domingo, 26 de agosto de 2018

Boletín 175: LA MIGRACIÓN VENEZOLANA






A la fecha, en Google están registrados 300.417 lectores de estos boletines. Hay que sumar a ellos los 170.000 que recibieron directamente el documento, las difusiones que hacen algunos de los receptores a sus amigos y las publicaciones permanentes del Colegio de Economistas de Pichincha y ocasionales de otros medios. El autor agradece a todos, por la atención brindada a una publicación pensada, en abril del año 2011, para no más de 50 receptores por ejemplar.
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LA MIGRACIÓN VENEZOLANA. Fines de 1973. En ese año, era mi primer día de permanencia en Caracas. Formaba parte de un grupo de 4 funcionarios de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), cuyo propósito era elaborar un diagnóstico de la economía de Venezuela.

Prendí la radio para escuchar noticias del país, pues siempre es bueno saber qué pasa en el lugar en el que vas a permanecer un mes, hablando con autoridades y dirigentes de todo tipo de organizaciones y recopilando información económica y social.

Lo primero que escuché es la voz del Ministro de Economía, de apellido Acosta, que decía, muy orgulloso, que en Venezuela no se conocía la inflación y, casi textual, “que el pan que valía una locha (5 centavos de Bolívar) en 1936, seguía con el mismo precio”.

Venezuela y su gobierno, exportadores de alrededor de 3 millones de barriles de petróleo, a un precio que subía incansablemente, desde 1,80 dólares a 3, a 5, a 10 y más, se encontraban de pronto recibiendo una cascada de dólares y empezaron a soñar con proyectos faraónicos, el mayor de los cuales era un ferrocarril de Caracas a Lima por la región amazónica, cuyo costo previsto era de 15 mil millones de dólares.

La gente vivía muy bien, ganaba mucha plata, al punto que conseguir funcionarios venezolanos para los organismos internacionales no era posible, porque en ellos el sueldo era menor que el que recibían en su país. Los profesionales hombres trabajaban en las grandes petroleras, con sueldos de varios miles de dólares y los puestos públicos, de ministro para abajo, estaban destinados a las profesionales. En el Ministerio de Industrias, hablé primero con la ministra, luego con la viceministra, pasé al despacho de la directora, me reuní con las jefes de departamento y al final, quien ofreció los cafés era un señor de edad avanzada.

Se ejecutaron grandes proyectos, en carreteras, hidroeléctricas, una planta siderúrgica, otra fabricante de aluminio, se buscó solución al problema del tráfico en Caracas con intercambiadores sorprendentes, pero el dinero hubiese dado para mucho más si se lo hubiese invertido y “sembrado”, como sugirió Uslar Pietri, un ilustre venezolano.

Igual que aquí, el petróleo se volvió lo que algún escritor llama “el excremento del demonio” y poco a poco, el pueblo vio que el dinero que llegaba se quedaba en las altas esferas políticas, económicas y sociales, sin beneficiar mayormente a los pobres.

En todo caso, los venezolanos se acostumbraron a vivir del petróleo, de los bonos y de los precios absurdamente bajos de productos claves, como la gasolina; y, la dependencia petrolera hizo que las importaciones de todo tipo de cosas necesarias y suntuarias crezcan aceleradamente, como alimentos y vehículos de motores V8, pues el prestigio de sus propietarios iba en relación directa con la marca, el tamaño y la potencia de sus autos.

Cuando, por alguna razón, se quiso revisar el precio del “marroncito”, un café con leche pequeño, que valía 10 centavos la taza, por poco y se cae el gobierno.

Han pasado 45 años desde entonces. Chávez, en vida o como “pajarito” de Maduro, ha estado presente en la desastrosa conducción de la política y la economía venezolana por alrededor de un cuarto de siglo y Venezuela se encuentra ahora en una terrible situación que debería preocupar de a de veras, no solo a los gobiernos de América Latina, sino a los del mundo que hacen gala de ser democráticos, dados los sufrimientos del pueblo por carencia de alimentos y medicinas.

El Producto Interno Bruto venezolano de este año será 15 por ciento menor que el del 2017, la inflación para este año se calcula en un millón por ciento, el gobierno cambió el Bolívar que había, por uno con cinco ceros menos, hay carestía de todo, para recibir algunos subsidios hay que demostrar que se es partidario del gobierno, el mercado negro del dinero y de todo tipo de mercancías se mantiene boyante, hay un caos notorio en la conducción del país, que como bus sin frenos en carretera de montaña, va dando tumbos y puede volcarse en cualquier momento.

Millones de venezolanos, conscientes de que algo terrible va a pasar y de que ya no pueden vivir en su país en las condiciones actuales, han tomado la dolorosa decisión de abandonar sus familias y sus casas, para buscar una mejor situación en otros lares.

Entre 2015 y 2017 el número de inmigrantes venezolanos en Latinoamérica pasó de 89 000 a 900 000 personas, lo que representa un incremento de más del 900 %, según informó el 4 de mayo del 2018, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). [1]_/
Los venezolanos han escuchado que Argentina, Brasil, Chile, Perú y de paso Colombia y el Ecuador ofrecen oportunidades de trabajo y no presentan mayores exigencias para ingresar, gracias al MERCOSUR y los rezagos de la participación de Venezuela en la Comunidad Andina, y han optado por dirigirse hacia ellos, por cualquier medio.


Lo más preocupante e inverosímil es ver en las carreteras a miles de venezolanos caminando, en una travesía de varios días, sin dinero y esperando que, al paso, les faciliten agua, algo de comida, un baño, unos kilómetros a bordo de camiones, para poder llegar a donde quieren ir a buscar fortuna, o a encontrarse con familiares o amigos que les precedieron.

En esa aventura hay personas de toda edad. Madres que llevan a sus hijos pequeños, mayores que tienen dificultad para caminar, matrimonios jóvenes que piensan radicarse en donde encuentren trabajo; en fin, caravanas de quienes perdieron temporalmente o para siempre la fe en su país y sus dirigentes, y quieren encontrar tranquilidad y estabilidad en otras partes.

La avalancha de personas que pugnan todos los días por emigrar de Venezuela a los países vecinos, ya sea como destino temporal o definitivo, ha puesto en guardia a los gobiernos.

Colombia, en un intento de reforzar la frontera, desplegó 700 soldados y policías para bloquear seis pasos ilegales. Las tropas cubrirán estos corredores, que se extienden a lo largo de los 2.219 kilómetros de frontera, y que son comúnmente utilizados para el tráfico de drogas, el contrabando y la migración ilegal.

Otro de los países fronterizos que debieron tomar medidas fue Brasil, que recibió al menos 12.000 venezolanos en el último tiempo, contando solamente los acogidos legalmente. El presidente Michel Temer reconoció, por medio de un decreto, la "situación de vulnerabilidad" en el estado de Roraima, lindero con Venezuela. El mandatario también decretó el inicio, con carácter de urgencia, de una serie de medidas de asistencia humanitaria para acoger a los venezolanos llegados a Brasil. Las acciones serán coordinadas y supervisadas por un Comité Federal de Asistencia de Emergencias, que será creado para la ocasión y velará por la protección social, salud, educación, derechos humanos, alimentación y seguridad de los inmigrantes. [2]_/

Ecuador y Perú decidieron, para frenar el ingreso venezolano, exigir pasaporte a quienes lleguen a sus fronteras. La primera protesta se produjo en el sentido de que se estaba violando derechos humanos de libre movilidad de las personas, principio de validez mundial; la segunda protesta, práctica, era que en Venezuela es muy difícil conseguir pasaporte, por el costo en dólares en un país donde el tipo de cambio es increíblemente alto en relación con lo que gana un trabajador; la tercera, que el trámite demora varios meses.

En el caso ecuatoriano, lo que sucedió es digno de Ripley. Se prohibió el ingreso sin pasaporte. Se argumentó que las cédulas en muchos casos estaban muy deterioradas y que no garantizaban su originalidad o certificaban los datos contenidos en ellas. A renglón seguido, miles de venezolanos empezaron a ingresar sin documento alguno, sin opción de las autoridades a pararlos, y en algún caso, la Policía se encargó de presidir el avance de los ilegales hacia Quito, dejando sin efecto la orden de sus superiores.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), estima que, desde inicios de 2018, aproximadamente 547.000 venezolanos han ingresado a Ecuador a través de la frontera colombiana, a un promedio diario de entre 2.700 y 3.000 hombres, mujeres y niños. Tras declararse la emergencia migratoria, este organismo de la ONU señala que "la afluencia está aumentando y, en la primera semana de agosto, ingresaron al país cerca de 30.000 venezolanos (más de 4.000 por día)". No obstante, solo el 20% del más de medio millón que ingresó este año se instaló en Ecuador en busca de una nueva vida, unas 72.000 personas hasta julio, según las cifras oficiales.

Pensemos en que el total de venezolanos que se quedaron y se quedarán en el Ecuador sea de 100 mil personas. Ello engloba tres problemas fundamentales:

Primero, el Ecuador tiene a la mitad de su población económicamente activa en subocupación o desempleo y el ingreso de esa cantidad de personas agrava la situación. Además, muchos de los inmigrantes son personas calificadas, que vendrán a ocupar puestos de cierto nivel en la actividad privada – en la pública ahora es muy difícil – desplazando a profesionales del país que, a su vez, acabarán quitando empleo a la gente de menor formación y agudizando su pobreza. 

Segundo, las políticas que desarrolla el gobierno con cuenta gotas, no producirán un cambio radical en la velocidad de crecimiento de la economía nacional, en por lo menos 4 o 5 años, entre otras razones importantes, porque no hay seguridad jurídica a largo plazo y porque no hay una estrategia de desarrollo nacional que diga, a propios y extraños, hacia dónde se dirige esta nave que ahora hace agua por todos lados. Además, la política de austeridad, que ha llevado a eliminar ministerios y otras oficinas públicas, si realmente se pone en práctica, desplazará a miles de ecuatorianos hacia el sector privado, la subocupación o la desocupación.

Tercero, 100 mil personas son la población de La Libertad o Babahoyo. Esas personas, si se quedan definitivamente, necesitan todo lo que ahora requieren los habitantes de una de esas dos ciudades y mucho más, pues ya sabemos que las ciudades medianas del Ecuador carecen de infraestructura y de varios servicios básicos., lo que implica para el Estado un esfuerzo adicional de inversión en esta época de vacas flacas.

Unos pocos cálculos al respecto, que exigen más producción, más inversión, también más empleo; pero, en algunos casos, inversión estatal importante.

100 mil personas son 300 mil comidas diarias adicionales (desayuno, almuerzo y cena) o 109,5 millones de atenciones al año.

100 mil personas son 20 mil familias de 5 individuos cada una. Hay que construir 20 mil viviendas adicionales; ello no significa solo hacer casas o edificios de departamentos, sino obras de infraestructura para el agua potable, el alcantarillado, la energía eléctrica; además de avenidas, calles, veredas, parques, iglesias, centros comunales, terminales de buses, cuarteles de policía y de bomberos, hospitales y centros de salud, oficinas de gobierno y otras.

100 mil personas significan 60 mil hijos, que a 40 por aula (requieren 1.500 aulas escolares y de colegio).

Se suman las necesidades de transporte público, establecimientos comerciales, y otros.
Todo lo expuesto configura muy importantes preocupaciones para el gobierno y la ciudadanía.

Por una parte, hay la obligación moral e internacional de colaborar con los venezolanos para que se adapten al país e ingresen a la fuerza laboral con el menor roce entre los trabajadores del país y los que llegan. No hay que olvidar o hay que recordar a la población, que cientos de miles de ecuatorianos, en los primeros años de este siglo, se marcharon en las mismas condiciones (a veces sin un dólar en el bolsillo) a otros países, para buscar nuevos horizontes y que la mayoría se afincó y trabajó honradamente allá.

Por otra parte, el Estado requiere atender las necesidades de esa población no prevista, en lo que le corresponda, sin dejar de preocuparse por encontrar soluciones a las necesidades de la población ecuatoriana.

Finalmente, los venezolanos que vayan a quedarse definitivamente en el país, deben acoplarse a las costumbres y formas de ser y actuar nacionales; no pretender que tienen más derechos o menos obligaciones que los nacionales, en el ámbito constitucional y legal.


sábado, 11 de agosto de 2018

BOLETÍN 174: LA LEY DE FOMENTO PRODUCTIVO





En enero de 2017, en la celebración de los 10 años del gobierno de la “Revolución Ciudadana”, Lenin Moreno y Jorge Glas, ya presidente y vicepresidente electos del Ecuador, elogiaron a Correa por su labor en la Presidencia.

El 24 de mayo de 2017, Lenin Moreno asumió la Presidencia de la República del Ecuador. A su lado, el vicepresidente Jorge Glas y el ya expresidente Rafael Correa, lucían muy contentos y los tres festejaban el traspaso democrático del poder. Correa, previamente, había entregado a su sucesor una especie de “hoja de ruta”, en libros preparados por sus funcionarios.

Moreno, al parecer, creía que le habían dejado la mesa servida y que continuaría una década de aciertos y logros, con el apoyo de Glas. Correa, posiblemente, pensaba que su sucesor iba a entregarle nuevamente el poder al término de su gestión… o antes.

Poco tiempo después, el presidente entrante declara que no hay tal mesa servida, su vicepresidente va a la cárcel por actos reñidos con la ley y Correa se vuelve enemigo de Moreno, razón por la cual, el movimiento Alianza País se divide en correístas químicamente puros; correístas morenistas, que están con Moreno en el gobierno, pero que siguen las directivas de Correa; y, entusiastas morenistas, pero siempre políticos acostumbrados a acomodarse en la burocracia de alto nivel.

La política es, desde entonces, la prioridad del presidente Moreno y la economía queda a la deriva, sin la urgente atención que amerita. Se muestra disgusto con las políticas de Correa y se nombra ministros a sus partidarios, se dice que va a haber austeridad y no se la pone en práctica; se ordena que los ministerios reduzcan en 10% sus gastos, pero eso no sucede, por lo menos inmediatamente; se anuncia que se va a reducir la burocracia y se aumenta el gasto en ella; se proclama que hay que atraer inversiones extranjeras, pero se mantiene en puestos claves, como los ministerios de Economía y de Justicia, a correístas conocidos; se contrata nueva deuda en cantidades importantes, en las mismas condiciones indeseables.

Pasan los meses, la angustia de los conocedores del tema se acrecienta y disminuye el respaldo inicial al gobierno, porque no toma decisiones relativas a los problemas económicos.  

Luego de un año de espera, el presidente de la República, el 24 de mayo de 2018, envía a la Asamblea un proyecto de “Ley Orgánica para el Fomento Productivo, Atracción de Inversiones, Generación de Empleo, y Estabilidad y Equilibrio Fiscal.” Se busca sentar bases para la solución de los problemas económicos actuales y futuros, más allá del año 2021,  

Ese proyecto, aparte de la Exposición de Motivos y los Considerandos respectivos, contaba con 45 artículos, siete disposiciones generales, catorce disposiciones transitorias y una disposición final. Los 45 artículos estaban divididos en cuatro capítulos, a saber: Capítulo I Régimen de Reducciones y Remisiones, artículos 1 a 18; Capítulo II Incentivos específicos para la atracción de inversiones, artículos 19 a 23; Capítulo III Vivienda de interés social, artículos 24 a 26; Capítulo IV Reformas a varios cuerpos legales, artículos 27 a 45.

Las reformas a los cuerpos legales son varias e importantes y se refieren a: Ley Orgánica de Régimen tributario interno, Ley para la Equidad tributaria, Código Orgánico para la Producción, Comercio e Inversiones, Ley Orgánica de Solidaridad y de Corresponsabilidad Ciudadana para la Reconstrucción y la Reactivación de las Zonas afectadas por el terremoto del 16 de abril de 2016.

El proyecto de Ley, luego de cumplir el trámite respectivo al interior de la Asamblea Nacional, retornar al Ejecutivo, recibir 66 observaciones de fondo y forma y tener la discusión parlamentaria final, fue aprobado por la Asamblea Nacional, pero con una situación sui generis: algunos de los artículos no lograron los votos necesarios para el allanamiento o la ratificación institucional, con lo cual se debe esperar hasta el 24 de agosto para su vigencia  por el ministerio de la Ley, para su posterior publicación.

Como es constitucional, el presidente de la República deberá expedir dentro de 90 días el Reglamento a la Ley, para que ésta sea aplicable, pese a lo cual, ya estarían definidos las otras normas   necesarias y los organismos encargados de aplicarlas, como se informa en el diario El Comercio de Quito del 9 de agosto de 2018, página 5.

Las declaraciones oficiales del presidente de la República y de otros altos funcionarios, son en el sentido de que la Ley, una vez en vigor, hará posible el incremento de la producción, las inversiones y el empleo, necesidades nacionales que requieren urgente solución. La producción, de acuerdo con las proyecciones de organismos internacionales, si no cambia el entorno actual, solo crecerá más o menos al 2 por ciento anual hasta el año 2019. Las inversiones no vendrán si no hay seguridad jurídica. El desempleo seguirá en el orden del 50%, si no hay inversión privada, porque la pública está casi paralizada.  

Dijo Lenin Moreno: “Cumplo con mi palabra, cuando anuncié el 2 de abril de 2017, que vamos a fortalecer el sector productivo porque necesitamos más empleos".

El problema principal, a mi juicio, es que la vigencia de la actual Constitución, dos de cuyos objetivos principales son estatizar lo más posible la economía y darle al presidente de la República todos los poderes, atenta gravemente contra la seguridad jurídica del país. No nos olvidemos que el tiempo pasa rápido y que Moreno ya solo tiene dos años y medio e incluso menos (por la campaña electoral) para actuar, y que uno o más de los futuros presidentes, puede (n) querer imitar a Correa. Por tanto, sobre cualquier reforma “parche”, se necesita modificar la Constitución, en los artículos que apuntan a los objetivos mencionados, y en otros de enorme importancia.

En segundo lugar, justamente por la falta de seguridad jurídica, los inversionistas potenciales importantes, cuyos proyectos necesitan tiempos superiores a una década para madurar y posicionarse en el mercado interno y más en el internacional, no van a poner en riesgo su dinero, por más disposiciones que lean con respecto a incentivos tributarios y de otra índole. Aparte de que, si permanecen las mismas normas laborales y los mismos trámites para la formación de empresas, no habrá posibilidad alguna de que se monten empresas industriales y de servicios modernos exportadoras, con tecnologías de punta, que son las que realmente le interesan al Ecuador para cambiar de verdad la matriz productiva.

Luego, las remisiones y las reducciones al 100% de intereses y multas suenan a regalos por cantidades ingentes de dinero para quienes han incumplido con las leyes hasta el 2 de abril de 2018. Cierto que la suma de beneficiarios que ya no deben pagar valores pequeños y medianos puede ser grande (el 80% de los incumplidos, decía alguien), pero el porcentaje restante es de grandes empresas que se ahorrarán millonadas y que eventualmente están acostumbradas a esperar que pasen los años y vengan medidas de ese tipo, eventualmente sugeridas por ellos mismo, dentro o fuera de “diálogos” nacionales.

Las remisiones debieron haber sido otorgadas por no más del 50% de los valores que debieron cubrirse y disponer que nunca más se las dará a ninguna empresa, salvo casos de accidentes o actos de Dios que justifiquen la medida.  

Al margen de lo dicho sobre la Constitución y la inversión, de todas maneras, es importante que se definan incentivos para dinamizar la producción; pero, no hay que olvidar que ya hace años se aprobó el Código Orgánico de la Producción, Comercio e Inversiones (COPCI) y que varias  de sus normas quedaron escritas por falta de interés de los empresarios, razón por la cual tuvo que aprobarse otra norma, la Ley Orgánica de Incentivos a la Producción y Prevención del Fraude Fiscal”, para complementar la COPCI, lo que tampoco ha sido efectivo, por lo que hay que optar por la Ley que se analiza.

De otra parte, los incentivos a las empresas que efectúen nuevas inversiones son positivos, pero en las provincias fronterizas, por su particular ubicación geográfica, por la influencia de las políticas económicas del país vecino y porque no tienen aportes significativos a la industria y los servicios modernos, se les debería dar exoneración total indefinida.

Una decisión fundamental es la de la exoneración del Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) para los inversionistas bajo ciertas condiciones. En la práctica, ese es un impuesto a la entrada de divisas, porque un inversor que llegue al país y sepa que su dólar que invierte se convierte automáticamente en 95 centavos, no vendrá. Hay que tener en cuenta que en los países desarrollados, las utilidades de un año rondan esa cantidad (5%) y resulta perjudicial operar en la forma que dispone la ley ecuatoriana.

La fijación de nuevas tasas de interés en la banca pública, más convenientes, para las empresas PYMES, es positiva. No se debe olvidar que la alternativa para ellas es muchas veces al “chulco” a tasas muy elevadas y a plazos muy cortos; pero, junto con ello debe crearse o mejorarse un sistema de garantías que les permita acceder a los créditos, porque por lo general es la falta de  garantías lo que les impide beneficiarse del sistema financiero público.

La devolución del IVA a los constructores de vivienda social es valiosa, porque el sector de la Construcción ha estado por bastante tiempo en crisis, al reducirse la obra pública y casi desaparecer la construcción privada, por la amenaza de que rija la ley de plusvalía. Eso baja los costos y multiplica los beneficiarios en la compra de vivienda barata.

En otro sentido, no se podía evitar, en las actuales circunstancias, la autorización legal y temporal por tres años que tiene el gobierno para mantener e incluso aumentar la relación Deuda/PIB por encima del 40%; pero, el ministro de Economía está obligado a considerar que no le han dado un cheque en blanco para lograr recursos y mal gastarlos como en el gobierno anterior, y también a buscar la forma de llegar, en el menor tiempo, a la meta del 40%.

Se declara positivas las acciones para efectuar procesos de reestructuración institucional, fusión, absorción, supresión o liquidación de entidades públicas. La austeridad pregonada por el presidente de la República debe ser puesta en práctica y esa medida tiene que ver con estas acciones. El corte de la burocracia debe hacerse con prontitud y ello conlleva cerrar instituciones que solo fueron creadas para incrementar los cargos públicos bien remunerados o para ejercer controles estatales indebidos sobre las empresas privadas y otras organizaciones.

Hay que limitar al máximo cargos intermedios de sueldos altos, como las numerosas asesorías a los altos funcionaros y las posiciones diplomáticas de poco resultado en países sin importancia relativa para los intereses nacionales. Se debe reducir los viajes innecesarios y racionalizar las compras de bienes y servicios, cuidando que no haya sobreprecios.  

Es plausible la norma que ordena simplificar trámites y optimizar requisitos para los contribuyentes. El índice Doing Business 2018 muestra cuan mal está el país frente a los otros 189 países comparables, en diversas materias:  el indicador global lo ubica en el puesto 118, por debajo del promedio (95); la facilidad para la apertura de un negocio, en el 168; la resolución de insolvencia, en el 157; el pago de impuestos, en el 145; la protección de los accionistas minoritarios, en el 124; el manejo de los permisos de construcción y la obtención de un crédito, en el 105; el comercio transfronterizo, en el 102. Solo hay posiciones mejores que las intermedias mundiales, en registro de propiedades (puesto 74), cumplimiento de contratos (puesto 75) y obtención de electricidad, puesto 85.

Es importante también que el gobierno haya reconocido que el cobro del IVA sobre las cocinas de gas no debía existir y más todavía, tratar de eliminar su uso, para obligar a comprar las cocinas de inducción. El pueblo, a pesar de toda la campaña mediática y de las ofertas de puerta en puerta, dijo no a esos artefactos que tenían muchas inconveniencias y costos extras.

Independientemente de la Ley, un aspecto complementario muy necesario es aquél de renovar en unos casos y de suscribir en otros, los convenios binacionales recíprocos para la protección de inversiones, pues sin la existencia de ellos es difícil que llegue la inversión extranjera en la medida que necesita el país. Siempre habrá personas naturales y jurídicas que, por cálculo de un buen negocio con rendimiento a corto plazo “se la juegue”, pero al Ecuador no le interesan los capitales golondrina, ni las empresas que hoy asoman y mañana desaparecen, a veces inclusive perjudicando a más de un incauto.

En suma, la Ley va en el sentido correcto de orientar el esfuerzo de inversión, producción y empleo a la empresa privada, con al natural apoyo del gobierno, facilitando su labor y reduciendo los escollos creados por el gobierno anterior; pero, no basta con ello y el tiempo apremia. Hasta ahora, las ofertas de campaña solo están escritas, los retos públicos y privados son grandes y el pueblo tiene la paciencia del buey manso … que da mala cornada.

Es necesaria una estrategia de desarrollo (planificación de largo plazo), que diga al pueblo ecuatoriano a dónde se debe dirigir para lograr su bienestar. Implica, debe hacerlo, un compromiso del gobierno actual y de los futuros, de terminar con el péndulo político y mantener por largo tiempo una sola vía al desarrollo.