lunes, 26 de junio de 2017

Boletín 147: BOLÍVAR Y LA INTEGRACIÓN DE AMÉRICA DEL SUR



Boletín 147: BOLÍVAR Y LA INTEGRACIÓN DE AMÉRICA DEL SUR [1]_/

Eco. Luis Luna Osorio – MBA                                                  Quito, 26 de junio de 2017

La Confederación Bolivariana de América, muy bien representada en el Ecuador por el ilustre Canciller Doctor Amilcar Tapia Tamayo, el 15 de junio de 2017 me incorporó como uno de sus miembros, y me invitó a colaborar en el gran esfuerzo de, algún día glorioso, hacer realidad los deseos del Libertador Simón Bolívar, de formar una América del Sur unida, para enfrentar con éxito a la que él ya veía poderosa América del Norte, beneficiada por “… un gobierno bienhechor que, con una mano hábil, activa, y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social, que es el fin único de las instituciones humanas”  [2]._/

Lamentablemente, ha pasado mucha agua bajo el puente, desde los años en que Bolívar veía en conjunto al continente americano y se preocupaba por el dinamismo con el que crecían los Estados Unidos  y  la pasividad y desunión de esta parte del Continente. Y, la realidad es que, 200 años más tarde de la época de la Independencia,  América del Norte reina en el mundo político, económico, social, tecnológico y militar, y marcha a pasos agigantados, especialmente desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial; mientras que América del Sur casi que marcha en el propio terreno, porque varios de sus países todavía luchan por ampliar sus territorios nacionales a costa del vecino, no practican la democracia y niegan al pueblo sus libertades, buscan la supremacía de ideologías obsoletas en el resto del mundo, se mantienen en el subdesarrollo y la dependencia de terceros, acrecientan las masas de poblaciones pobres y con educación deficiente o sin ella, son incapaces de generar innovación y seguir el paso a la más moderna tecnología.

En consecuencia, la tarea de quienes seguimos el ideal bolivariano es inmensa y sobrepasará, de lejos, la vida nuestra. Pero, como no hay peor decisión que la de no hacer nada en pro de nuestros objetivos, porque los sabemos poco menos que imposibles, estamos aquí para decir que ahora, desde esta nueva trinchera, trataremos de lograr metas, paso a paso pero sin descanso, en pro de la integración de la América del Sur y ojalá, de América Latina; para converger hacia un estado de bienestar común de los pueblos. 

En mi familia, la admiración por Bolívar estuvo presente desde antes de mis días. Mi padre, sin embargo de ser católico practicante, bautizó y llamó siempre a su  primer hijo varón con el nombre de Bolívar, porque admiraba la generosidad sin límites y la disposición del Libertador para servir a los demás sin esperar nada a cambio; su valentía para enfrentar todos los rigores de la guerra, la política y las traiciones, sin importarle las eventuales derrotas en batalla o personales; pero, sobre todo, su visión del futuro, que lo llevó a soñar en la Gran Colombia y una América del Sur unida. 

Todos mis hermanos y yo nos educamos en el Colegio Nacional Bolívar de Tulcán, aprendimos a quererle al patrono institucional, y lo que es más importante, los maestros de ese establecimiento rindieron el mejor de los tributos a Simón Bolívar, cumpliendo a cabalidad sus funciones y haciendo de sus jóvenes alumnos, varios de ellos aquí presentes, hombres de bien, honrados, trabajadores, leales, tenaces, deseosos del progreso de nuestro país, nuestra tierra y nuestras familias.

En mis libros y en la cátedra universitaria, especialmente de la Universidad Andina Simón Bolívar, he buscado que los lectores y los alumnos se identifiquen con el Libertador, poniendo en sus mentes la información y el análisis necesarios para que trabajen por la unión de los pueblos latinoamericanos y contribuyan, desde sus funciones estatales o sus empresas, a construir la América unida, integrada, con visión de futuro, solidaria y cercana. 

Buena parte de mi vida profesional he dado mi aporte a la búsqueda de la integración económica de los pueblos de América Latina y de la Subregión Andina. Lo he hecho como parte de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas, en Chile; como funcionario de la Junta del Acuerdo de Cartagena, en Lima; como integrante y autoridad de los ministerios ecuatorianos responsables de impulsar la integración latinoamericana, en Quito; y, como coordinador de la Secretaría de Integración Fronteriza Ecuatoriano – Colombiana, en Tulcán. También, desde los importantes organismos empresariales que reúnen a industriales y exportadores. 

Y entonces, como observador y actor, he asistido a una enorme cantidad de reuniones de presidentes y de otros altos funcionarios de los gobiernos, en los que las palabras proyectaban el ansia por avanzar hacia el desarrollo armónico de América Latina y su integración, pero los hechos demostraban que siempre priman los intereses nacionales y muchas veces las actitudes irracionales de quienes, teniendo como su responsabilidad principal la conducción de la política exterior de sus países, suscriben múltiples acuerdos, gastan esfuerzos, realizan innumerables viajes, pero apuntan para diferentes lados.

No es otra cosa el hecho de que en América del Sur coexistan la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Comunidad Andina (CAN), la Unión de Naciones de América del Sur (UNASUR), la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y otras instituciones, provocando primero una fragmentación continental, luego una lucha soterrada por ganar poder en alguna de esas instituciones; después, una dispersión de esfuerzos que hace que la mayoría de esas entidades no cumplan sus funciones; y, finalmente, el quemeimportismo y hasta la oposición de los ciudadanos, con respecto a una empresa que necesita del apoyo general para hacerse realidad. 

Más aún; cada una de esas instituciones “integradoras” multiplica la formación de grupos especializados, encargados de llevar adelante ciertas acciones puntuales o de atender los problemas de ciertos sectores productivos o sociales; pero, el balance es totalmente negativo, porque no tienen planes de largo plazo ni recursos financieros para trabajar o porque sus reuniones inaugurales resultan también reuniones finales, pues nacen del deseo de algún funcionario con poder efímero en un país, que quiere figurar en el ámbito internacional, y no de una verdadera y justificada razón de avanzar hacia la integración. 
El diagnóstico es pesimista, pero es real y resulta de mi experiencia de varias décadas. Lo que interesa es superar los problemas y encontrar las soluciones más idóneas.

No basta la metáfora de que la espada fulgurante de Bolívar marcha por las tierras americanas liderando la batalla por el desarrollo y la justicia social. Es repulsiva la denominación de “Bolivariana” de una revolución que ha hecho de la patria de Bolívar el ejemplo de lo que no deben ser un gobierno y una nación.

Por ello, cada uno de nosotros y las entidades a las que pertenecemos, debemos  trabajar todos los días del año en poner el hombro al desarrollo nacional y a la integración continental, como buenos ciudadanos.

Qué podemos sugerir?

Primero, que la integración de América del Sur tenga claros objetivos políticos, económicos y sociales. En la parte política, una presencia cada vez más importante en el concierto internacional, resultado de una posición única o concertada de todos los países de la región; en lo económico, el avance constante hacia la formación de una unión económica, en la que las personas, los capitales, las mercaderías y los medios de transporte puedan moverse libremente; en lo social, el propósito y la acción para que cada día disminuyan las lacras de la pobreza extrema, la desnutrición, el analfabetismo, la falta de empleo, las enfermedades resultantes de las deficiencias de servicios básicos de prevención de la salud.

Segundo, que al menos en aspectos fundamentales como los derechos humanos, vayamos hacia una Constitución regional. Derecho a la vida en sociedad, en paz y sin delincuencia; derecho a la democracia y la libertad; derecho a la utilización racional de los recursos naturales;  derecho a la educación gratuita en los niveles primario y medio; derecho a la comunicación libre y a la información estatal transparente; derecho a la salud gratuita para todos, especialmente para quienes soportan enfermedades catastróficas; derecho a la libre movilidad de las personas, sin necesidad de más documentos que los emitidos en su país de origen; derecho al trabajo en cualquiera de los países y con seguridad social; derecho a una remuneración mínima según el nivel educacional y la experiencia; derecho a la asociación lícita, la innovación y la propiedad intelectual. 

Tercero, que la integración económica sudamericana sea dirigida por un solo organismo, conformado por los ministros de la producción de los países, que cuente con una secretaría general financiada por los estados, pero autónoma en su administración, con capacidad de proponer políticas orientadas a planificar, incrementar y profundizar las acciones de integración regional, en todos los ámbitos posibles. Realizar lo propuesto implica eliminar las entidades subregionales ahora existentes, hacer que el patrimonio histórico de ellas se aproveche y conduzca a armonizaciones y unificaciones de políticas, en plazos perentorios. Este esquema ya fue utilizado con éxito por los países del Grupo Andino en los años 1969 a 1976 y solo la miopía de los gobiernos de entonces hizo que se lo destruyera, para dar paso a la Comunidad Andina, que perdió la visión integracionista e hizo prevalecer los intereses nacionales de unos países sobre los de los otros. 

Cuarto, que los gobiernos se comprometan a ejecutar conjunta o coordinadamente los proyectos de desarrollo de la infraestructura que sean necesarios para acercar a los países del Atlántico con los del Pacífico y brindar un mejor servicio a las personas y las empresas, una vez que uno de los problemas mayores de la región es el de las largas distancias que hay que recorrer para llegar de unos a otros. Para ese efecto, aprovechar la tarea desarrollada por la Iniciativa para la Integración Regional Sudamericana (IIRSA)

Quinto, que gobiernos, empresas y universidades de todos los países se comprometan a llevar adelante investigaciones de gran alcance y costo, sobre aspectos de importancia regional, a fin de generar tecnología de punta, especialmente sobre productos agropecuarios tropicales y productos agroindustriales derivados.

Sexto,  promover la formación de empresas sudamericanas con capacidad de abastecer el mercado propio y el internacional, mediante políticas fiscales de impulso a su creación, operación y exportación. Para ello, es básico hacer converger a los entes financieros de la Región en uno solo, incrementar sus recursos y lograr que otorgue crédito fácil sobre proyectos que demuestren la rentabilidad de su puesta en marcha y operación.

Algunos lectores pensarán que tengo un optimismo exagerado y que, como algún día me dijeron sobre los planteamientos de mi primer libro, si se cumple el 10 por ciento, estamos hechos. Pero, creo que quienes trabajamos con el intelecto y hemos vivido de él durante más de medio siglo, tenemos derecho a proponer un rumbo hacia el horizonte y quizás a empezar a desbrozar la selva, para que sean nuestros descendientes, los que formen la trocha, amplíen el camino y faciliten la consecución de la meta por los futuros habitantes de estas tierras, que recorrió Bolívar a caballo, meditando en los Estados Unidos del Sur, y que pueden ser, porque tienen capacidad para serlo, el asiento de una nueva cultura mundial, rica en la capacidad de su gente para trabajar, en los recursos de su geografía, para alimentar y servir al mundo, en la belleza de sus paisajes para amar la libertad y la belleza. 

Termino parafraseando lo que dijo el Libertador en Angostura, con respecto a la unión de la Nueva Granada y Venezuela, y aplicándolo a América del Sur:

“Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con imaginación y pasmo, la prosperidad, el  esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos, que la naturaleza había separado, y que nuestra patria reúne con prologados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de cetro, de emporio a la familia humana; ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y oro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres del antiguo universo; ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuan superior es la suma de las luces, a la suma de las riquezas, que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno.” [3]_/
______________________________________________________________________________
LEA EL LIBRO “ECONOMÍA INTERNACIONAL Y DE AMÉRICA LATINA”, de Luis Luna Osorio y Claudia Marcela Bastidas. Le será muy útil. Adquiéralo en las librerías del país y de Colombia.
SI LE GUSTA ESTE BOLETÍN DIFÚNDALO;  SI NO DESEA RECIBIRLO, AVISE AL EDITOR  llunao@uio.satnet.net


[1] _/ Texto del Discurso de incorporación de Luis Luna Osorio a la Confraternidad Bolivariana de América.
[2] _/ SIMÓN BOLÍVAR: Mensaje al Congreso de Angostura, Venezuela. Febrero 15 de 1819.
[3] _/ SIMÓN BOLÍVAR: Mensaje al Congreso de Angostura, Venezuela. Febrero 15 de 1819.

No hay comentarios:

Publicar un comentario