sábado, 26 de mayo de 2018

BOLETÍN 169: PLAN ECONÓMICO Y ESTRATEGIA DE DESARROLLO




Mucha gente esperaba, en mayo de 2017, frente a la gravísima situación de crisis nacional que se conocía había en el país, un Plan de Desarrollo Moral, Político, Económico y Social, que sacara al Ecuador del tremendo atolladero en el que lo dejaba el gobierno anterior: Constitución y dirección política contrarias al interés nacional, institucionalidad perdida, deuda pública enorme, déficit fiscal considerable, crecimiento económico nulo y hasta decrecimiento, desempleo de la mitad de la población capaz de trabajar, educación ideologizada, autonomía universitaria atropellada, relaciones exteriores pésimamente dirigidas, corrupción rampante, ceguera popular mayoritaria frente a las actitudes prepotentes del mandatario y su rebaño.

El candidato que llegó a Carondelet, de las filas de su antecesor, no se preocupó de elaborar ese Plan, porque según decía y dice, creía que solamente algunos expertos y muchos periodistas sobredimensionaban los problemas. Argumentaba que, durante los seis años que fue vicepresidente se dedicó de lleno a las funciones que le encomendó su compañero de fórmula y no siguió el resto de los decires y haceres del gobierno y que, su permanencia de varios años en Ginebra lo mantuvo ignorante de lo que pasaba en el país.

Tales afirmaciones son, por decir lo menos, difíciles de digerir. Todos los funcionarios de alto rango y más él, como segunda autoridad nacional, se reunían constantemente con el presidente, estaban siempre vinculados por las telecomunicaciones y, por último, debían escuchar las sabatinas (incluso realizó algunas de ellas). De otro lado, a Ginebra llegan noticias de último minuto de los centros mundiales de información, junto con diplomáticos y empresarios que saben lo que dicen y hacen gobiernos y oposición; razón por la cual no faltan datos actualizados y certeros, también chismes, sobre cualquier país. De manera que, lo que seguramente pasó, es que Moreno confió demasiado en la palabra de su amigo presidente y cerró ojos y oídos a las afirmaciones, incluso con pruebas, de los opositores y la prensa nacional e internacional.

El acceso a la primera magistratura se produjo, bajo esas circunstancias, con las manos vacías en términos de planes anual, cuatrienal y de largo plazo. Se ofreció, eso sí, lo que al pueblo le gustó escuchar durante 10 años: reconocimiento de muchos derechos, entrega gratis de todo lo que se pida, posición digna y soberana frente al imperio, fronteras abiertas, buen vivir para los ecuatorianos y los extranjeros socialistas que quieran instalarse aquí.

El golpe del balance de la realidad nacional de junio 2017 fue muy duro para el presidente Moreno: crisis moral, política, económica y social sin precedentes en la historia nacional, luego de una década en la cual hubo enormes ingresos de divisas propias para el país y el Estado, a los que se sumó una enorme deuda pública que superó de largo el “techo” constitucional. El vicepresidente y varios ministros delinquían, no había la “mesa servida” ofrecida, no había plata, proliferaban los nuevos ricos ladrones de los fondos públicos, la situación popular se deterioraba todos los días, el país no tenía buenas relaciones con las naciones y organismos que habían sido siempre amigos. El saliente quería que su sucesor fracase, para regresar como “salvador de la Patria” y quedarse “per secula seculorum” gozando del poder y el favor del pueblo.

El Colegio de Economistas de Pichincha, otras instituciones, varios grupos de expertos desde varias ciudades, organizaciones de trabajadores y empresarios, desde antes de mayo de 2017, le hicieron saber reiteradamente al candidato y futuro presidente sobre la gravísima situación del país y las medidas que deberían tomarse, algunas para “pasar el susto” y otras para lo que llaman “un paquetazo”. Varios ciudadanos dijimos que hay que ir a una Constituyente, para cambiar el rumbo del país, dirigido por Correa hacia el socialismo del siglo XXI, mediante una Constitución que oriente el Ecuador hacia objetivos correctos, de tres funciones del Estado, cero corrupciones pública y privada, democracia práctica, desarrollo económico y social con visión a largo plazo, dinamia del sector privado, amistad y comercio creciente con todos los pueblos del mundo, pero definiendo prioridades hacia los mercados principales.

El presidente respondió manifestando su disposición al diálogo y practicándola durante su primer año de gobierno. Pero, diálogo sin decisiones y peor todavía, diálogo para hacer lo contrario de lo esperado, no es solo pérdida de tiempo, sino incremento de la presión contraria al gobierno, que puede explotar en cualquier momento y con mucha fuerza.

El 8 de mayo de 2018, dos economistas de importante y larga trayectoria profesional, expresaron en el diario EL COMERCIO, sus preocupaciones sobre el futuro del país.

El doctor Oswaldo Dávila, quien fue funcionario internacional de Naciones Unidas y de la Junta del Acuerdo de Cartagena y también Secretario General de Planificación del Consejo Nacional de Desarrollo durante varios años, con un prestigio profesional indudable, manifiesta:

“La presión de varios sectores del país porque se tomen medidas y se dicten leyes y disposiciones inmediatas, sin que exista siquiera delineado un marco político, económico e institucional definido, puede conducir al país a un laberinto sin salida, … Las transformaciones que necesita el país son claramente orgánicas y hasta conceptuales: Salir de la entelequia del socialismo del siglo XXI, versión ecuatoriana, y volver al mundo real requiere valentía y coraje para … construir y aplicar, planificada y honestamente, un modelo posible y creíble de desarrollo, … que, desde su inicio, sin miramientos ni compromisos, afecte y transforme profundamente las estructuras vitales del robot sociopolítico y económico heredado del correísmo el cual, es evidente, sigue funcionando, casi incólume, entre bastidores.” [1]_/

El Economista Washington Herrera, quien fue Secretario General de la Administración Pública de Borja, miembro de la Junta del Acuerdo de Cartagena, embajador en Chile, editorialista del diario EL COMERCIO por varios años, en su artículo “Un año lento y difícil”, escribe:

“Como no hay un programa definido y claro, unos ministros dicen lo que piensan hacer y no hacen, otros reman en sentido contrario y unos pocos promocionan algunas acciones con declaraciones populistas y cifras poco creíbles. Esto contribuye a la descoordinación con lo que expresa los lunes el presidente Moreno… El anuncio del presidente de disminuir la brecha fiscal en USD 1.000 millones de dólares anuales fue adecuado, pero sería bueno saber cuánto hemos dejado de gastar en este año de gobierno, … porque si se sigue malgastando el gobierno perderá credibilidad … Que la conducción económica con criterio social sobrepase la politiquería subalterna, para recuperar el tiempo perdido, son nuestros mejores deseos.” [2]_/

El 9 de mayo de 2018, así mismo en EL COMERCIO, el doctor Manuel Terán, en una parte de su editorial “Agenda 2050”, expresa con profunda preocupación:

“… pensar en lo que podría ser una estrategia de desarrollo a mediano y largo plazo luce como una utopía. No existe un proyecto de nación o, por lo menos, si alguien lo posee o lo ha diseñado lo mantiene guardado, sin que se lo discuta como corresponde entre todos los estamentos sociales. ¿Cómo se percibe el Ecuador dentro de tres décadas? ¿Cuáles son sus necesidades de infraestructura y qué pasos estamos dispuestos a dar para conseguir construirla? ¿Qué niveles de educación se podrá brindar a los niños y jóvenes en el futuro y cómo pensamos preparar a los maestros que estén a cargo de esas tareas? ¿Cuáles serán nuestras políticas de seguridad y defensa y cómo conseguiremos recursos para aplicarlas? Estas y otras tantas inquietudes merecen respuestas de la sociedad entera… [3]_/

El 24 de mayo de 2018, el presidente Moreno señaló, casi textualmente, en ciertos momentos de su discurso de aniversario en el poder: “Vengo a hablarles del futuro… hemos empezado bien, … la mesa estaba vacía…, me da vergüenza la corrupción en el Estado…, el diálogo es un camino…, ha transcurrido un año de poner la casa en orden…, sinceramos las finanzas…, fortalecimos las relaciones con el exterior…, (como país) somos un excelente negocio…, hemos devuelto el rumbo correcto a la economía…, hay un clima de confianza…, empezamos la gran minga agropecuaria…, la empresa privada es muy importante para generar empleo, por lo que le daremos incentivos…, resultó ventajosa la renegociación de los contratos petroleros…, los proyectos mineros en marcha son sostenibles…, el turismo es nuestro futuro…”

El discurso fue positivo, pero se habló poco del futuro a largo plazo; el diálogo es importante, pero algunas decisiones claves demoraron mucho; la casa aún no está en orden; hubo errores graves en la designación de ministros y las finanzas recién se sinceran; hay el deseo, pero llega tarde la acción, para devolver la economía al rumbo correcto; hay confianza interna, pero desconfianza externa (riesgo país elevado); es valioso el resultado de la renegociación de los contratos petroleros; los proyectos mineros son un gran reto para que se puedan ejecutar; el turismo, en efecto, puede generar muchas divisas. El rumbo real es todavía una incógnita.

Con esos antecedentes, considero necesario puntualizar lo siguiente:

     El Ecuador no puede seguir de tumbo en tumbo, sin encontrar la vía que lo lleve a conseguir los objetivos de bienestar de su población, en el marco de la evolución dinámica del mundo, sobre todo en el ámbito tecnológico, y aprovechando todas las posibilidades que le brinde su amistad con todos los países del mundo. Hay demasiados problemas no resueltos, en los ámbitos moral, político, económico y social, y es menester la visión de estadista del gobernante y la unión de esfuerzos de todos los gobernados, para conseguir salud, alimentación, vivienda, educación, empleo, seguro social, para el más alto porcentaje de la población actual y futura, en una espiral ascendente.

    La Constitución 2008 NO SIRVE para llevar al país por el camino hacia el desarrollo que necesita recorrer en este siglo. No cabe tener cinco funciones del Estado, bastan las tres tradicionales; esa Norma no debe ser estatista, porque el Estado no debe ni puede dominar el espacio político; no debe ser presidencialista, para evitar que, quien ejerza el Ejecutivo practique legalmente la jefatura del Estado en todo asunto nacional y no solo en la representación hacia el exterior; no debe darle al Estado facultades de empresario, porque nunca ha cumplido bien esa función; etc., etc. Lo digo desde el 2009, en un libro que se llama ECUADOR: Proyección 2020 y sugiero varios cambios constitucionales.

    El marco político, económico e institucional definido, que reclama Oswaldo Dávila, debe estar incorporado en una estrategia de desarrollo nacional a largo plazo, propuesta por un conjunto de universidades, que obligue a los gobiernos cuatrienales a trabajar en función de las necesidades nacionales de los próximos 25 – 30 años, considerando el crecimiento de la población total y de la oferta de mano de obra especializada, la disponibilidad de recursos naturales, el desarrollo tecnológico potencialmente utilizable, la capacidad financiera de ejecutar proyectos impactantes en la vida económica, los déficits de atención social existentes; y, por su gravitante y enorme importancia, el marco mundial, continental y regional previsible en el que tendrá que vivir el país.

   La crisis institucional vigente hasta el 2017 requiere una solución inmediata. Hay que respaldar y aplaudir la gestión del Consejo Transitorio de Participación Ciudadana y Control Social en el ámbito en el que trabaja. Pero, también la Asamblea Nacional debería depurarse de aquellos que aceptaron el yugo de Correa, aprobaron en el CAL y desde las presidencias de las comisiones, entusiastamente, todo lo que envió como proyecto de ley, sin ejercer la función de fiscalizar en momento alguno, bloqueando toda iniciativa surgida de la oposición, por racional que fuera; y, de paso, colocando a sus padres, esposos, hijos y demás familiares en puestos estatales bien remunerados.

   Quienes tienen autoridad estatal y gubernamental hasta el 2021 no deben ser quienes aplaudieron, apoyaron o aceptaron sumisos lo que hizo Correa en la década perdida. No debe quedar ninguno de ellos en ninguna de las funciones del Estado. Son coautores del desastre nacional, por acción u omisión. Tampoco deben volver los “arrepentidos”, porque la mayoría de ellos recibió jubilosamente la Constitución 2008 y sus disposiciones, y hasta participó en las neutralizaciones violentas de la oposición.

     El país reclama urgentemente la “cirugía mayor” a la corrupción de la década anterior, con el riesgo de que los cirujanos se hieran con el bisturí. No basta con castigar a uno que otro malandrín pescado in fraganti. Hay que cortar las cabezas de quienes hicieron posible que haya tanto robo y despilfarro. No debe haber prisión domiciliaria, ni rebajas por buena conducta, para quienes perjudican a los millones de ecuatorianos; al contrario, las penas deben ser dobles a las legales para los delincuentes comunes. Se debe obligar a que todo ciudadano, a los 18 años, declare su patrimonio y actualice los datos cada cinco años, porque no solo los malos altos funcionarios y empresarios delinquen; pues, hay muchos ricos de la noche a la mañana, que salen de los puestos inferiores de gobiernos y empresas. No se debe condonar deudas con el Estado, porque se benefician los incumplidos y se da mal ejemplo a los demás. No puede ser que los altos funcionarios estén sujetos a control político solo hasta el año siguiente al término de sus funciones.

   Es absurdo que se ponga en duda el principio de autoridad en el Ejecutivo. Es impresentable, interna y externamente, que el presidente y una parte del gabinete den señales de apertura política y económica hacia países que fueron maltratados por Correa y sus seguidores más cercanos y otra parte del gabinete, con la ministra de relaciones exteriores a la cabeza, digan y demuestren con hechos una posición diferente. Eso induce a creer que la palabra del presidente no es fiable o es débil y, en los dos casos, siembra incertidumbre en los medios internacionales sobre la conducción del país.

    El programa definido que propone el economista Herrera para este gobierno debe aprobarse y ejecutarse con la urgencia necesaria para atender los problemas prioritarios, relacionados con la falta de seguridad jurídica, inversión, empleo, producción, exportaciones y con el exceso de gasto gubernamental y deuda pública. Además, debe incorporar medidas acertadas y urgentes frente a la corrupción y el terrorismo.

    No cabía que las cifras de la deuda pública sean diferentes según quien informe: el ministerio de Finanzas, la Contraloría, el presidente de la República, las cámaras de la producción o algún organismo financiero internacional. Eso afectaba a la confianza de los acreedores potenciales y de los inversionistas en la seriedad del gobierno y provocaba que el riesgo país se eleve en la forma en que lo ha hecho en las últimas semanas, a pesar de la mejoría en el ingreso nacional de divisas por el alza del precio del petróleo. Esperamos que Richard Martínez, ministro de Finanzas, siga corrigiendo los errores de proporciones y haga una excelente gestión.

1   El déficit fiscal hay que llevarlo a cero en el transcurso de los próximos años hasta el 2021. Si bien es cierto hay que aumentar la deuda pública para evitar problemas de crisis en el bolsillo fiscal, es inevitable ejercitar austeridad y para ello una de las herramientas es la tijera en el gasto burocrático, que ahora demanda demasiado dinero en sueldos y beneficios, en múltiples entidades que hacen poco o nada o que duplican funciones.

1  Mantener los subsidios y hacer que los precios de algunos productos sean fijados por el gobierno es una forma de vivir de la mentira. No puede ser que un tanque de gas, que dura un mes para una familia de 4 personas, valga igual o menos que una botella de gaseosa que se consume en un día y que al pueblo le cueste pagar ese subsidio para los que pueden financiar el costo real de los cilindros de gas para la cocina y las piscinas y también para los vecinos de Colombia y el Perú. El subsidio debe ser focalizado.

1   En la Cancillería hay que recortar los gastos innecesarios en países que para el Ecuador no significan nada ni política ni económicamente y hay que fortalecer el Ministerio de Comercio Exterior, reubicando parte del servicio comercial en los países donde la demanda puede crecer para los productos nacionales e impulsando las negociaciones de acuerdos comerciales con países y grupos de países con demanda significativa.

1   Conviene apurar la aplicación de la política de cielos abiertos y lograr, en el menor tiempo, que al menos un puerto nacional reciba los barcos post Panamá. De otro lado, se necesita culminar la construcción de la autopista Quito – Guayaquil, como columna vertebral del sistema vial nacional. Es importante elevar la competitividad empresarial, pero es igualmente importante hacer que la productividad nacional llegue al nivel requerido, no en el país, sino en los mercados que demandan productos nacionales.

1   Finalmente, el gobierno dice que fomentará la minería y el turismo. Para lo primero, habrá que defender el ambiente en los contratos con las grandes empresas, además de atender a los pequeños mineros. Para el turismo el gobierno se ha puesto una meta irreal, de un turista por habitante para el año 2021. Se debe trabajar en ese sentido, por el ingreso de divisas que puede generar; pero, para lograr la atracción masiva de turistas de los países desarrollados, hay que darles por lo menos los servicios que tienen en sus casas y tratarlos tan bien que quieran regresar o hablen maravillas del país. No a las pocas rutas aéreas, hoteles de dos estrellas que cobran por cinco, vías con baches y derrumbes y mal señalizadas, taxistas mal educados, playas sucias, gente descortés, precios caros, mal servicio, “hora ecuatoriana”, falta de baños y duchas limpios en playas y balnearios.


[1] _/ DÁVILA ANDRADE OSWALDO, Cartas a la Dirección. EL COMERCIO, Quito, Ecuador. Mayo 8 de 2018.
[2] _/ HERRERA WASHINGTON: Un año lento y difícil. EL COMERCIO, Quito, Ecuador. Mayo 8 de 2018
[3] _/ TERÁN MANUEL: Agenda 2050. EL COMERCIO, Quito, Ecuador. Mayo 9 de 2018

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