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"Seguramente
la unión es lo que nos falta, para completar la obra de nuestra
regeneración"
Simón Bolívar, 6/IX/1815
EN MEMORIA DE JOSÈ PALOMINO, JEFE Y AMIGO QUE SOÑÓ CON LA INTEGRACIÓN ANDINA [1]_/
El 26 de mayo de 1969, Bolivia, Chile, Colombia,
Ecuador y Perú, firmaron el Acuerdo de Cartagena, con el cual se puso en marcha
la integración andina. Estos cinco países, de la vertiente sudamericana del
Océano Pacífico, consideraron que la Asociación Latinoamericana de Libre
Comercio (ALALC) no satisfacía sus aspiraciones de incrementar las
exportaciones y acelerar su desarrollo y decidieron ejecutar su programa
ambicioso de integración económica.
Dice el
artículo primero del Tratado: “El presente Acuerdo tiene por objetivos promover
el desarrollo equilibrado y armónico de los Países Miembros en condiciones de
equidad, mediante la integración y la cooperación económica y social; acelerar
su crecimiento y la generación de ocupación; facilitar su participación en el
proceso de integración regional, con miras a la formación gradual de un mercado
común latinoamericano. Asimismo, son objetivos de este Acuerdo propender a
disminuir la vulnerabilidad externa y mejorar la posición de los Países
Miembros en el contexto económico internacional; fortalecer la solidaridad
subregional y reducir las diferencias de desarrollo existentes entre los Países
Miembros. Estos objetivos tienen la finalidad de procurar un mejoramiento
persistente en el nivel de vida de los habitantes de la Subregión.”
Para cumplir
con esos objetivos, uno de los documentos más importantes de la primera etapa
del proceso, publicado en marzo de 1972 por la Junta del Acuerdo de Cartagena
(JUNAC), la entidad encargada de pensar en la integración como un objetivo
común de los países, fue el titulado: “Bases Generales para una Estrategia
Subregional de Desarrollo”. Su primer capítulo trataba sobre la orientación
general del desarrollo, el segundo se refería al sector agropecuario y la
integración física en el desarrollo subregional y el tercero consideraba el
sector industrial en una política de desarrollo con integración.
Para la
fecha de publicación de las “Bases”, la integración andina tenía tres años,
todo marchaba viento en popa, los países y la JUNAC decidían avanzar en los
programas y los proyectos y éstos se ejecutaban con prontitud y eficiencia, de
manera que el Grupo Andino, como se lo conocía al proceso en el mundo, era la
admiración de propios y extraños.
En la
elaboración del documento había tenido gran participación la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL), por lo que sus expertos y los de la JUNAC recorrían
los países para analizar, conjuntamente con los funcionarios de los gobiernos
de las distintas áreas, el texto de cada capítulo, para consensuar la estrategia
que, en ese momento, se consideraba factible de aplicar, por las condiciones
favorables vigentes dentro y fuera de la subregión andina.
A principios
de 1973, posiblemente en febrero, una misión de expertos de la JUNAC y la CEPAL
llegó al Ecuador. Formaba parte de esa Misión José Palomino, quien entonces
ejercía la función de jefe del Departamento de Programación de la JUNAC y había
coordinado la elaboración de las “Bases”, siendo por lo tanto el responsable de
su contenido. Lo conocí en esa visita.
El trabajo
de José Palomino fue muy importante para la integración andina hasta 1980. Su trabajo
final fue coordinar la evaluación del proceso de integración andina en la
década 1969 – 1979, que la JUNAC publicó en 10 tomos; y, elaborar, junto con el
personal de su Departamento, el tomo de resumen, que tendría la firma de los
tres miembros de la Junta.
¿Cuáles eran
los sueños integracionistas de Palomino? Los mismos de otros ilustres
personajes que impulsaron inicialmente el proyecto integrador con todas sus
fuerzas y consiguieron éxitos hasta 1976: Germánico Salgado, Felipe Salazar,
Salvado Lluch, Cristóbal Lara, Oswaldo Dávila, Galo Montaño, Marcelo Ávila,
Manuel Orellana, Javier Silva.
La Junta
dice, en la Introducción de las “Bases”: “La preparación de los elementos
necesarios para formular una estrategia de desarrollo conjunto es una
experiencia nueva, máxime si se considera que los países del Grupo Andino, si
bien están unidos por lazos de cultura y origen comunes, no han tenido en el
pasado inmediato vinculaciones económicas importantes y están muy lejos, sobra
decirlo, de cualquier forma de unidad política. La integración puede
contribuir, por la solidaridad que necesariamente habrá de fluir de las
decisiones comunitarias y por la creación y consolidación de profundas
relaciones económicas, a afianzar la soberanía de cada uno de los países y de
la Subregión en su conjunto…”
También
expresaba la JUNAC: “… La integración hará posible emprender acciones que sin
ella no serían factibles al nivel nacional por las limitaciones derivadas de la
estrechez de los mercados internos. Dichas acciones son indispensables para dar
un nuevo impulso a las economías, para permitir su modernización y
fortalecimiento del patrón de desarrollo industrial y para abrir nuevas
perspectivas en áreas muy diversas. Pero lo anterior no significa que la
integración, aun llevada a cabo con la profundidad y amplitud previstas en el
Acuerdo de Cartagena, sea suficiente por sí sola para generar los cambios
indispensables para que los países puedan alcanzar los objetivos que están
explícitos en sus respectivas políticas nacionales de desarrollo…”
¿Cuáles eran
las propuestas para la ejecución de la estrategia subregional de desarrollo?
La primera,
la aplicación de políticas de desarrollo con integración por parte de los
países. El argumento central era que ninguno de los países, con base en su
mercado interno, podría lograr su desarrollo en la forma necesaria para mejorar
sustancialmente las condiciones de vida de la población y que, la unión de los
cinco países, generaría las sinergias necesarias para acelerar el crecimiento
económico de cada uno y dar bienestar a todos los habitantes andinos.
La segunda,
la formación de un frente común ante terceros países y empresas. Con respecto a
los países, evidentemente, pasar de una esperada zona de libre comercio a una
unión aduanera y luego a un mercado común, como se aspiraba, un poco en la
línea de lo que entonces sucedía con la Comunidad Económica Europea (CEE), crearía
una imagen mucho mejor en el panorama internacional y aumentaría el poder de
negociación de cada país. En cuanto a las empresas, ofrecerles el mercado de
cinco países y no de uno, permitía soñar con un sistema de exigencias y facilidades
que daría lugar al nacimiento de empresas subregionales con capacidad de
exportación, ya no de uno de los Miembros a otro, sino del conjunto hacia otros
países.
La tercera propuesta
era construir una infraestructura subregional indispensable para que los países
respondieran a los retos del incremento del comercio intra - subregional y
sudamericano. Lo esencial era culminar la construcción de la carretera
Panamericana, para agilitar el transporte terrestre; además, mejorar la
situación portuaria y aeroportuaria.
Junto con la
infraestructura tenía que diseñarse servicios ágiles y baratos para el
comercio, lo que suponía agilitar las conexiones bancarias, mejorar los
sistemas de telecomunicaciones, crear el sistema de transporte internacional
por carretera.
Las “Bases”
proponían una imagen del Grupo Andino para 1985, en la que hubiera una gran
ampliación del mercado interno, cambios sustanciales en la estructura
productiva, un desarrollo industrial integrado, una nueva estructura del
espacio económico y la exportación de manufacturas andinas hacia afuera de la
subregión. Naturalmente, ello requería la incorporación de tecnología en todos
los sectores de la actividad productiva y nuevas relaciones comerciales con
terceros países y las empresas transnacionales.
La imagen
andina también consideraba que serían muy importantes los requerimientos
globales de inversión y las necesidades de financiamiento y que habría una gran
incorporación al mercado interno de trabajo y consumo de los sectores tradicionalmente
marginados.
En el
capítulo segundo de las “Bases” se trataba sobre las características
principales del desarrollo del sector agropecuario de la subregión, los
lineamientos básicos para la integración agropecuaria andina, la integración física.
La mirada al
sector agropecuario consideraba el modelo de desarrollo de la Subregión y sus
perspectivas; la estructura agraria y el nivel de ingresos; la población y el
empleo agropecuarios, la situación alimentaria, la evolución de la estructura
de la producción y del consumo aparente agropecuarios, la dotación de recursos
naturales y el grado de aprovechamiento, los insumos y bienes de capital para
atender al sector, la tenencia de la tierra, la investigación científica y la
comercialización, los precios y el crédito agrícola, las orientaciones básicas
para el desarrollo agropecuario subregional, las etapas 1972 – 1975 y 1976 –
1980 de las acciones para la integración agropecuaria subregional.
Con respecto
a la Integración física andina, se consideraban las funciones de la circulación
en el espacio ampliado, los sistemas de transporte aéreo, marítimo y terrestre
de carga requeridos por las distintas necesidades de comercio del área en lo
interno y en lo internacional.
El tercer
capítulo estaba orientado a analizar las características del proceso de
industrialización en los países del Grupo Andino, el papel de la industria en
el desarrollo con integración y la imagen objetivo de la industria subregional
en 1985. Por su importancia, se analizaba los instrumentos del Acuerdo de
Cartagena y la estrategia industrial. Luego, se estudiaba los sectores
estratégicos industriales: siderúrgico, automotriz, metalmecánico, químico, del
papel y las pastas de papel, y otras ramas.
El análisis
de los sectores indicados tenía como efecto la elaboración de decisiones de la
Comisión que hicieran posibles programas sectoriales de desarrollo con
integración.
En efecto,
con la Decisión 57 de la Comisión se aprobó el Programa Metalmecánico, con la
Decisión 91 se aprobó el Programa Petroquímico y con la Decisión 120 el
Programa Automotriz; pero, allí se constató que integrar industrias que
significan enormes inversiones y mercados asegurados de exportación no es
fácil. Primaron los intereses de los países antes que los objetivos de la
integración y se fracasó en los intentos.
Recuerdo
que, cuando se negociaba el programa automotriz, que supuestamente debía
asignar al Ecuador el ensamble, que no la producción, de determinados
vehículos, cada país luchaba a brazo partido por defender sus intereses
nacionales a ultranza, tanto que alguien comentó, un poco exagerando: “es tan
difícil este proceso, que ya mismo se ponen a negociar las marchas de los
vehículos y claro, nadie va a querer el retro”.
Han
transcurrido casi 50 años del proceso y la verdad es que solo unos cuantos profesionales
soñadores, confiando en la visión de los políticos, pensamos que en 12 años, a
partir de 1969, tendríamos funcionando la Zona Andina de Libre Comercio, la que
recién estuvo operando en 1992; que no sería complejo pasar de allí a la unión
aduanera, para lo que se aprobó el arancel externo común, que solo el Ecuador
respetó por muchos años; y, que, la unión económica nos daría un mercado
interno subregional capaz de garantizar una exitosa participación en el mercado
mundial, con producciones industriales de alta calidad y precios competitivos.
Varios de
los países, comenzando por Venezuela (que ingresó al Grupo Andino en 1973 y
permaneció hasta 2006) y por Ecuador, tuvieron la oportunidad de fortalecer sus
mercados internos, participar con éxito en la integración andina y diversificar
los mercados y los productos de exportación; pero, los gobiernos (los
desgobiernos) de casi todos los periodos, desperdiciaron las oportunidades, sobre
todo en los años 70 del siglo anterior y malgastaron buena parte de los
recursos petroleros, como se ha hecho otra vez en la década anterior.
En 1980,
José Palomino, Augusto Llosa y el autor de este boletín, luego de participar
como el grupo central de la elaboración del tomo principal de la Evaluación del
Proceso de Integración Andina 1969 – 1979, decidimos dejar de ser funcionarios
internacionales de la Junta del Acuerdo de Cartagena, porque entonces ya
veíamos que no había mucho futuro para el proceso.
El tiempo,
lamentablemente, nos dio la razón. Los años 80 fueron de tremendos problemas
internacionales y los países andinos dejaron de pensar en la integración, para
preocuparse de solucionar sus problemas de deuda externa; los años 90 se quiso
reflotar el proceso, pasando del Grupo Andino a la Comunidad Andina, pero el
remedio fue peor que la enfermedad, porque se eliminó la Junta del Acuerdo de
Cartagena, que era el ente pensador y promotor de la integración subregional y
se pusieron a funcionar las reuniones de presidentes y de cancilleres, donde
cada país busca la mejor tajada del pastel.
La década
2007 – 2017 fue de agotamiento del proceso, que está en coma real, porque
Colombia y Perú decidieron abrirse a la competencia mundial, en tanto que
Bolivia y Ecuador se juntaron con Venezuela en la locura del socialismo del
siglo XXI, que tendrá a Venezuela en la lona por décadas y a Ecuador
agarrándose de la última rama en el despeñadero.
La
integración andina seguirá siendo un sueño. Varios de los que la quisieron
hacer realidad, con capacidad y tesón, ya partieron. Entre ellos, José Palomino
Roedel. Los que aprendimos de su visión, sus conocimientos y experiencia,
seguiremos tratando de que se unan los pueblos andinos, porque les conviene
cada vez más, en un mundo de grandes potencias.
[1] _/ José
Palomino Roedel fue un destacado ingeniero peruano, que se desempeñó como
Asesor de la Presidencia y Ministro de Pesca de su país, años después de ser
Jefe de Programación de la Junta del Acuerdo de Cartagena.
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