miércoles, 14 de diciembre de 2016

DISCURSO, EN EL COLEGIO DE ECONOMISTAS DE PICHINCHA, DEL DR. ENRIQUE SIERRA CASTRO



Boletín 134: DISCURSO ACADÉMICO, EN EL ANIVERSARIO DEL COLEGIO DE ECONOMISTAS DE PICHINCHA, DEL DR. ENRIQUE SIERRA CASTRO

Eco. Luis Luna Osorio MBA                      Quito, Diciembre 11 de 2016

El 24 de noviembre de 2016, el Colegio de Economistas de Pichincha (CEP), celebró un nuevo aniversario y en la Sesión Solemne de esa fecha, el Doctor Enrique Sierra Castro, autor de numerosos libros sobre Economía y Desarrollo, Miembro del Directorio del  CEP, fue el encargado de pronunciar el Discurso Académico de orden.

Para beneficio de los lectores de este Blog, se transcribe textualmente ese Discurso, para celebrar que los receptores directos de los 133 boletines anteriores suman 105.600, los lectores en Google superan los 250 mil y los lectores potenciales son más de 1,5 millones, lo que genera una gran satisfacción para su autor y, a la vez, una enorme responsabilidad de continuar en el esfuerzo.

DISCURSO DEL DOCTOR ENRIQUE SIERRA CASTRO – Noviembre 24 de 2016

Lo corriente en los discursos académicos de Economía  es exponer el pensamiento y las teorías económicas de autores importantes que han hecho escuela.  Sin embargo, en esta oportunidad se tomarán  otras vertientes.

CONCEPTOS.- A mi juicio, tres son los conceptos que orientan a las macroeconomías capitalistas  y mixtas: cantidad, velocidad  y,  uno menos recurrente pero importante,  calidad. En la praxis, estos conceptos se apoyan en el desarrollo  de la ciencia, la tecnología y en la administración de empresas.  El desarrollo de estos fundamentos es  inducido, a su vez,  por la economía de más cosas más velozmente producidas. Las grandes economías modernas han llegado a ese estadio tratando de lograr  más cantidades a mayor velocidad.  En efecto, presenciamos una constante y febril actividad dirigida a incrementar las cantidades y a producirlas  más velozmente. Por diferentes medios y condiciones se tiende  a  incrementar la producción y otras funciones y valores económicos.  La visión empresarial –y también de gobernantes– es conseguir más producción, más ventas, más inversiones, más ganancias; en el ámbito de la economía nacional, más PIB, más consumo, más presupuesto; todo más. 

Por otro lado, más grandes establecimientos productores, más grandes medios de transporte, más vastos mercados; bancos más grandes; sociedades de capitales más extensas, etc. Así como se procura más y más cantidades, también se trata –hasta con desesperación– aumentar las velocidades: procesos de producción más rápidos, transportes más veloces, ventas más urgentes. Todo a mayor velocidad.

Estas condiciones económicas se sintonizan con la vida humana, la  que está sometida  al imperio de más y más cantidades y velocidades. Nos abruma la promoción de bienes y servicios; la insistencia de los oferentes… “lleve  dos que  sale más barato”;  “llévelo ya”.  El uso del vocablo “ya”, en este sentido, es todo un signo de inmediatez.

ATRASO.- Tales ondas expansivas –de más y más–  en las economías desarrolladas e hiperdesarrolladas, van dejando atrás a las regiones y países que no pueden seguir su ritmo. De ello están conscientes sus dirigentes políticos y sus clases empresariales; saben que no podemos seguirles el paso. También conocen que nuestros países van quedando sin materias primas y que se deteriora su medio ambiente; que se van  reduciendo las selvas, faltando el agua, agotando los yacimientos mineros; al mismo tiempo que, sin embargo, nos llenamos de desechos tecnológicos y de deudas, al paso  que se deterioran  nuestras condiciones de vida.

Nuestros países reciben la influencia –muy inducida por las grandes y modernas economías–  de imitar, en lo que la concentración de la riqueza  lo permite, algunas de sus formas de consumo; es el conocido efecto demostración.

Estas economías hacen penetrar  dicho efecto en  nuestro medio,  más que ideas y modos para desarrollar las capacidades productivas amigables con el medio natural y social. Usan nuestra fuerza de trabajo; pero, nos dejan a cargo su capacitación, educación, salud y vejez.   

AUGE Y CRISIS.- Cuando los conceptos mencionados –tan íntimamente concatenados,  cantidad  y  velocidad– tienden a intensificarse, se llega  a los crecimientos acelerados de las macroeconomías y  a los auges económicos. Pero, cuando esos conceptos se debilitan, aparecen los síntomas de crisis que  las teorías del desarrollo las han graduado y calificado; son las nominadas desaceleraciones, recesiones, depresiones, etc. 

Las grandes  economías son propensas a transitar por fases de lento crecimiento y de crisis; de modo que, cuando aparecen aquellos síntomas, suenan las alarmas, llegan las preocupaciones y los desfallecimientos.  La clase empresarial ya intuye que en el seno de la economía están madurando condiciones que pueden culminar en crisis generales, comprometiendo, de hecho, a las economías menos desarrolladas.

POLÍTICA ECONÓMICA.- En las previsiones de crisis y en el enfrentamiento de  las crisis mismas, se recurre a la llamada política económica, envuelta en la retórica de que el Estado  debe salvar la economía y volverla a punto de iniciar nuevas fases de recuperación y de auge.

El capitalismo inventó y cedió espacio a la política económica para salvarse a sí mismo y enriquecerse más con menos riesgos. Los costos de toda política económica, a la corta o a la larga, son cargados al pueblo.  Las economías capitalistas se transformaron en mixtas gracias a la política económica. Esta agrega a la gobernanza un arsenal de herramientas al servicio, en definitiva, del capital; sin  embargo, sin  ellas, las crisis serían más frecuentes y prolongadas.

CRISIS.- Se mencionó  la  palabra “crisis”.  Nadie querrá oírla o leerla; pero, ahí está, para singularizar situaciones  que lo ameritan. Los economistas, políticos y líderes sociales pueden y deben discutir y aclarar las fases en que se encuentra el proceso económico de  sus respectivos países, a la luz de  manifestaciones financieras, de producción y ocupación vistas objetivamente.  Evidencias de debilitamientos económicos –caída de las ventas y de la producción; cierre de empresas y emigración de capitales, desocupación, descenso de los ingresos,  déficit fiscal, endeudamiento público masivo, etc., implica que la macroeconomía está transitando por una crisis más amplia que lo que significa  cada una de aquellas situaciones particulares.

No hay que temerle  a la palabra crisis.  La Real Academia Española, en su quinta acepción de la palabra crisis, expresa que en economía significa… “Reducción en la tasa de crecimiento de la producción de una economía, o fase más baja de la actividad de un ciclo económico…”. La negación de las evidencias y el silencio de las palabras no detienen los procesos críticos, aunque el pueblo calle sus penosas consecuencias.

AVANCE Y RETROCESO.- La política económica no siempre aporta soluciones definitivas; sobre todo,  si no es bien pensada y aplicada oportunamente en el contexto de las condiciones económicas y sociales prevalecientes, y si no es respaldada con mecanismos adecuados que sustenten las soluciones esperadas. En América Latina, hace un par de años, se elogiaban los resultados obtenidos en disminuir el pauperismo; pero, hoy por hoy, con la desocupación a mayor escala y la caída  de los ingresos, se constata el retorno de la pobreza y su extensión a la clase media.

PLANIFICACIÓN ECONÓMICA.- La política económica incorporó  la planificación como función del Estado.  Al término de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, la dirigencia política de las potencias europeas introdujo la planificación para enfrentar la vasta destrucción de sus activos económicos y sociales; y, para sacar a sus economías nacionales de las vocaciones bélicas en que  habían caído,  y transformarlas en economías de paz y de comercio internacional.  

Con la planificación, Europa reflexionó más fundadamente su futuro, así como las potencialidades de sus economías globales y de sus sectores productores, al tiempo de proyectar concienzudamente sus servicios y políticas sociales. La política económica tuvo en la planificación una herramienta para armonizarse mejor y ser más eficaz. 

Ante la enorme tragedia de la guerra, la planificación fue aceptada en Europa; pero fue negada en la mayor potencia mundial, cuya economía no sufrió por el conflicto bélico; por el contrario, la guerra constituyó la plataforma que lanzó a la economía norteamericana al más alto nivel internacional y de bienestar.

 PLANIFICACIÓN EN LATINOAMÉRICA.- La planificación también entró en América Latina.  Los poderes dirigentes de las economías de la región –clases empresarial y política, más los dueños de la inversión extranjera– la admitieron ante el riesgo social que significaba la presencia de la vasta pobreza existente a mediados del siglo XX. En América Latina la planificación fue, de facto, un proyecto intelectual que, antes de medio siglo, evidenció su fracaso.

De los cuatro trabajos efectivos que constituye un plan nacional: diagnóstico; formulación de objetivos, metas y proyectos; ejecución; y, evaluación, en América Latina se logró avanzar sólo los dos primeros. 

Nunca ha existido  en las clases dirigentes  disposición sincera  de ejecutar los planes, mucho menos de evaluar sus resultados. En estas experiencias latinoamericanas de planificación, la clase política pronto descubrió que la formulación de metas y proyectos de los planes era un acervo de promesas, su argumento más eficaz para mantenerse a flote en la política y conquistar el voto ciudadano. 

La planificación no ha sido rectora de la política económica, pero ha servido a la demagogia. La política económica real ha seguido, como siempre, improvisándose y aplicándose conforme a los intereses de turno; a menudo llega atrasada a las crisis. Sin embargo, siempre hay opción de recurrir a la planificación como método de gobernanza, especialmente en las situaciones de escasez extendida, en las grandes catástrofes, en la vasta pobreza, en la guerra o graves apremios nacionales. 

Es factible utilizarla, sin duda,  con realismo, decisión y vocación política, superando los defectos de las experiencias anteriores. El planificador, por su parte, debería aplicar métodos sencillos y de fácil comprensión y operación.

APORTES.- Se sostiene, con razón, que la planificación aportó en América Latina conocimientos e ideas sobre nuestros países; agregó métodos de análisis y aclaró conceptos, como la pérdida de los términos del intercambio, que tanto negaron las potencias hegemónicas; planteó la necesidad de las reformas y algo concientizó sobre  la hegemonía internacional. Alentó la integración del comercio de la región que, hoy por hoy, se desvanece en medio de una pluralidad de acuerdos y en presencia de un nuevo imperialismo prometedor de mega proyectos; pero, en el fondo, la planificación está fracasada, resultado constatado por doquier.

La clase política que aceptó lo más elemental de la planificación, sin embargo, no asimiló en el pasado ni ahora, en la contemporaneidad, el mensaje de la literatura bíblica de años de abundancia y años de escasez.  Para ella, la abundancia son años de derroche y  de ejecutar cualquier  gestión económica  dando espacio a  vasta  corrupción; y,  los años de escasez, períodos con más pauperismo, pero también con corrupción.

PROMESAS Y CRÉDITOS.- Las ideologías, que en otros tiempos alentaron las reivindicaciones sociales,  se han evaporado, al mismo tiempo que se aminoró el proletariado y se expandió la clase media, el profesionalismo y el trabajo independiente.

La economía y la sociedad han caído en la vorágine de más y más cantidad, y de más y más velocidad, acompañadas las dos, en el campo político, de más y más promesas de obras y de consignas huecas que destruyen y corrompen cualquier proyecto ideológico. El pueblo asiste y aplaude más las promesas que las inauguraciones de proyectos y obras; sabe que son inauguraciones con vastos y duros créditos aprobados sobre hipotéticos futuros financieros. Los créditos públicos se apoyan objetivamente sobre las espaldas de las generaciones por venir.  El endeudamiento de los países  en desarrollo somete su futuro a sus acreedores, cualquiera que sea el signo ideológico de estos.

En las economías capitalistas y/o mixtas toda deuda se paga y también en las autodenominadas economías socialistas. Si la economía y la política económica no son capaces de generar ahorro, el crédito, con el que sobreviven los países en desarrollo, genera una pesada carga sobre largos períodos.  Los años de abundancia, de derroche y corrupción tienen un elevado costo futuro, por más que se trate de justificar los créditos tomados.

CORRUPCIÓN.- Proyectos y obras –las llamadas inversiones y los programas sociales– ofrecen, quiérase o no, oportunidades de corrupción; pues, la corrupción no solo es parte de los procesos administrativos públicos, sino también de las transnacionales, de las empresas menores y hasta de los modestos negocios locales. Hay corrupción en períodos de abundancia y también en períodos de escasez, y hay  corrupción en el capitalismo y también en el socialismo. En uno u otro estadio ideológico,  las empresas  consideran a la corrupción una práctica ordinaria, cuyos costos son parte de sus cálculos.  En este marco de responsabilidades, en América Latina  hay que incluir también  a los partidos políticos, a los cultos y a otras  entidades civiles que reciben rentas públicas ilegales y no legítimas.

Los mega escándalos, denunciados en los últimos tiempos en naciones e internacionalmente, demuestran la vasta deshonra y el cinismo que subyace en los negocios públicos y privados. Denunciar estos escándalos no es suficiente.  La ardua tarea es erradicar la permisión, el hábito y la impunidad de la corrupción. La deshonestidad  ha calado hasta los niveles más bajos de las administraciones, apoyada por la inconsecuencia profesional y social.

La corrupción menuda –que sí se la práctica– es inducida por la pobreza y el efecto  demostración.  La corrupción es un crimen, merma los recursos del  pueblo. Por lo mismo, debe ser constantemente perseguida, denunciada y severamente castigada. Hay que desarrollar en las naciones, particularmente en sus administraciones públicas y en el empresariado, una basta y profunda concientización ética y de honestidad, acompañada de tecnologías verificadoras y controladoras,  hoy  más prácticas y efectivas. Sin concientización social y sin relievar los méritos de la honestidad  y de la seriedad en los negocios y administraciones, es difícil erradicar tan costosa e injusta práctica.

CALIDAD.- El tercer concepto mencionado al principio –calidad– ha sido relievado por la conciencia social contemporánea como un mega concepto;  y,  ha tomado las singularidades de reivindicación. Es una demanda que las sociedades, especialmente  de las naciones de menor desarrollo, están exigiendo bajo las expresiones –que hablan por sí solas– de calidad de vida, calidad laboral, calidad en la alimentación, educación y salud; calidad de la vivienda, del ambiente, del transporte, etc., y también calidad en el tratamiento de los servicios públicos y privados a las personas de cualquier condición; calidad de los medios de comunicación para mejorar la información y cultura de la población; calidad en las relaciones y tratamientos entre las personas.
Las potencias industrializadas –capitalistas y mixtas–  exportadoras de bienes y de servicios, los producen con distintos estándares; de baja, mediana y alta calidad; destinados los primeros a los países pobres, tendencia fácilmente advertible. En el ámbito de la calidad han surgido, como se ve, demandas esenciales para bajar los niveles críticos de riesgos humanos, como son la calidad de vida, de trabajo y ambiental.  De hecho  son  reivindicaciones por la vida y la  cultura humanas.

CONCIENCIA Y REVEINDICACIONES.-  Cuando los economistas analizamos temas de nuestra disciplina, se espera y se piden soluciones. Sin embargo, no toda situación económica tiene  soluciones fáciles  o viables de inmediato. El mayor elemento auspiciador de soluciones es la conciencia y la reivindicación social. De ahí la importancia de los diagnósticos y de la discusión de las realidades. Es necesario correr las cortinas para ver las verdades sustantivas.

Profesionales de otras ciencias tienen iguales exigencias, lo que también es importante; pues, para un problema no bastan los aspectos económicos. La congregación de profesionales y técnicos de diferentes disciplinas es indispensable en la vida moderna para resolver los aspectos críticos con criterios técnicos, ética y solidaridad.

CIENCIA.- Sin duda que los extraordinarios progresos de las ciencias y de las tecnologías ameritan aplausos fervientes. Al interior de los círculos de científicos, tecnólogos y de pensadores de estas temáticas, se discute si las direcciones que en la práctica han tomado sus realidades son las más consecuentes con las condiciones presentes y futuras del planeta, de la población humana y del resto de la vida orgánica. Es una discusión necesaria y útil.

El desarrollo científico y tecnológico de la era moderna se ha sustentado en la concentración de los patrimonios, de los activos y de la renta generada por las economías. De ahí que sus tendencias resulten más eficaces para las clases ricas –con vasto poder de compra– que para resolver los problemas del  pauperismo y de las naciones atrasadas.

Aunque en nuestro mundo en desarrollo nos parezca increíble, ya hay en las sociedades hiperdesarrolladas  ofertas –con clientes interesados– para el turismo espacial, con las comodidades necesarias; ya hay, en otro lado,  posibilidades  ciertas de   manipular  células madres apropiadas para crear seres humanos con cualidades  y atributos prerequeridos.  Sin duda, esta es una grosera intromisión en la vida íntima y del  amor humano. Pero, en esos trabajos están involucrados científicos, tecnólogos y la industria, expectante de sus resultados.

A procesos como esos somos convocados, entre otros profesionales, los economistas, como lo somos también por la industria bélica. Los principios  morales –concretamente la ética– entran en tensión versus las ambiciones laborales, de ingresos y de posiciones sociales que cada profesional y su familia procuran.

POLITIZACIÓN.- En América Latina se está dando una excesiva politización de los asuntos públicos y privados; en nuestro campo, concretamente en la política económica.  Esta es una herramienta seria y delicada de la gobernanza,  que debería ser aplicada con honestidad y eficacia para que produzca los resultados buscados. Sin embargo, hay actores de la política económica que lo que más  procuran es beneficiar  los intereses a que se deben, junto con acrecentar su  prestigio y popularidad, así como descubrir oportunidades de corrupción. 

Las ambiciones de estos actores son fuente de errores y de distorsión de los resultados finales de la política económica. La política económica debe ser, en primer lugar, necesaria y transparente, libre de corrupción, bien formulada y aplicada.  De tiempo en tiempo, sus resultados deben  ser evaluados  y  la política corregida, por cierto, cuando lo amerite. 

Podría sostenerse  que todo esto es retórica; pero, por el  juego de intereses que entraña la política  económica, ésta tiene que atenerse a un comportamiento ético y político-social mínimos. Este es un reclamo justo y necesario.

DIVISIÓN SOCIAL.- Otra tendencia observable en América Latina es el fraccionamiento de las naciones y la diligencia puesta en su instrumentación; sin duda, este es  un accionar perverso. Es un mal mensaje a la nación, utilizar los poderes y recursos públicos, para dividir la población; contabilizar y calificar a unos ciudadanos y ciudadanas a un lado y situarlos frente a otros u otras de la misma patria. 

Se supone que los gobiernos, en democracia, representan a toda la nación de sus respectivos países.  Esta corriente de propósitos y de acciones  entraña, por lo general, en los elevados mandos del poder, una alta dosis de dogmatismo y de autoritarismo que llega hasta silenciar voces y libertades; sin extrañarnos, sus aspiraciones se prologan al extremo de lesionar la democracia institucional y la independencia de los poderes públicos, particularmente a la administración de justicia. 

Sin tribunales independientes no hay gobernanza ni administración pública honesta y transparente. Cuando en democracia,  por motivos ideológicos y políticos inmediatos, se radicaliza la politización del accionar de los poderes públicos y de la civilidad  y, por otro lado, desde los gobiernos se induce la fragmentación social, la gobernanza evoluciona mal; va de tensión en tensión; de contradicción en contradicción, cayendo en situaciones confusas y debilitando los idearios de mayor jerarquía; se irrespetan las políticas de Estado y se imponen las de gabinetes.

Entonces, se  confunde y se pierde  la orientación y el control de las actuaciones públicas, en tanto que en la nación se crean escenarios  confusos y anarquizantes. En tales condiciones políticas y sociales, la economía nacional se deteriora;  se pierde la confianza de inversionistas y acreedores; se debilitan los principales instrumentos de la política económica –presupuesto, sistema monetario, endeudamiento, conducción de los procesos públicos de inversiones,  de comercio exterior, etc.,  se difunde el desaliento económico y se expande la corrupción.
En el caos del desgobierno se buscan justificaciones,  recurriendo para este fin a las cifras e indicadores económicos, los que, de hecho, en esas circunstancias, pierden la virtualidad de sus contenidos. Un pueblo fraccionado por objetivos políticos y electorales es débil; carece de fuerza para sus  reivindicaciones; y, lo más  grave, es que las heridas del fraccionamiento perduran por largo tiempo. Desaparece  la confianza entre las personas, en circunstancias que los gobiernos son pasajeros y los pueblos  permanentes.

DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN.- Ante las tendencias  evidenciadas en América Latina, vale reflexionar sus implicaciones.  Desde ya, cualquier nación entraña una pluralidad de seccionamientos proveniente de la historia y de la posesión de activos económicos, del profesionalismo  y de tantos otros aspectos.

Pero los seccionamientos dirigidos, como los mencionados, son, sin duda,  sensibles a la epidermis social. Es sumamente complejo –como lo demuestra la historia moderna– transitar por las vías democráticas a la revolución.  Las revoluciones  más clásicas del siglo pasado –Rusia, China, Cuba, Vietnam– ilustran que a la gobernanza nacional revolucionaria se llega por vías revolucionarias; no por medios democráticos. 

Si se pretende esto último, se traiciona el sistema electoral y el voto popular; se cae en una gran contradicción, prácticamente irresoluta para la propia revolución. Un proceso revolucionario implica la mudanza de todo el sistema  económico y social histórico de una nación, incluyendo su inserción internacional.  Un intento revolucionario desde el sistema democrático es mucho más complejo; pues,  el sistema vigente se defiende a sí mismo, con toda su estructura económica, social y política, más sus nexos internacionales, como se verificó en los casos latinoamericanos del siglo pasado, entre otros, Chile.

Intentos fallidos de revolución desde la gobernanza  democrática dejan a la nación dividida y con gran desconfianza hacia el sistema político y entre las agrupaciones civiles. Lo relevante de esta situación es el reflujo político-social, como ya se observa en Latinoamérica. Los proyectos revolucionarios fallidos pavimentan el camino de fuerzas conservadoras, con todo el costo económico-social  que  esa  circunstancia carga al pueblo.

CONCIENCIACION.- Desde los conceptos más pragmáticos, corrientemente usados por la población  -cantidad, velocidad y calidad- que orientan  los procesos micro y macro económicos,  se infieren situaciones económico-sociales que, junto con los escenarios de nuestros tiempos, ofrecen un temario interesante que meditar. Los economistas de América Latina tenemos mucho que pensar y nuestro Colegio de Economistas de Pichincha mucho en que trabajar para contribuir a la concientización social, y al análisis y comprensión de las nuevas tendencias y condiciones de nuestros países. GRACIAS
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