martes, 12 de junio de 2018

BOLETÍN 170: SECTOR AGROPECUARIO: VITAL, PERO OLVIDADO


Según la Clasificación Industrial Internacional Uniforme (CIIU) vigente, el sector agropecuario abarca: cultivo de cereales, hortalizas y legumbres, especialidades hortícolas y productos de vivero; cultivo de frutas, nueces y plantas que se utilizan para preparar bebidas y especias; otros cultivos; cría de ganado vacuno y de ovejas, cabras, caballos, asnos, mulas y burdéganos; cría de ganado lechero y de otros animales domésticos; elaboración de productos animales no considerados previamente; cultivo de productos agrícolas en combinación con la cría de animales domésticos; actividades agrícolas y ganaderas de tipo servicio, excepto las veterinarias; caza ordinaria y mediante trampas, repoblación de animales de caza y actividades de servicio conexas; silvicultura, extracción de madera y actividades de tipo servicio conexas.

Este sector resulta estratégico para el Ecuador. En primer lugar, la población rural significa un importante, aunque decreciente, porcentaje de la población total (69,3% en 1950 y 37,2% en 2016); en segundo lugar, el campo produce la mayor parte de los alimentos que se necesitan para el consumo interno; luego, las exportaciones totales reciben un gran aporte de banano, café, cacao, madera, flores y otros productos del campo. Sin embargo, los políticos se acuerdan del sector y sus habitantes solo en las campañas electorales, para luego olvidarlos; por eso, las grandes falencias del desarrollo económico nacional se hallan en el campo, en términos de infraestructura y servicios, nutrición, educación, empleo, productividad, ingreso, pobreza.

De los 26 millones de hectáreas de la superficie del país, en el año 2012 estaban ocupadas 11.6 millones. Según el INEC, altos porcentajes del suelo nacional estaban dedicados a montes y bosques (30%) y a pastos cultivados (casi un 30%), seguidos por pastos naturales (12%), cultivos permanentes (11,6%), cultivos transitorios y barbecho (8,6%), páramos (5,1%) y otros (2,7%). En la Costa, el 35% de las tierras estaba dedicado a pastos cultivados, el 21% a cultivos permanentes y el 14% a cultivos transitorios y barbecho. … En la Sierra, el 22,7% y el 22,6% del suelo cultivable estaban dedicados a pastos naturales y cultivados respectivamente; seguidos por un 7,4% de cultivos transitorios y 6,1% de permanentes. En la Región Oriental, por la naturaleza de la zona, montes y bosques representaban el 53% del suelo total, seguidos por el 35% de pastos cultivados y un 4,9% de superficie dedicada a cultivos permanentes.

El aporte del sector agropecuario al PIB, en valores constantes, fue de 4.175 millones de dólares del año 2007 en ese año y de 5.328 millones en el 2016. La cifra creció en cerca del 28% en el periodo; pero, el crecimiento del PIB total fue 51 mil millones de dólares a 69.068 millones, elevándose en el 35,4%; por tanto, la actividad agropecuaria mejoró a paso más lento que la actividad económica nacional, por diversos factores físicos, humanos, financieros y externos.

Al desarrollo agropecuario le afectan físicamente: la creciente degradación ambiental y los cambios climáticos violentos, las copiosas lluvias y las sequías inesperadas, el periódico Fenómeno del Niño de la Costa, el suelo muy quebrado y retaceado de la Sierra y el poco apto para los cultivos de la Región Oriental; la fuerte caída de los ríos serranos. Además, la poca y mala educación campesina de todo nivel, la falta de financiamiento para la producción y de acceso a nuevas tecnologías de todo tipo, la mala infraestructura y los pésimos servicios, el peso de los intermediarios, el avance de las zonas urbanas, la variabilidad de los precios. Se suma la falta de políticas estatales y de acceso a capital y créditos convenientes. Todo ello determina bajos ingresos de agricultores, ganaderos y madereros, por su deficiente competitividad; además, se registra alta posibilidad de siniestros e incertidumbre permanente.

Hay, sin embargo, aspectos positivos, que conviene señalar. Entre ellos, la riqueza productora del suelo de la Costa, la gran disponibilidad de agua en numerosos ríos que corren por las tres regiones continentales; la posibilidad de tener más de una cosecha al año; el gran potencial del subsector forestal, debido a la ventaja comparativa del país frente a otros, que hace que los árboles crezcan con mayor velocidad y sean procesados en menor tiempo que en donde hay cuatro estaciones; los microclimas y la gran biodiversidad, que permiten que se produzca en el país cualquier fruto del suelo con relativa facilidad; la disposición de puertos especializados para el embarque de productos agropecuarios, en Guayaquil, Esmeraldas, Manta y Puerto Bolívar.

La lectura de los dos párrafos anteriores permite sugerir un grupo de acciones interesantes.

Conviene contrarrestar la degradación ambiental. Hay que reducir el uso exagerado de químicos como abonos y plaguicidas, con una mayor aplicación de métodos de mejoramiento del suelo y control de plagas por medios orgánicos; se debe evitar la contaminación del agua y su desperdicio, al igual que la tala de los bosques para uso de la madera como leña. Es primordial una adecuada planificación para la construcción de embalses y sistemas de distribución del agua. Hay que cambiar métodos de cultivo que erosionan el suelo o que lo vuelven improductivo. La Costa, afectada frecuentemente por el Fenómeno del Niño y copiosas lluvias, requiere de sistemas de control de aguas y canales de riego que permitan mejorar el control y distribución de los caudales y evitar las inundaciones y las sequías. Se debe aprovechar tecnologías modernas para controlar los efectos de los fenómenos naturales sobre los cultivos. 

Debe estudiarse el efecto del avance de las áreas urbanas sobre tierras tradicionalmente dedicadas a actividades agropecuarias. Esto es importante especialmente en las grandes ciudades, donde el avance de los asentamientos ilegales es diario. Una forma de contrarrestar la reducción de producción serían los huertos urbanos, incluso en edificios de varios pisos expresamente dedicados a producir alimentos y aprovechar agua reciclada. Los costos de producción evitarían los fletes cada vez más caros por transporte desde el campo.

Conviene considerar el incremento de la demanda de agua potable por las poblaciones, la falta de cuidado con respecto a la pureza del agua de los ríos y lagunas, la extracción de aguas subterráneas para diferentes usos, los frecuentes derrames de petróleo, las ilegales descargas de desechos industriales; y, la falta de mantenimiento adecuado de los embalses, para evitar que en ellos crezcan plantas perjudiciales al uso agropecuario del agua.

La Sierra necesita reducir los problemas del minifundio y la mano de obra redundante, y lograr sistemas de cultivo mucho más productivos, mediante la capacitación de la población en tecnologías de siembra, cultivo, cosecha, bodegaje y venta accesibles y efectivas. La Región Oriental podría especializarse en algunos productos que no atentan contra la permanencia del suelo agrícola o en ganadería que soporta la humedad y el calor propios de esa zona. Allí no caben grandes esperanzas de desarrollo agrícola, pero sí ganadero. En Esmeraldas, una de las tareas prioritarias es la de reforestar enormes extensiones que han sido explotadas inmisericordemente, con bosques de especies favorables a la producción de celulosa o aptas para la producción de muebles finos a gran escala. También Manabí podría, basado en los sistemas de control de aguas, cultivar o reforestar miles de hectáreas.

Demográficamente, según el INEC, a diciembre 2017, el 66,9% de la población rural está en edad de trabajar. De esa población, el 72,1% se encuentra económicamente activa. De la PEA, el 97,9% tiene empleo, existiendo un porcentaje de desempleo de solo el 2,1%. El empleo se divide en empleo adecuado (25,1%), subempleo (22,8%), otro empleo no adecuado (32,3%) y empleo no remunerado (17,6%). Consecuencia, solo la cuarta parte de la PEA rural tiene ingresos superiores al salario mínimo vital y condiciones adecuadas de trabajo.

Por tanto, una acción fundamental del Estado es la de proveer de educación de calidad a los niños y jóvenes del sector rural, en condiciones que les permitan obtener capacidades para trabajar en otras actividades y no solamente en el cultivo del suelo, puesto que, aparte de que hay población redundante en el campo, es menester desarrollar la competitividad agropecuaria, lo que determina reducir el número de habitantes dedicado a la actividad en el sector. En este sentido, es clamoroso que el 52% de las escuelas del país sea unidocente o bidocente y que casi todas, si no todas esas escuelas, estén ubicadas en el área rural. Además, solo el 3,6% de los estudiantes se benefician de las escuelas del milenio, que resultaron un fracaso pedagógico y social. Dice Alfredo Astorga: “Corresponde bañar con innovaciones toda la vida educativa: currículo, evaluación, enseñanza, textos, (relación) escuela-familia-comunidad[1]_/ Por otra parte, los exámenes del programa Ser Bachiller determinan que la educación nacional es deficiente y que hay que transformarla, mucho más en el área rural que en la urbana.  

Para aportar a la solución de los problemas, el Plan de Desarrollo 2017 – 20121 dice que: “A largo plazo, los esfuerzos deben encaminarse a cambiar la especialización productiva y superar la grave heterogeneidad estructural, … se deben analizar las condiciones naturales, de suelo y clima, pero también las variables socio-culturales que posee el país, para generar producción diferenciada del resto del mundo, con lo cual se incentiva y potencia las ventajas comparativas a corto plazo y abre las puertas para la creación de ventajas competitivas a largo plazo. … Va hacia el potenciamiento de las capacidades del talento humano y a incorporar mayor valor agregado a la producción nacional para establecer estándares de calidad que permitan su diferenciación en el mercado nacional e internacional para abrir caminos hacia la producción de nuevos elementos que resulten del fomento a la innovación.”

Tareas del Gobierno actual para el sector son: mejorar la producción, la competitividad y la exportación agropecuaria; apoyar el uso industrial de los productos; controlar el contrabando agropecuario; fijar precios justos de sustentación de algunos productos; desarrollar la agricultura familiar campesina (AFC), “que implica una forma de vida y una realidad cultural, que combina funciones económicas, ambientales, sociales y culturales”. (Ley de Tierras, Art.28). Entre sus características se destacan: la familia es quien administra, gestiona y trabaja en la finca; las prácticas agro-productivas son diversas y muchas de ellas están en procesos de transición hacia una agricultura sustentable; la familia vive en la finca o cerca de la misma y mantiene una relación sociocultural con ese territorio; aportan a la revitalización de saberes ancestrales.

También, en el Marco de Prioridades de País (MPP) de la FAO para el Ecuador, se establece cuatro áreas prioritarias: fortalecer las políticas públicas para incrementar la productividad de forma sostenible; fortalecer esas políticas para garantizar la soberanía alimentaria; fortalecer el marco institucional y jurídico para la gestión de la inocuidad y calidad de los alimentos; contribuir a la consolidación de la política pública ambiental a través de la conservación, valoración y manejo sostenible de la biodiversidad y los recursos naturales. 

Una de las acciones necesarias en el campo es la asociatividad, que puede mejorar el uso del suelo, incrementar la producción y la productividad, lograr homogeneidad de los productos, menores costos, mejores precios, reducción de la cadena de comercialización, emprendimientos artesanales e industriales y hasta exportaciones. Experiencias valiosas hay en muchas partes, pero el 2 de junio de 2018 el diario El Comercio resaltaba las experiencias de cinco redes productivas de Tungurahua en agricultura y ganadería.

También, como sugiere Guido Calderón en El Comercio, “… las pequeñas empresas agrícolas que tienen una calidad superior a la del mercado callejero, pero cantidades inferiores que impiden entrar en las grandes cadenas de supermercados, podrían hacer alianzas con el sector turístico…, para que “customicen” en tamaños pequeños, productos como quesos, vinos, deshidratados, mermeladas, etc; los que permiten fortalecer los sabores locales y la experiencia del turista, que se verá motivado a llevar esos “recuerdos” a su país, donde exhibirá la marca, convirtiéndose en un embajador del sitio visitado.” Eso también genera divisas.

Según la FAO, “Los participantes en la cadena de valor deben estar preparados para afrontar los desafíos de los requisitos variables de los consumidores y de la competencia de mercado. Se debe prestar especial atención a las preocupaciones e intereses de los consumidores por la calidad, la inocuidad, los beneficios saludables, el origen del producto y otras cualidades. Para acceder a mercados de mayor valor, es necesaria cierta capacidad para desarrollar, diferenciar y certificar características específicas del producto. También es necesario mejorar la productividad y la eficiencia. La atención sistemática es un requisito para desarrollar capacidades que desemboquen en la adquisición y utilización de tecnologías que mejoren la productividad. La capacidad de introducir y aplicar técnicas avanzadas para la gestión logística de la cadena de abastecimiento se convertirá cada vez más en un requisito para la competitividad de las agroindustrias que se enfoquen en mercados regionales y globales. [2] _/

Para afrontar los desafíos mencionados por la FAO es fundamental la acción del Estado, desde el exterior proveyendo información sobre las tecnologías y los requisitos necesarios para que los productos accedan a los mercados y desde el interior, para capacitar a todos los integrantes de las cadenas de valor en aspectos y básicos relativos a la asociatividad, la responsabilidad y oportunidad en las entregas de materias primas y productos finales, las opciones de logística óptimas para reducir los daños a los productos, la reacción a los precios internos  y externos, la creación y administración de empresas agroindustriales de exportación.  

Ejemplo interesante de cómo desarrollar un producto agrícola, volverlo producto agroindustrial y llevarlo al mercado mundial es el de Gano Excel. Su fundador investigó en Malasia las cualidades de un hongo para mejorar la salud, mezcló ese producto con el café y el chocolate, de gran consumo mundial, fabricó seis clases de productos que poseen ocho certificaciones, incluida la del Ministerio de Salud Pública del Ecuador, se venden en sobres con excelente presentación; desarrolló un sistema de mercadeo por venta directa que involucra a miles de personas en 73 países y genera muchos millones de dólares por exportaciones. 

ATENCIÓN: El 9 de julio de 2018 iniciaré la publicación, cada 15 días, de boletines extras con un diccionario económico estructurado por mí.


[1] _/ ASTORGA ALFREDO: Interculturales. Diario EL COMERCIO – Quito, Ecuador. Mayo 29 de 2018
[2] _/ FAO: Agroindustrias para el desarrollo. Editado por Carlos A. da Silva, Doyle Baker, Andrew W. Shepherd, Chakib Jenane y Sergio Miranda da Cruz. Roma, 2013.


1 comentario:

  1. Excelente mi querido y respetado amigo. Me ayudó mucho la información.

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