domingo, 10 de noviembre de 2019

BOLETÍN 204: EL DICCIONARIO DE ECONOMÍA QUE CONSTRUYO


Un diccionario es un repertorio de palabras o expresiones lingüísticas organizadas alfabéticamente en un texto impreso o digital, a fin de dar a conocer su significado.

La palabra diccionario proviene del latín dictionarium. El término latino se forma con la palabra dictum, que significa ‘decir’ o ‘indicar’, el sufijo -io, que significa ‘acción y efecto’ y el sufijo -arium que indica relación o pertenencia.

En su acepción básica, el diccionario es un texto que registra todo el repertorio de palabras de un idioma, con el propósito de definirlas, dar a conocer los términos equivalentes y explicar su uso y función.

Además de dar a conocer el sentido de las palabras, los diccionarios son buenas fuentes para aprender el modo correcto de escribirlas.

Por norma general, los diccionarios se organizan alfabéticamente, y pueden abarcar tantos asuntos como materias haya: idiomas, historia, artes, literatura, filosofía, ciencia, religión, ciencias sociales, etc. De allí se desprenden diferentes tipos de diccionarios.

Por su naturaleza, los diccionarios no tienen un único autor, sino que resultan del trabajo colaborativo entre diversos profesionales abocados a su desarrollo. [1]_/

Una clase de diccionario es aquella en la que se recoge, alfabéticamente, el mayor número posible de palabras de un idioma. ¿Por qué no la totalidad? Porque los idiomas tienen vida y en ellos hay un constante movimiento de palabras y formas de decir cosas, que mueren o que nacen para beneficio de quienes los practican.

Otra clase es la de los diccionarios bilingües o multilingües en los que las palabras de un idioma son traducidas a otro u otros idiomas, para facilitar la vida de los diplomáticos, los turistas y los migrantes, que sobre todo ahora suman miles de millones, que viajan de países de un idioma hacia países de otro idioma.

Una tercera clase es la de los diccionarios de lenguas muertas o en proceso de llegar a su final, que se logra elaborar luego de arduo trabajo, porque en ciertos casos, como el del antiguo Egipto, hay que traducir símbolos a palabras o frases entendibles.

Recuerdo además otra clase de diccionario, producido por el señor Hernán Rodríguez Castelo hace muchos años y presentado en Lima, en la Junta del Acuerdo de Cartagena, en el que había recogido palabras fuertes o de doble sentido de los países andinos, que dio lugar a que, las damas presentes en el evento, salgan diciendo al final de la reunión “carajazos” y otras perlas aprendidas en la “instructiva” exposición del autor. 

La vida y desarrollo de los diccionarios es especialmente cierta en los tiempos actuales, en los cuales la tecnología lleva una gran cantidad de términos del inglés al uso diario de los parlantes de otros idiomas, y de que las migraciones en todas partes del mundo contribuyen a crear nuevas palabras o a darles nuevos significados a ciertos términos.  

En el caso del idioma español, la Real Academia Española de la Lengua (RAE) adelanta en forma permanente una recopilación y estudio de palabras utilizadas en los países de habla hispana, para incorporarlas a su diccionario luego de un severo análisis. Los americanismos y los ecuatorianismos están a la orden del día, porque la gente de nuestros países es prolífica en inventar términos o frases que en poco tiempo se vuelen de uso común.

Dice la RAE: “Como consecuencia del constante proceso de revisión, se producen siempre en la macroestructura del Diccionario un número variable de entradas y de salidas, que suele arrojar en conjunto un saldo favorable a las primeras. También ocurre así en esta 23.ª edición, que frente a las 88 431 de la anterior ofrece ahora 93 111 entradas, con un total de 195 439 acepciones. Se han introducido cerca de 140 000 enmiendas que afectan a unos 49 000 artículos.” [2]_/

Ahora bien, los diccionarios especializados no se refieren solamente a palabras, sino a conjuntos de ellas que tienen un solo significado.

Como muchos de mis lectores conocen, el actual es mi cuarto diccionario de Economía. Su boletín 32, disponible en esta misma fecha, significa que están a disposición del público 1.920 conceptos de la más variada índole, de la letra A hasta la C. Mi meta está en la letra Z, con alrededor de 10 mil conceptos, a razón de 60 por entrega quincenal, en 2025 más o menos.

Como lo exige la técnica, este documento recoge no solo palabras sueltas con significado económico, sino conjuntos de palabras que son útiles a quienes trabajan en esta actividad o que tienen relación con ella. Y esos conjuntos de palabras se refieren a nombres de entidades, normas, teorías, conceptos. Para citar unos pocos ejemplos: Ministerio de la Producción, Código Orgánico Monetario y Financiero, Teoría económica de Adam Smith, Producto Interno Bruto.

En consecuencia, elaborar el diccionario exige tener un conocimiento importante y actualizado de lo mencionado y otros aspectos, para que quienes lo utilicen cuenten con información precisa y actual referida a cada término. En los futuros boletines constarán, por ejemplo, términos que se han vuelto importantes en los últimos años, como analfabetismo tecnológico, derecho a la resistencia, economía circular, cluster, economía naranja, economía popular y solidaria, emprendimiento, guerra comercial, resiliencia, tecnología 5 G, redes sociales, ZEDE.  

Para que los lectores amplíen su conocimiento sobre la mayoría de los términos, se incorpora junto a ellos la fuente de donde provienen. Eso multiplicará el conocimiento y abrirá otras posibilidades de consulta, que es lo que interesa al autor del diccionario y al lector.

Mi primer diccionario elaboré en el año 2002 y tuvo 1560 palabras. Los siguientes fueron creciendo con el tiempo y el actual, cuando esté terminado, si Dios da vida y salud, tendrá alrededor de 10 mil términos, tomando en cuenta que voy en la letra C, en el conjunto de palabras que empiezan con ce y en diciembre habré superado las dos mil palabras.

La elaboración no es fácil, porque requiere atención constante y señalamiento de lo que interesa, en cada lectura de algún documento físico o de Internet, libro, periódico, publicación oficial o privada que cae en mis manos.

De la primera versión hice 3.000 ejemplares, en 3 ediciones de mil, y me quedan algunos; pero, el objetivo se cumplió y la entidad estatal encargada de la política relativa a la Consultoría, me contrató para elaborar un Glosario con cientos de términos relativos a esa actividad, que se publicó en el año 2002.

Transcurridos varios años, elaboré una actualización, con más de 2.500 términos publicados en CD, en la que sobresalió la incorporación de palabras relativas a entidades y leyes de Colombia y el Perú, interesante sobre todo porque daba a conocer que, mientras en el Ecuador las leyes cambian a cada rato y muchas entidades duran poco tiempo, en esos países las entidades se mantienen por décadas y las leyes también.

El texto de ese Diccionario lo consideré valioso y le propuse a una universidad de la cual prefiero no decir el nombre, que lo publique por su cuenta, reconociendo mi autoría y eventualmente una parte de los posibles ingresos generados por la edición.

Al Rector le gustó la idea y como ya es usual en estos casos, me dijo que sometería el diccionario a juicio de un tribunal académico que aprobaría o no su impresión.

Mi sorpresa fue que no se autorizó la publicación, porque en el criterio del tribunal el documento no era de mi autoría. Cuando me comunicó el particular el presidente de ese tribunal, agradecí la “sabia” decisión que, desde mi punto de vista, no tenía pies ni cabeza, por las razones que menciono a continuación.

Es obvio para cualquier persona, no se diga para académicos dignos del nombre, que un diccionario no puede ser obra escrita por una persona. Es como exigirle al arquitecto que hace una casa, que también sea el hacedor de los ladrillos, la grifería, las puertas y la pintura.

Un desglose del contenido del diccionario especializado informa lo siguiente:

Las palabras de uso más o menos general surgen, en el caso del idioma español, del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Entre ellas están, por ejemplo, activo, arroba, banano, barril, camarón, demanda, Estado, fuerza, gramo, hilado, industria, juicio, kilogramo, litro, madera, metro, oferta, país, pesca, plan, precio, quintal, sociedad, tratado, unión, zona.

Los conceptos especializados que constan en la Constitución surgen del consenso mayoritario de quienes forman la Asamblea Constituyente. Por ejemplo, los que tienen relación con la administración pública, la ciudadanía, los derechos, las funciones del Estado, las garantías personales, las instituciones, la movilidad humana, las obligaciones, las sanciones.

Los títulos de las leyes, los códigos, los decretos, las resoluciones, los glosarios y muchos de los conceptos incluidos en ellos, resultan de la decisión mayoritaria de los asambleístas en el caso del Ecuador, de los congresistas en otras partes del mundo, o de directorios estatales.

Los nombres y las funciones de las entidades estatales que aparecen en el documento resultan de decretos ejecutivos, de la decisión de sus miembros si son entidades privadas o del acuerdo de pocos o muchos gobiernos o directorios en el caso de los organismos internacionales.

La Clasificación Industrial Internacional Uniforme (CIIU), por ejemplo, trae una inmensa cantidad de palabras y frases con las cuales se codifica toda actividad productiva mundial como si fuese una industria.

El Sistema Armonizado de Designación y Codificación de las Mercaderías de la Organización Mundial de Aduanas trae otra enorme cantidad de términos, para que se pueda identificar fácilmente los bienes que se transan en el mercado internacional.

Las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF) aportan igualmente con una gran cantidad de conceptos relativos al sector financiero.

Hay códigos de uso diario en el mundo para el transporte de mercaderías por mar y por aire especialmente; así como normas fito, ictio y zoosanitarias y sanitarias.

Existen también los Incoterms, para determinar hasta qué punto llega la responsabilidad del exportador y dónde empieza la del importador con relación a las mercaderías sujetas a comercio internacional.  

Los cientos de tratados internacionales de diverso tipo inventan conceptos contenidos en una sola palabra o en algunas, para sus propios propósitos, y engrosan el caudal de siglas que solo reconocen los entendidos: BID, BM, BIRF, CEPAL, CONVEMAR, FAO, OMA, ONUDI, WTO.

De allí resulta que el argumento del famoso tribunal universitario era y es risible, por decir lo menos.

De lo sucedido en octubre en el Ecuador, por ejemplo, adquieren o aumentan su importancia, en orden alfabético, conceptos como: abuso, autoridad, Carita de Dios, Centro Histórico, CIDH, complot, CONAIE, correísmo, destructores, Estado obeso, FMI, focalización, fondomonetaristas, FUT, golpistas, indígenas, infiltrados, inocentes, medidas, morenismo, muerte cruzada, neoliberales, ONU, patrimonio de la Humanidad, prófugos, redes sociales, refugiados, subsidios, terrorismo, traidores, vagos, vándalos.

Dios quiera que en el futuro en el Ecuador los términos que adquieran importancia nacional y la mantengan de manera permanente sean los siguientes: amistad, autoridad, crecimiento, democracia, Derecho, desarrollo económico, empleo, equidad, Estado, estadista, institucionalidad, inversión, justicia, libertad, paz, respeto, superávit, visión de largo plazo.

NOTA: Los 10 mil conceptos que posiblemente contendrá este Diccionario aspiro a publicarlos mensual o bimensualmente en 20 fascículos que podrían tener en cada caso 500 términos, a partir de abril de 2020. Como es obvio, para lograr ese propósito necesito la colaboración individual o el auspicio publicitario de quienes consideren que vale la pena difundir el documento, de distribución gratuita a centros de estudios, cámaras y otras organizaciones.

Por el momento solo informo de este deseo. En un próximo número daré detalles sobre la parte financiera. En todo caso, me agradaría tener sus comentarios al respecto.

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