Según la
Clasificación Industrial Internacional Uniforme (CIIU) vigente, el sector
agropecuario abarca: cultivo de cereales, hortalizas y legumbres,
especialidades hortícolas y productos de vivero; cultivo de frutas, nueces y
plantas que se utilizan para preparar bebidas y especias; otros cultivos; cría
de ganado vacuno y de ovejas, cabras, caballos, asnos, mulas y burdéganos; cría
de ganado lechero y de otros animales domésticos; elaboración de productos
animales no considerados previamente; cultivo de productos agrícolas en
combinación con la cría de animales domésticos; actividades agrícolas y
ganaderas de tipo servicio, excepto las veterinarias; caza ordinaria y mediante
trampas, repoblación de animales de caza y actividades de servicio conexas; silvicultura,
extracción de madera y actividades de tipo servicio conexas.
Este sector resulta
estratégico para el Ecuador. En primer lugar, la población rural significa un importante,
aunque decreciente, porcentaje de la población total (69,3% en 1950 y 37,2% en
2016); en segundo lugar, el campo produce la mayor parte de los alimentos que
se necesitan para el consumo interno; luego, las exportaciones totales reciben
un gran aporte de banano, café, cacao, madera, flores y otros productos del
campo. Sin embargo, los políticos se acuerdan del sector y sus habitantes solo
en las campañas electorales, para luego olvidarlos; por eso, las grandes
falencias del desarrollo económico nacional se hallan en el campo, en términos
de infraestructura y servicios, nutrición, educación, empleo, productividad,
ingreso, pobreza.
De los 26 millones de hectáreas de la superficie del
país, en el año 2012 estaban ocupadas 11.6 millones. Según el INEC, altos
porcentajes del suelo nacional estaban dedicados a montes y bosques (30%) y a
pastos cultivados (casi un 30%), seguidos por pastos naturales (12%), cultivos permanentes
(11,6%), cultivos transitorios y barbecho (8,6%), páramos (5,1%) y otros (2,7%).
En la Costa, el 35% de las tierras estaba dedicado a pastos cultivados, el 21%
a cultivos permanentes y el 14% a cultivos transitorios y barbecho. … En la
Sierra, el 22,7% y el 22,6% del suelo cultivable estaban dedicados a pastos
naturales y cultivados respectivamente; seguidos por un 7,4% de cultivos
transitorios y 6,1% de permanentes. En la Región Oriental, por la naturaleza de
la zona, montes y bosques representaban el 53% del suelo total, seguidos por el
35% de pastos cultivados y un 4,9% de superficie dedicada a cultivos
permanentes.
El aporte
del sector agropecuario al PIB, en valores constantes, fue de 4.175 millones de
dólares del año 2007 en ese año y de 5.328 millones en el 2016. La cifra creció
en cerca del 28% en el periodo; pero, el crecimiento del PIB total fue 51 mil
millones de dólares a 69.068 millones, elevándose en el 35,4%; por tanto, la
actividad agropecuaria mejoró a paso más lento que la actividad económica
nacional, por diversos factores físicos, humanos, financieros y externos.
Al desarrollo
agropecuario le afectan físicamente: la creciente degradación ambiental y los
cambios climáticos violentos, las copiosas lluvias y las sequías inesperadas, el
periódico Fenómeno del Niño de la Costa, el suelo muy quebrado y retaceado de
la Sierra y el poco apto para los cultivos de la Región Oriental; la fuerte
caída de los ríos serranos. Además, la poca y mala educación campesina de todo
nivel, la falta de financiamiento para la producción y de acceso a nuevas
tecnologías de todo tipo, la mala infraestructura y los pésimos servicios, el
peso de los intermediarios, el avance de las zonas urbanas, la variabilidad de
los precios. Se suma la falta de políticas estatales y de acceso a capital y
créditos convenientes. Todo ello determina bajos ingresos de agricultores, ganaderos
y madereros, por su deficiente competitividad; además, se registra alta
posibilidad de siniestros e incertidumbre permanente.
Hay, sin embargo,
aspectos positivos, que conviene señalar. Entre ellos, la riqueza productora
del suelo de la Costa, la gran disponibilidad de agua en numerosos ríos que
corren por las tres regiones continentales; la posibilidad de tener más de una
cosecha al año; el gran potencial del subsector forestal, debido a la ventaja
comparativa del país frente a otros, que hace que los árboles crezcan con mayor
velocidad y sean procesados en menor tiempo que en donde hay cuatro estaciones;
los microclimas y la gran biodiversidad, que permiten que se produzca en el
país cualquier fruto del suelo con relativa facilidad; la disposición de
puertos especializados para el embarque de productos agropecuarios, en Guayaquil,
Esmeraldas, Manta y Puerto Bolívar.
La lectura de los dos
párrafos anteriores permite sugerir un grupo de acciones interesantes.
Conviene contrarrestar
la degradación ambiental. Hay que reducir el uso exagerado de químicos como
abonos y plaguicidas, con una mayor aplicación de métodos de mejoramiento del
suelo y control de plagas por medios orgánicos; se debe evitar la contaminación
del agua y su desperdicio, al igual que la tala de los bosques para uso de la
madera como leña. Es primordial una adecuada planificación para la construcción
de embalses y sistemas de distribución del agua. Hay que cambiar métodos de
cultivo que erosionan el suelo o que lo vuelven improductivo. La Costa,
afectada frecuentemente por el Fenómeno del Niño y copiosas lluvias, requiere
de sistemas de control de aguas y canales de riego que permitan mejorar el
control y distribución de los caudales y evitar las inundaciones y las sequías.
Se debe aprovechar tecnologías modernas para controlar los efectos de los
fenómenos naturales sobre los cultivos.
Debe estudiarse el
efecto del avance de las áreas urbanas sobre tierras tradicionalmente dedicadas
a actividades agropecuarias. Esto es importante especialmente en las grandes
ciudades, donde el avance de los asentamientos ilegales es diario. Una forma de
contrarrestar la reducción de producción serían los huertos urbanos, incluso en
edificios de varios pisos expresamente dedicados a producir alimentos y
aprovechar agua reciclada. Los costos de producción evitarían los fletes cada
vez más caros por transporte desde el campo.
Conviene considerar
el incremento de la demanda de agua potable por las poblaciones, la falta de
cuidado con respecto a la pureza del agua de los ríos y lagunas, la extracción
de aguas subterráneas para diferentes usos, los frecuentes derrames de petróleo,
las ilegales descargas de desechos industriales; y, la falta de mantenimiento
adecuado de los embalses, para evitar que en ellos crezcan plantas
perjudiciales al uso agropecuario del agua.
La Sierra necesita
reducir los problemas del minifundio y la mano de obra redundante, y lograr
sistemas de cultivo mucho más productivos, mediante la capacitación de la
población en tecnologías de siembra, cultivo, cosecha, bodegaje y venta
accesibles y efectivas. La Región Oriental podría especializarse en algunos
productos que no atentan contra la permanencia del suelo agrícola o en
ganadería que soporta la humedad y el calor propios de esa zona. Allí no caben
grandes esperanzas de desarrollo agrícola, pero sí ganadero. En Esmeraldas, una
de las tareas prioritarias es la de reforestar enormes extensiones que han sido
explotadas inmisericordemente, con bosques de especies favorables a la
producción de celulosa o aptas para la producción de muebles finos a gran
escala. También Manabí podría, basado en los sistemas de control de aguas,
cultivar o reforestar miles de hectáreas.
Demográficamente,
según el INEC, a diciembre 2017, el 66,9% de la población rural está en edad de
trabajar. De esa población, el 72,1% se encuentra económicamente activa. De la
PEA, el 97,9% tiene empleo, existiendo un porcentaje de desempleo de solo el
2,1%. El empleo se divide en empleo adecuado (25,1%), subempleo (22,8%), otro
empleo no adecuado (32,3%) y empleo no remunerado (17,6%). Consecuencia, solo
la cuarta parte de la PEA rural tiene ingresos superiores al salario mínimo
vital y condiciones adecuadas de trabajo.
Por tanto, una
acción fundamental del Estado es la de proveer de educación de calidad a los
niños y jóvenes del sector rural, en condiciones que les permitan obtener
capacidades para trabajar en otras actividades y no solamente en el cultivo del
suelo, puesto que, aparte de que hay población redundante en el campo, es
menester desarrollar la competitividad agropecuaria, lo que determina reducir
el número de habitantes dedicado a la actividad en el sector. En este sentido,
es clamoroso que el 52% de las escuelas del país sea unidocente o bidocente y
que casi todas, si no todas esas escuelas, estén ubicadas en el área rural. Además,
solo el 3,6% de los estudiantes se benefician de las escuelas del milenio, que
resultaron un fracaso pedagógico y social. Dice Alfredo Astorga: “Corresponde bañar con innovaciones toda la
vida educativa: currículo, evaluación, enseñanza, textos, (relación) escuela-familia-comunidad”
[1]_/
Por otra parte, los exámenes del programa Ser Bachiller determinan que la
educación nacional es deficiente y que hay que transformarla, mucho más en el
área rural que en la urbana.
Para aportar a la solución de los problemas, el Plan de
Desarrollo 2017 – 20121 dice que: “A
largo plazo, los esfuerzos deben encaminarse a cambiar la especialización productiva
y superar la grave heterogeneidad estructural, … se deben analizar las
condiciones naturales, de suelo y clima, pero también las variables
socio-culturales que posee el país, para generar producción diferenciada del
resto del mundo, con lo cual se incentiva y potencia las ventajas comparativas a
corto plazo y abre las puertas para la creación de ventajas competitivas a
largo plazo. … Va hacia el potenciamiento de las capacidades del talento humano
y a incorporar mayor valor agregado a la producción nacional para establecer
estándares de calidad que permitan su diferenciación en el mercado nacional e internacional
para abrir caminos hacia la producción de nuevos elementos que resulten del
fomento a la innovación.”
Tareas del Gobierno actual para el sector son: mejorar
la producción, la competitividad y la exportación agropecuaria; apoyar el uso
industrial de los productos; controlar el contrabando agropecuario; fijar precios
justos de sustentación de algunos productos; desarrollar la agricultura familiar campesina (AFC), “que implica una forma de vida y una realidad
cultural, que combina funciones económicas, ambientales, sociales y culturales”.
(Ley de Tierras, Art.28). Entre sus características se destacan: la familia es
quien administra, gestiona y trabaja en la finca; las prácticas agro-productivas
son diversas y muchas de ellas están en procesos de transición hacia una
agricultura sustentable; la familia vive en la finca o cerca de la misma y
mantiene una relación sociocultural con ese territorio; aportan a la revitalización
de saberes ancestrales.
También, en el Marco
de Prioridades de País (MPP) de la FAO para el Ecuador, se establece cuatro
áreas prioritarias: fortalecer las políticas públicas para incrementar la
productividad de forma sostenible; fortalecer esas políticas para garantizar la
soberanía alimentaria; fortalecer el marco institucional y jurídico para la
gestión de la inocuidad y calidad de los alimentos; contribuir a la
consolidación de la política pública ambiental a través de la conservación,
valoración y manejo sostenible de la biodiversidad y los recursos
naturales.
Una de las acciones necesarias en el campo es la asociatividad,
que puede mejorar el uso del suelo, incrementar la producción y la
productividad, lograr homogeneidad de los productos, menores costos, mejores
precios, reducción de la cadena de comercialización, emprendimientos
artesanales e industriales y hasta exportaciones. Experiencias valiosas hay en
muchas partes, pero el 2 de junio de 2018 el diario El Comercio resaltaba las experiencias
de cinco redes productivas de Tungurahua en agricultura y ganadería.
También, como sugiere Guido Calderón en El Comercio,
“… las pequeñas empresas agrícolas que
tienen una calidad superior a la del mercado callejero, pero cantidades
inferiores que impiden entrar en las grandes cadenas de supermercados, podrían
hacer alianzas con el sector turístico…, para que “customicen” en tamaños
pequeños, productos como quesos, vinos, deshidratados, mermeladas, etc; los que
permiten fortalecer los sabores locales y la experiencia del turista, que se
verá motivado a llevar esos “recuerdos” a su país, donde exhibirá la marca,
convirtiéndose en un embajador del sitio visitado.” Eso también genera
divisas.
Según la
FAO, “Los participantes en la cadena de
valor deben estar preparados para afrontar los desafíos de los requisitos
variables de los consumidores y de la competencia de mercado. Se debe prestar
especial atención a las preocupaciones e intereses de los consumidores por la
calidad, la inocuidad, los beneficios saludables, el origen del producto y
otras cualidades. Para acceder a mercados de mayor valor, es necesaria cierta
capacidad para desarrollar, diferenciar y certificar características
específicas del producto. También es necesario mejorar la productividad y la
eficiencia. La atención sistemática es un requisito para desarrollar
capacidades que desemboquen en la adquisición y utilización de tecnologías que
mejoren la productividad. La capacidad de introducir y aplicar técnicas
avanzadas para la gestión logística de la cadena de abastecimiento se
convertirá cada vez más en un requisito para la competitividad de las
agroindustrias que se enfoquen en mercados regionales y globales. [2] _/
Para
afrontar los desafíos mencionados por la FAO es fundamental la acción del
Estado, desde el exterior proveyendo información sobre las tecnologías y los
requisitos necesarios para que los productos accedan a los mercados y desde el
interior, para capacitar a todos los integrantes de las cadenas de valor en
aspectos y básicos relativos a la asociatividad, la responsabilidad y
oportunidad en las entregas de materias primas y productos finales, las
opciones de logística óptimas para reducir los daños a los productos, la
reacción a los precios internos y
externos, la creación y administración de empresas agroindustriales de
exportación.
Ejemplo interesante
de cómo desarrollar un producto agrícola, volverlo producto agroindustrial y
llevarlo al mercado mundial es el de Gano Excel. Su fundador investigó en
Malasia las cualidades de un hongo para mejorar la salud, mezcló ese producto
con el café y el chocolate, de gran consumo mundial, fabricó seis clases de
productos que poseen ocho certificaciones, incluida la del Ministerio de Salud
Pública del Ecuador, se venden en sobres con excelente presentación; desarrolló
un sistema de mercadeo por venta directa que involucra a miles de personas en 73
países y genera muchos millones de dólares por exportaciones.
ATENCIÓN: El 9 de julio de 2018 iniciaré la
publicación, cada 15 días, de boletines extras con un diccionario económico estructurado
por mí.
[1] _/
ASTORGA ALFREDO: Interculturales. Diario EL COMERCIO – Quito, Ecuador. Mayo 29
de 2018
[2] _/ FAO: Agroindustrias
para el desarrollo. Editado por Carlos A. da Silva, Doyle Baker, Andrew W.
Shepherd, Chakib Jenane y Sergio Miranda da Cruz. Roma, 2013.
Excelente mi querido y respetado amigo. Me ayudó mucho la información.
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