas cosas que me contó Fidencio, sobre todo que era muy respetado en su pueblo, ya que era un indígena descendiente de los antiguos pupos tulcaneños, gentes que se preciaban de ser muy aguerridas y que nunca se tapaban el ombligo.

Pronto lo identifiqué por su ponchito corto de color azul marino. Le entregué la carta de mi amigo, leyó y me dijo que no había problemas para acompañarme hasta Quito en un viaje de cuatro días. Me habló del precio convenido, lo ratificamos y me dio una copa de aguardiente para el frío como bienvenida. ¡Qué buen gesto de mi amigo pupo!

“Algo que me llamó la atención fue que sabía leer y escribir con claridad, cosa rara para la época, en donde de 100 ­personas apenas 10 leían y escribían, por lo menos eso pasaba en Colombia.

En el camino le pregunté dónde aprendió y me dijo que sus padres habían trabajado con el cura de Tulcán y este le enseñó las primeras letras, así como le indujo a la lectura de algunos libros. ¡Cosa muy rara en estas tierras!

“Pasamos el puente de Rumichaca, monumento bello por la majestuosidad de la piedra que forma un puente inmenso de forma natural. Antes de llegar a Tulcán me dijo que no convenía quedarse en el pueblo más de un día, por cuanto había una guerra declarada entre conservadores y liberales, a los cuales les conocían como godos o curuchupas los primeros y rojos o comecuras, a los segundos.

“-Es una guerra que jamás terminará. Hay mucha vena para cortar y mucho palo para rallar, acotó Miguel. “¿Qué significa ello?, pregunté.” Verá, su merced, en el Carchi hay dos tendencias; conservadores y liberales. A los primeros les decimos godos, y a los liberales, rojos o comecuras.

Esta guerra a muerte es una desgracia para el pueblo, porque los políticos se matan diciendo que sirven a la gente, pero vaya viendo que todo es juego de intereses. Claro que hay gente bien convencida de lo uno o lo otro, pero finalmente cada uno defiende su camisa y cuida su barriga sin que le importe la suerte de los demás, sobre todo de los más pobres, a los que convencen con su tontera de ideología de partido; y somos tontos, mi señor, cuando nos dejamos llevar por esas palabras que dan y gritan por todas partes llamando a la guerra, que es una desgracia.

Las luchas significan pobreza y miseria para las familias; pero, como somos ingenuos, nos dejamos llevar por el orgullo y aquí en el Carchi no ha de parar nunca, por más que pasen los años. ¡Siempre en esta provincia habrá liberales y curuchupas! “

Y usted, ¿de qué lado está? “- Yo, mi señor doctor, tengo familia, hijos que mantener, padre y madre a los que cuidar. Por política no voy a ser causa de sufrimiento en mi casa. Si usted viera la calidad de políticos que tenemos en esta tierra, se pondría a llorar. Todos mienten, todos ofrecen, todos llaman a la guerra, todos gritan que el partido liberal salvará a la patria y que hay que matar a los godos porque eso es libertad.

Libertad, señor, es trabajar, producir, cuidar el pan de cada día y no andar en pleitos en donde los que sacan ventaja son unos pocos a cambio de la sangre y miseria de los seguidores. Yo soy hombre de fe, pero fe en la vida y en la lucha de todos los días, como somos la mayoría de carchenses. Somos pobres pero dignos y nos hacemos respetar no por la guerra sino por la firmeza de nuestros actos. Con el Carchi no se juega.

“Me quedé impresionado con sus reflexiones serenas y maduras. “Llegamos Tulcán como a las tres de la tarde. Es un pueblo pequeño que no tendrá más de 2 000 habitantes. Hay dos calles: la una llamada Calle Real y la otra Calle Larga, que da hacia el occidente. Tiene una pequeña iglesia y las casas poseen techumbre de paja. Son amplias y aún en la más pobres se observa aseo y buen gusto en su aspecto externo, por cuanto hay flores y arbustos coloridos. Unas pocas se cubren con tejas y pertenecen a familias de renombre.

El pueblo es simpático, sus callejuelas son desiguales, pero forman un conjunto armónico y agradable a la vista. “En la plaza central está una casa que es conocida como ‘Casa del Pueblo’. Allí trabaja la autoridad, llamada gobernador de provincia. Miguel me aconsejó que lo visitara y le indicara el salvoconducto que traía para viajar a Quito, ya que hay mucho recelo de los colombianos. Lo hice y cuando vio el papel, se puso a las órdenes señalando que: “Era un gran honor para el Ecuador tener a un gran médico que va a Quito a trabajar a la Univer­sidad Central …”

Me recomendó que no me vincule con ningún godo en el viaje y que tenga cuidado de no hablar de política, a no ser dando buen testimonio del Partido Liberal Radical y del señor General Eloy Alfaro…

“En el corto recorrido por el pueblo, Miguel me presentó a sus amigos y familiares. Más de uno me pidió un consejo médico. Pude darme cuenta de que en este lugar no había ningún doctor y el que visitaba Tulcán era un galeno colombiano que residía en Ipiales.

La gente es de estatura mediana, robusta, tienen los rostros propios de gentes de altura, ya que esta ciudad se halla a casi tres mil metros de altura. Las mujeres tienen fama de ser muy enérgicas y mantienen a sus hijos cuando se quedan viudas por el fragor de las guerras políticas “sin pedir favor ni rogar a nadie”, por lo que son firmes y luchadoras. Los varones son francos, abiertos y muy hospitalarios, al tiempo que trabajadores y tenaces. Su palabra es oro y su promesa firme cuando se trata de negocios, asuntos sociales y económicos.

Me dijo Miguel que a todos les conocen como “pastusos” sin saber la razón. “Tulcán, a pesar de ser un pueblo pequeño es un enclave de mucha importancia para todo gobierno, ya que es la puerta de entrada al Ecuador y el lugar en que se prepara la defensa para evitar el ingreso de tropas colombianas, sean conservadores o liberales.

Me dijo también que los combatientes carchenses tienen mucha fama en el interior del país, por cuanto son muy valientes, leales e intrépidos. Les conocen como “pupos”, ya que casi todos pertenecen a familias de comunidades indígenas que se ubican al norte de Tulcán.

Esa noche me alojé en su sencilla casa. Su esposa Micaela Tatés y sus hijos Juan y Pedro, de catorce y ocho años, me recibieron con mucho respeto. Luego de hablar de política, economía, negocios y medicinas, me ofreció su camastro, que no era sino un modesto lecho con varias frazadas por el frío intenso.

“Al otro día partí a Ibarra y en la loma superior que llaman Taques, pude apreciar este pueblito habitado por gente cordial y como me indicó Miguel, admirado y querido por Juan Montalvo, insigne escritor ecuatoriano”. [2]_/



[2] _/ Juan Montalvo escribió entre 1876 y 1878 los opúsculos que constituirían "El Regenerador". En su libro Siete tratados (1882) trata temas filosóficos, episodios de la historia hispanoamericana, personalidades del continente. Escribió también El Regenerador (1878), Mercurial eclesiástica (1884), El Espectador (1888), Los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1895), Geometría moral (1902).


1 comentario:


  1. Muy bueno saber la vida del Tulcan de antaño. Muy lindo te felicito mi estimado amigo .

    ResponderEliminar