AVISO: EN LA FECHA PREVISTA NO SE PUBLICÓ EL BOLETÍN 232, POR ERROR DE NUMERACIÓN. CIRCULÓ COMO 240
Publicación quincenal del Econ. Luis Luna Osorio, de su participación activa en el debate nacional sobre el futuro.
domingo, 21 de marzo de 2021
miércoles, 17 de marzo de 2021
BOLETÍN 231: HABLEMOS DE LA NAVIDAD Y DE LA AMISTAD
Diciembre de 2020. Con el perdón de los lectores,
anticipo la entrega del Boletín, que normalmente hago a partir del día 26 de
cada mes, para desearles a todos FELIZ NAVIDAD EN UNIÓN DE SUS FAMILIAS Y
AMISTADES. Con motivo de una fecha tan importante para los cristianos y
para el mundo, no me referiré a lo usual debido a mi profesión, la economía
nacional o internacional, sino a algo que para mí en los actuales momentos
tiene enorme importancia. Espero que el contenido de este Boletín deje un
mensaje que trascienda este mes y año, y sirva de ejemplo a los jóvenes.
Hoy deseo hablar de la amistad
y la fraternidad. Las quiero destacar con oportunidad de la Navidad, por la
existencia de dos grupos de amigos que, más que eso, son mis hermanos adoptivos.
Con ellos hemos caminado por la vida desde las aulas escolares, colegiales o
universitarias hasta la fecha y en unos casos son más de 70 años y en otros más
de 60 de cercanía. Esa amistad se ha contagiado con fuerza a nuestros cónyuges y
ahora somos dos grupos de familiares adoptivos que se mantendrán por mucho tiempo.
Jorge Bolaños Rojas desde 1947
y Martita Vaca Ruilova desde 1960 son los decanos de mis amigos de los dos
grupos y tengo especiales recuerdos de ellos.
Inicio con un suceso
relacionado con el primer grupo: La Promoción de bachilleres del Colegio
Nacional Bolívar de Tulcán del año 1961.
En octubre del año 1947 mi
madre me llevó al jardín de infantes de Tulcán, dirigido por la señorita
Rosalina García, de cuyo rostro nunca se borraba una sonrisa y que, además, era
vecina y amiga de mi mamá. No hice los berrinches comunes de los niños el rato
que quedé solo en el patio del Jardín. Simplemente caminé a encontrarme con
otros niños de mi edad y pregunté para mis adentros: quiénes serán?
Éramos más o menos 30 chicos,
unos conocidos porque procedían del mismo barrio y otros desconocidos, porque
procedían de otros lugares.
Más pronto que tarde hice
amigos y, por indicación de mi padre, procuré ser de los más aplicados, pues
mis hermanos mayores siempre sacaban buenas notas en sus estudios. Además, yo
los acompañaba a ellos a la biblioteca municipal y ya sabía las letras del
alfabeto y contar hasta 10 o 20, lo que para entonces y a mis cuatro años era
bastante.
Unos meses más tarde el Jardín
decidió hacer una hora social y escogió a tres niños para que sean los actores
principales. Esos niños éramos Gloria Cañizares, Jorge Bolaños y yo. Luego del
natural aprendizaje subimos al escenario para representar la novela ecuatoriana
titulada Cumandá, de Juan León Mera.
Ignoro la razón por la que se
escogió aquella obra para interpretarla en un jardín de infantes, pues aunque
se refería a un romance juvenil, tenía en el trasfondo una lucha mortal entre
blancos e indios y el odio del padre indio de la chica hacia su enamorado
blanco.
La niña Gloria Cañizares
personificaba a Cumandá, una hermosa india con plumas y vestido típico de la
Amazonía ecuatoriana; el niño Jorge Bolaños era el indígena padre de la chica,
emplumado, muy bravo y con lanza en la mano; y yo era Carlos, el joven blanquito
bien vestido, con terno de casimir, sombrero, corbatín y bigote, que buscaba
los favores de Cumandá y no le tenía miedo al papá. En alguna parte, entre las
herencias de mi padre hay una foto que perenniza nuestra gran actuación.
La obra fue un éxito. Si
hubiéramos vivido en Estados Unidos, seguro que los tres artistas íbamos a
parar a Hollywood. Pero, en Tulcán solo recibimos las felicitaciones de los familiares
y asistentes con sus aplausos y volvimos a la vida normal. Mi vida de actor
terminó allí.
A Gloria solo le he visto una
vez, hace muchos años, desempeñándose como cajera del Banco La Previsora en el
centro de Quito. Jorge es desde entonces mi amigo y desde mi regreso de Lima y
mi incorporación a la Promoción 61 del Colegio Nacional Bolívar, cada día
profundizamos los lazos de amistad que ya tienen más de 70 años. Su esposa y la
mía son muy amigas.
Compañeros y amigos de la
escuela y el colegio habían formado en 1961 el grupo al cual hago referencia. A
él me integré en 1980, a mi regreso del exterior. En ese grupo participan
entusiastas nuestras esposas, de manera que hasta antes del inicio de la
pandemia, nos reuníamos religiosamente cada mes, para recordar nuestras
andanzas de estudiantes y pasar de amigos a hermanos adoptivos.
La amistad y más que eso la
fraternidad entre nosotros ha estado allí desde 1947 con unos, desde 1954,
cuando entramos al Colegio Nacional Bolívar de Tulcán, con otros, y se ha
mantenido sin importar si estamos cerca o lejos. Varios de nosotros nos fuimos
por varios años a Japón, Estados Unidos, Chile, Perú, Brasil, y uno de nosotros
vive desde hace tiempo en Puerto Rico. Pero, los lazos de amistad se han
conservado sin importar distancias y seguirán presentes hasta cuando Dios nos
llame.
Somos, si no me equivoco, como
ejemplo para el mundo, uno de los grupos de amigos y hermanos adoptivos que ha
durado por más tiempo y que se ha reunido mensualmente por casi 60 años hasta
antes de la pandemia, con algunas bajas por accidente o enfermedad.
Menciono ahora lo sucedido con
el segundo grupo.
Corría septiembre de 1960. Llegué
de Tulcán a Quito y un día cualquiera le visité a mi tío Juan que vivía en la
calle Ramírez Dávalos. Luego del almuerzo salí hacia la cercana Universidad
Central para conocer la Facultad de Ciencias Económicas y matricularme, pues
decidí ser Economista y las clases empezaban en octubre.
De una casa del frente, unos
30 metros adelante, salió una chica y se dirigió hacia la avenida América. Ella
adelante y yo atrás cruzamos esa vía y entramos a los terrenos de la
Universidad. Ella siguió su camino y yo fui por la misma senda preguntándome: a
dónde irá?
Llegamos al edificio de la
Facultad y ella primero y yo luego, subimos las gradas hacia la Secretaría. Su
destino había sido el mismo mío. Hizo su trámite para la matrícula y se fue. Yo
procedí de la misma manera, pero ya no regresé a la casa de mi tío, sino que fui
al centro de la ciudad, donde vivía.
Llegó el tiempo de asistir a
clases y los dos resultamos compañeros en primer curso, junto con una multitud
de más de 100 aspirantes a economistas. Más tarde nos hicimos amigos. Ella se
llama Martha Vaca Ruilova, vive en Madrid y con frecuencia nos comunicamos,
porque nos hemos convertido en hermanos adoptivos.
En el transcurso de la vida fui
entrañable amigo con su esposo, también compañero de aula, quien
lamentablemente falleció. Y tuve la suerte de graduar a dos de sus hijos en la
universidad.
Muchos años después de salir
de la Facultad, luego de una reunión para festejar el cumpleaños de René
Torres, un común amigo y compañero de estudios, decidimos formar un grupo en el
que también participen los maridos y las esposas de los antiguos compañeros.
Fuimos 14 parejas, pero el tiempo ha hecho que quedemos 9 parejas y dos amigos
cuyos cónyuges fallecieron.
Este grupo, que tuvo sus
orígenes en la universidad, pese al transcurso de los años y de las diferentes
rutas que tomaron sus integrantes en la vida profesional, ha mantenido incólume
la amistad y la fraternidad y también se reunía mensualmente hasta que llegó la
pandemia. Nos vemos ocasionalmente por Zoom y conversamos sobre nuestras
realidades, aspirando a que pronto volvamos a darnos el extrañado abrazo.
Pero, no falta la conversación
versada y profesional sobre lo que sucede en el mundo y sobre todo en este
Ecuador querido. Todos hemos tenido posiciones muy importantes en el Estado o
en la empresa privada, todos estamos jubilados y vivimos de lo que nos devuelve
el IESS y de lo que ahorramos sin perjudicar a nadie, todos sabemos que nunca
el país ha pasado por una situación como la actual, en la que desde las más
altas esferas se ha enseñado al pueblo a robar y se ha generado un marco legal
favorable a los ladrones de cuello blanco. Y clamamos, desde nuestros
conocimientos y experiencia, porque el 2021 termine la etapa más trágica de la
historia nacional, para que el mal llamado “país corcho” flote, pero esta vez
para nunca más hundirse en el fango, llevado por infelices populistas
delincuentes.
Vinculemos ahora la Navidad
con lo dicho con respecto a la amistad y la fraternidad de los dos grupos.
Hace muchos años, en un
pesebre, nació el niño Dios. Y como Él es el redentor del mundo, los cristianos
y muchos no cristianos celebramos anualmente ese acontecimiento. La Navidad es
un tiempo de alegría universal. Muchas ciudades y casas de todas partes se
engalanan y llenan de luces, los almacenes de juguetes y de todo tipo de
regalos ofrecen sus productos para el gran día en que se demuestra el amor y la
amistad con regalos. Los niños, especialmente ellos, se preparan para la
novena, cantar los villancicos y hacer méritos para recibir los regalos, que algunos
creen que los trae Papá Noel.
Para todo el mundo la Navidad
de este año 2020 será muy diferente a las anteriores, pero no en sentido
positivo sino en negativo. La pandemia impide que las personas socialicen como
se lo hacía hasta el año anterior, el desempleo afecta a muchos millones de
personas en edad de trabajar, son cada día más los miles de familias que pasan
de la clase media a la pobreza y de ésta a la extrema pobreza. Miles de
personas han visto quebrar o reducirse sus negocios a una situación muy
complicada y habrá poco dinero para regalos y hasta para la cena tradicional.
Por la pandemia, incluso las
reuniones familiares deben limitarse a muy pocas personas. El riesgo del
contagio está presente y puede enfermar a más de uno.
El Niño Dios vendrá, pero
encontrará un mundo lleno de dificultades de los países, las empresas y
millones de personas. La pobreza mundial ha ganado terreno inmisericordemente y
el COVID 19 ha sentado sus reales en los cinco continentes, matando a cientos
de miles de personas.
Para mi familia directa el 2020
será un año de muy ingrata recordación. Aunque no por el COVID, hemos pasado ya
varios meses de hospital en hospital, de clínica en clínica y en múltiples
laboratorios. Tenemos a las puertas un
acontecimiento de enorme importancia para el cual nos hemos venido preparando
como lo aconsejan los médicos expertos y cuyo desenlace será en enero.
Confiamos en Dios en que salgamos adelante y que se acaben las preocupaciones y
vuelva la alegría a la casa.
Durante
este tiempo de tribulaciones, los dos grupos de hermanos adoptivos le han dado
a mi familia el regalo de Navidad anticipado. Cada uno por su lado, sin conocer
lo decidido por el otro, ha mostrado su gran solidaridad y con mucha frecuencia
se ha hecho presente para conocer los avances del proceso previo a una muy
delicada operación. Y los físicamente
ausentes pero espiritualmente presentes, desde Madrid, Puerto Rico y Estados
Unidos, llaman con frecuencia para saber la situación. Todos, presentes y
ausentes, dispuestos a colaborar con el hermano adoptivo y su familia.
En algunos casos, mis amigos, en sus personas o en sus propias familias, en estos mismos meses están pasando o han pasado por duras situaciones de salud; pero, están siempre a nuestro lado, preocupados por la salud de la amiga a la que dicen y prueban que quieren más que a quien esto escribe.
Los Luna López, desde el fondo de nuestro corazón, les agradecemos por sus gestos de fraternidad y en mi caso, he querido hacer conocer este particular por este medio, porque no es fácil, ni siquiera en los matrimonios, que se cumpla aquello de que “hasta que la muerte nos separe” y en estos dos grupos así ha sido por 70 o 60 años y seguirá siendo, porque los lazos que nos unen nunca se romperán e incluso trascenderán hacia nuestros hijos y sus familias con el ejemplo de lo que es más valioso en la vida: la honradez, el respeto y la solidaridad.
Ojalá Dios les dé vida y salud por muchos años a los miembros de los dos grupos y también a otros familiares, colegas y amigos que se manifiestan constantemente preocupados por la situación de mi familia y elevan sus plegarias a Dios porque mi compañera de 54 años de matrimonio continúe alegrando el hogar por largo tiempo.
viernes, 12 de marzo de 2021
BOLETÍN 237: QUE VIVA LA DOLARIZACIÓN
Un aspecto
fundamental sobre el que se ha centrado la discusión, entre los dos candidatos
a presidente de la República 2021 – 2025, es la permanencia real de la
dolarización en el país.
Arauz ha escrito y
ha manifestado, contrariando la idea general, que iniciar y mantener la
dolarización fue y es un error, mientras Lasso manifiesta que este sistema ha
funcionado muy bien desde inicios del siglo y que hay que mantenerlo y fortalecerlo
por todos los medios posibles, siendo los principales: la atracción de
inversión extranjera, el aumento de la producción, las exportaciones, y sobre
todo el manejo racional de las finanzas públicas.
Arauz copia las
ideas de Rafael Correa, quien antes de ser presidente escribió y manifestó
muchas veces que no se debía seguir con la dolarización porque era dañina para
la economía nacional; pero que, una vez en el poder (conste que tuvo mucho más
poder que cualquiera de los presidentes y dictadores que ha tenido el Ecuador) durante
una década no se animó a tomar esa decisión, porque sabía que el 90% o más de
la población no estaba de acuerdo de sacar el dólar de su bolsillo y cambiarlo
por una moneda que perdería valor constantemente.
Parece que el
candidato correísta se ha arrepentido, por pura conveniencia electoral, de difundir
tal idea y en varias oportunidades ha dicho que también él piensa que hay que
mantener la dolarización. Pero, a renglón seguido, dice que en su programa de
gobierno está repartir fondos depositados en el Banco Central a un millón de
votantes pobres del país, prácticamente comprando el voto a razón de mil
dólares por cabeza; tomar otros mil millones de dólares depositados en ese
mismo Banco para pagar deudas a los municipios; y, para rematar su programa,
obligar a que capitales de ecuatorianos depositados en el exterior por los
bancos nacionales regresen para apoyar sus proyectos; todo lo cual atenta
contra la dolarización, porque se volvería al gasto fiscal sin austeridad y
crea temor, especialmente en la banca y entre los depositantes, de que el
dinero privado no tenga su respaldo en el BCE.
El gobierno,
frente a la posibilidad de que eventuales gobernantes populistas hagan lo mismo
que Correa y lleven a la economía nacional al despeñadero, cerca del cual está
desde hace tiempo, ha elaborado dos proyectos de ley llamados de defensa de la
dolarización; uno inicial, que al parecer no había sido consultado con los asambleístas,
ni siquiera con los de Alianza País; y, el otro, sustituto, que se supone ya
incorporaba algunas ideas de lo sugerido por algunos asambleístas de la
Comisión encargada de analizar el tema.
El Consejo de
Administración de la Legislatura ha devuelto los dos proyectos. El primero por “fallas
de forma” y el segundo porque argumenta que es inconstitucional. En el primer
caso, la Asamblea podía corregir ese tipo de problemas, como lo ha hecho en
otros proyectos, porque si solo son errores de forma hay que evitar el trae y
lleve que le encanta a alguna burocracia; en el segundo caso, según el artículo
429 de la Constitución, la Corte Constitucional es el máximo órgano de control,
interpretación constitucional y de administración de justicia en esta materia,
por lo que, según reconocidos juristas constitucionalistas, la Asamblea en
pleno y peor solo el CAL, no tienen facultad para decidir si un proyecto de ley
es o no constitucional.
Desde mi punto de
vista, la dolarización debe estar vigente en el país, porque es beneficiosa, la
inmensa mayoría de la población así la considera y, por tanto, deben hacerse
desde el gobierno, cualquiera que este sea, los esfuerzos necesarios para que
se mantenga y fortalezca.
La dolarización ha
demostrado durante poco más de 20 años que presta un servicio invalorable,
desde el punto de vista macroeconómico y también para evitar que los ciudadanos
nos despertemos cada día con menor poder adquisitivo por decisión de algún
inepto, populista, demagogo, con poder y rebaño asambleísta.
En lo que se
refiere a la macroeconomía, hay cuatro políticas que todo gobernante debe
cuidar que funcionen en forma equilibrada: monetaria, financiera, cambiaria y
fiscal. La primera tiene como indicador la tasa de inflación; la segunda, la
tasa de interés; la tercera, la tasa o tipo de cambio; y, la cuarta, el saldo
de las cuentas fiscales. El gobierno debe cuidar que, simulando cada
política como el lado de un cuadrado, ninguno de los lados se extienda o
contraiga fuera de control, para que no haya necesidad de tomar medidas
correctivas que vuelvan a formar el cuadrado. Los
gobiernos que tienen moneda propia pueden actuar sobre las cuatro políticas
cuando quieran y si les falta dinero ponen a funcionar la maquinita de hacer
dinero y cubren sus necesidades a costa de hacer que su moneda valga menos y
los precios internos suban provocando la inflación, cuyo efecto es más grave
sobre la gente más pobre.
Durante los años
2007 – 2017, todos los intentos de Correa por imprimir billetes se toparon con
la realidad de que socialmente eso no era aceptable y por eso no abandonó la
dolarización. En cambio, a pesar de que tuvo en sus manos la mayor cantidad de
dinero que pudo haber tenido alguna vez un gobernante del Ecuador, endeudó al
país y no solo que lo hizo en más de cuarenta mil millones de dólares, sino que
consiguió préstamos a corto plazo, altas tasas de interés, garantía con el
petróleo y condiciones adicionales de agiotista.
Recuerdo que
alguna vez, cuando en la televisión le preguntaron al ministro Rivera que por
qué se obtenían préstamos en esas condiciones, él dijo que, si la rentabilidad
del proyecto era mayor que el costo del dinero, no había por qué preocuparse.
Hemos visto después
la “rentabilidad” negativa, nula o escasa lograda por miles de millones de
dólares en la refinería del Aromo, la refinería de Esmeraldas, las escuelas del
Milenio, el depósito de gas, varias de las hidroeléctricas y el costo enorme de
obras “llave en mano” en las cuales también ha habido “lleve en mano”,
sancionado en muchos casos por la justicia y con efectos en la prisión de altos
funcionarios de la década perdida.
Los gobiernos que
no tienen moneda propia, el caso del Ecuador, no pueden devaluar, y en
consecuencia, carecen de capacidad de manejo de una de las 4 políticas
macroeconómicas, lo que repercute en el manejo de las otras, especialmente de
la fiscal, obligada a soportar con los ingresos propios y los que adquiera
mediante deuda, las necesidades y eventualmente los caprichos de los
gobernantes, para hacer que los ciudadanos crean que la economía va por buen
camino y agradezcan subsidios, vean obras de relumbrón, se incorporen por miles a la nómina de la burocracia, etc.,
etc.
El efecto interno
más preocupante es la inflación. Disponer de moneda propia hace que todo
gobierno en dificultades financieras imprima billetes, aumente la oferta de
dinero y haga crecer obligadamente los precios, haciendo a los pobres más
pobres, porque pierden capacidad adquisitiva y aumentan en términos relativos su
distancia con los ricos, que con sus patrimonios y facilidad de disponer de
monedas duras, no sufren o sufren menos las consecuencias de la inflación.
Aunque ya lo he
mencionado antes, deseo recordar para algunos e informar a otros de mis
experiencias de vida en Chile con Allende, y luego con Pinochet; y, en Perú,
durante los gobiernos de Velasco Alvarado y Morales Bermúdez.
En el primer caso,
fui a Arica a una reunión en 1972. Calculé que en hotel y más gastaría unos 25
dólares diarios. Mi sorpresa fue que en dólares el hotel cinco estrellas
costaba menos de cinco dólares y la comida del día en los mejores restaurantes
no pasaba de 2 dólares (pero, en escudos el precio era inalcanzable para los
chilenos); además, no había nada para comprar en los almacenes, salvo libros y
discos “protesta” de los Quilapayún, porque debido al bajo precio en divisas de
las cosas, miles de peruanos visitaban la ciudad como turistas, compraban con carro
y todo lo que iba a Arica desde el interior de Chile y se llevaban a Tacna,
ciudad peruana fronteriza con Chile, o más al norte, productos de precios
bajísimos.
El inicio de la
recuperación de la economía chilena en los años 1973 y siguientes significó la
adopción de durísimas medidas para cortar la muy alta inflación y frenar con
rapidez la devaluación. El ajuste significó, por ejemplo, que un jubilado
dijera al diario La Tercera de la Hora, que su pensión era de 4 mil escudos,
pero que ella solo le servía para pagar 2 mil escudos al bus de ida y 2 mil
escudos al bus de regreso de cobrar tal pensión. Cuando el periodista le
preguntó que, si en el viaje de ida y vuelta se le iba la pensión, por qué iba
a cobrar, el jubilado respondió: primero, si no voy a cobrar me declaran
muerto; segundo, por lo menos me paseo un rato; y, tercero, espero que algún
día mejore la situación.
En el Perú, en los
años 70 del siglo XX, en ciertas ocasiones la moneda nacional se depreciaba
fuertemente en pocos días; la carne vacuna era posible conseguir en cantidades
modestas solamente una vez cada 15 días y a altos precios en soles; había que
hacer cola para comprar productos de primera necesidad que llegaban a los supermercados,
en pocos camiones que acababan con su mercadería antes de entrar a las bodegas
y que solo ofrecían cantidades reguladas por el gobierno; la pobreza aumentaba
fuertemente, especialmente en Lima.
En el Ecuador la
inflación y la devaluación no han llegado nunca a los niveles que han tenido en
diversos momentos en otros países de Sudamérica. Por eso, también recuerdo una
ocasión en la que el Secretario General del CONADE, en 1988 me parece, viajó a
la Argentina. Le preguntaron cuál era la tasa de inflación en Ecuador y él dijo
que estaba en alrededor del 12 por ciento. El periodista comentó: O sea que
están como aquí? Y el entrevistado contestó: No, en Ecuador es la anual, aquí
es la mensual.
Con esos
antecedentes, considero que es imprescindible continuar con la dolarización,
porque entre otros resultados importantes para la población, genera estabilidad
de precios y por tanto de capacidad adquisitiva, posibilidad de lograr crédito
a largo plazo.
En relación con el
proyecto de Ley de defensa de la dolarización que leí, comento:
Debe ser una
obligación primordial del Estado y por tanto del gobierno central y la Asamblea
Nacional, mantener y fortalecer la dolarización. Sus beneficios macroeconómicos
y para cada ciudadano son evidentes desde el año 2000.
La Junta no debe tener las 55 funciones que a la actual le asigna
el Código Monetario. Cierto que sus miembros serían a tiempo completo, pero su
labor debe concentrarse en definir las políticas monetaria, cambiaria y
financiera, y ser absolutamente técnica.
Los miembros de esa entidad deben ser propuestos por el presidente
de la República a la Asamblea en una terna conformada por técnicos honestos,
profesionales de al menos tercer nivel superior, de comprobada trayectoria, con
más de 10 años de experiencia en los ámbitos de la Junta, dedicados al 100% a
su función (excepto la docencia universitaria) y que hayan renunciado a toda
reserva sobre las finanzas propias anteriores, presentes y futuras y las de su
familia directa (cónyuge dependiente e hijos menores). Además, contrariamente a
lo que dice el Código Monetario vigente, deben ser responsables de sus actos y
decisiones en la Junta, como reza la Constitución para todo funcionario público,
en el artículo 233.
Los miembros de la Junta deben ser designados por la Asamblea
Nacional para un periodo inicial de seis años en 2021 y de cuatro años luego,
de manera que siempre se renueven a la mitad de un periodo presidencial. Deberán
tener suplentes con igual exigencia que los titulares.
El país debe
contar con una institución que ejecute las políticas monetaria, financiera y
cambiaria. Esa entidad debe ser el Banco Central del Ecuador.
El Estado es el
dueño del capital del Banco Central. La Ley de ninguna manera pretende
privatizarlo y tampoco podría cumplir su función si así se hiciera.
El Banco Central
debe ser una entidad autónoma para el cumplimiento de sus funciones, pero
obviamente debe estar sujeto al cumplimiento de la Constitución, de todas las
leyes que corresponda y al control de la Superintendencia de Bancos, de la
Contraloría y de todas las entidades que sea menester, por ejemplo, los
Ministerios de Finanzas y del Trabajo en sus respectivos campos.
Desde su
nacimiento con la Misión Kemmerer, el Banco Central ha sido dirigido por un
Gerente General. No cabe nombrar un Directorio, porque aumenta los niveles de
decisión y la burocracia. Debe ser un organismo técnico que, como una
prohibición básica, tenga la de prestar recursos financieros a cualquier
organismo del Estado, porque entre sus funciones principales está la de contar
con la liquidez necesaria para garantizar la devolución de los fondos a los
depositantes en el sistema financiero nacional y enfrentar y solucionar
rápidamente problemas bancarios que pudieran derivar en pánico financiero y
crisis nacional.
Ante la idea de una moneda
electrónica producida por el BCE, se ratifica lo dicho en una publicación
anterior, en el sentido de que no hay problema si un dólar electrónico tiene el
respaldo de una moneda de un dólar de Estados Unidos de Norteamérica; pero que,
si en algún momento no fuese así, correría alto riesgo el desarrollo nacional,
porque no solo que se afectaría el sistema de la moneda electrónica, sino el
sistema financiero y con él, la economía.
El funcionamiento del BCE
sobre la base de 4 sistemas de control del manejo de la RILD y los recursos
depositados en él es necesario, debe ser aplicado, y antes de la década perdida
ya fue probado a satisfacción.
Es acertada la decisión
gubernamental de crear una mesa de trabajo, junto con la Asamblea, para pulir
el proyecto (más vale tarde que nunca) y, luego del trámite legal, aprobar la
Ley. El país necesita que rija esa norma y evitar que algún día se impriman
billetes de un millón y más tarde de un billón …, como está sucediendo en
Venezuela … Luis Luna Osorio – 10032021