Realidades importantes del sector agropecuario mundial en el 2013, son: una producción que supera con creces las
necesidades; una pésima distribución de los ingresos y los alimentos, que hace
que grandes poblaciones sufran de hambre y otras tengan enormes excedentes;
consumo mundial casi exclusivo de pocos productos agrícolas; precios muy altos de
los cereales y de los alimentos en general en 2008; del azúcar, la carne y los
aceites vegetales en 2011, negociación fracasada desde hace tiempo, de la Ronda
Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que no logra eliminar los enormes
subsidios agrícolas vigentes en los países desarrollados; incapacidad financiera
de la mayoría de los gobiernos para apoyar al sector agropecuario.
Además, dice la FAO, en su Informe 2013: los pequeños productores del
campo suelen encontrar obstáculos específicos para desarrollar su actividad; por
ejemplo, “la extrema pobreza, la fragilidad de los derechos de propiedad, el
acceso deficiente a los mercados y los servicios financieros, la vulnerabilidad
a las crisis y la escasa capacidad de tolerar el riesgo… Velar por la igualdad
de condiciones entre la pequeña agricultura y los grandes inversores es
importante, por motivos tanto de equidad como de eficiencia económica”.
En el futuro, el cambio climático mundial afectará de manera negativa al
sector agropecuario, porque incidirá especial y negativamente en el aire, el
agua y los suelos. Las variaciones fuertes de temperatura que se están dando,
junto con las lluvias y las sequías en épocas diferentes a las tradicionales y
en demasía, además de varios otros actos de Dios, harán que el suelo se inunde
o se desertifique en grandes áreas, no se pueda programar o se destruyan los
cultivos, y aparezcan o resurjan plagas peligrosas, los precios sean volátiles.
La situación
señalada influirá decisivamente en la disponibilidad de agua para todas las
necesidades humanas, los cultivos, la ganadería y los bosques; pues, es un
hecho notable a simple vista que, en los veranos más difíciles, los nevados
reducen de manera considerable sus áreas de hielo, como en el caso del
Chimborazo y el Cotopaxi, lo que determina que muchos de los ríos que nacen en
ellos se sequen, las plantas se pierdan, los animales sean movilizados o
enflaquezcan y mueran; y, los bosques se incendien; y, en los duros inviernos,
hay inundaciones por doquier, pérdidas enormes de plantas y animales,
destrucción de vías y viviendas.
En el Ecuador, es muy
posible que se amplíe la frontera agrícola de la Sierra, sobre la
base de las políticas del Gobierno, mediante la entrega de tierras ahora no
cultivadas, especialmente del Estado, a los agricultores; pues, el Presidente
Correa ha dicho que resta por hacer la “revolución agraria”. Como esa acción
posiblemente iría aparejada con capacitación, asistencia técnica y una política
social de crédito al campesino en condiciones muy favorables, incluso puede
suceder que aumenten mucho la producción orientada al consumo interno y su
productividad; y, que se renueve con fuerza el consumo de productos autóctonos que
se hallan casi en extinción.
Los grandes terratenientes
verán reducidas sus posibilidades de producir, sobre todo por la inseguridad respecto
a su propiedad del suelo; y, es probable que muchas propiedades sean adquiridas
por grupos de campesinos, con el apoyo del Estado. En este caso, es válido
advertir que, solo si hay una gerencia técnica (no política), las tierras,
generarán mayores volúmenes de producción; de lo contrario, terminarán, como en
otros países, dando cosechas menores que antes; e, incrementando la pobreza y
el desaliento campesino.
En la Costa, si el Gobierno no aplica sus teorías ambientalistas extremas, la
producción agrícola no tendrá grandes cambios, debido a que está orientada a la
exportación y sus divisas son imprescindibles para la balanza de pagos. Pero, en
algunos casos, como en el del banano, la tendencia debería ser la de reducir el
área cultivada a solamente aquella que tiene las mejores condiciones para determinar competitividad; y, en cambio,
aumentar las cosechas y el rendimiento de otros bienes exportables, como el
cacao de aroma, el maíz duro, el café. La ganadería de carne seguirá creciendo,
tecnificándose y aumentando la productividad; aunque tiene efectos ambientales
negativos.
En la Región Amazónica, la apertura de nuevas vías puede aumentar
temporalmente la producción de algunos productos por los colonizadores; pero,
como el suelo no es apto para la agricultura, seguramente no habrá un cambio
sustancial, a menos que se ensayen métodos de producción modernos e intensivos
en capital, que no requieren de tierra en cantidad. La ganadería crecerá en
cantidad y calidad. La explotación de los bosques será un problema grave,
porque la construcción de nuevas vías hacia zonas petroleras o mineras por sí
misma y la acción de los colonizadores, acabará con muchos bosques. A ese
efecto, posiblemente aportará la explotación petrolera del Yasuní – ITT.
En Galápagos, la preocupación es que aumentará la población humana más allá de lo
debido y eso provocará aumento de la producción para subsistencia. Puede darse
un resultado atentatorio contra el equilibrio ecológico de la región. La pesca, generalmente no permitida,
seguirá existiendo sin control suficiente, especialmente de tiburones,
langostas y pepinos de mar, creando problemas.
La población campesina de las tres regiones
continentales seguirá migrando hacia
las ciudades y al exterior. Como en muchos lugares esa población es redundante,
podría suceder que una menor población, mejor preparada y con acceso al apoyo
estatal, mantenga el nivel de producción e incluso lo mejore sustancialmente, con
base en los nuevos niveles de educación y de tecnificación que va logrando.
Una situación favorable que puede darse,
es la reforestación. Si el Gobierno
decide reforestar grandes extensiones e incentivar esa acción en los campesinos
y en las comunidades indígenas y de montubios, se podrá aprovechar una enorme
riqueza natural que el país posee con mayor competitividad que Chile, Canadá y
los Estados Unidos, justamente porque el clima permite el desarrollo de los
árboles en mucho menor tiempo (menos de una década), que en esas latitudes.
Ello traerá aparejada una industria fuerte de la madera y el mejoramiento de
las condiciones climáticas.
La pesca se desarrollará mucho siempre que el Gobierno facilite su labor a las
grandes empresas pesqueras y a los pescadores artesanales. Los primeros necesitan
renovar, ampliar y modernizar su flota; los segundos requieren de puertos
pesqueros bien equipados y mejorar el procesamiento, sujetos a estrictas normas
de calidad. La acuicultura podría ver reducida su área de actividad, por
razones ambientales; pero, por esa misma razón, mejorará su productividad y
competitividad e incrementará el valor agregado, el valor monetario y las
variedades de los productos de exportación.
El Estado mantendrá su orientación política hacia mejorar las condiciones de vida de los
campesinos dueños de propiedades micro, pequeñas y medianas, básicamente en la
Sierra; pero, si bien eso es importante desde el punto de vista social, no
afectará en la medida que se necesita el valor del PIB sectorial, porque las
empresas que más aportan a su registro son las plantaciones grandes,
especialmente las exportadoras, asentadas en la Costa.
El PIB sectorial seguirá siendo
relativamente poco importante para el país. Apenas fue el 7,2% del PIB nacional medido a diciembre de 2012.
La oferta agropecuaria para la
exportación se mantendrá concentrada en los
pocos y conocidos productos de la Costa. La Sierra aportará en valores
importantes casi exclusivamente con las flores. En el país no hay productos
nuevos que tengan potencial satisfactorio o vayan a tener exportaciones
superiores a los USD 100 millones, en la canasta agropecuaria nacional.
Cada día serán mayores las exigencias del
consumidor, del empresario
agroindustrial, de los gobiernos y los importadores de otros países, en cuanto
a las condiciones modernas de producción, al cumplimiento de exigentes normas
de calidad y al manejo de los productos, de manera que los agricultores deberán
esforzarse por tener gerencia técnica y aplicar tecnologías modernas, como la
mecanización de los procesos de cultivo, el control del riego, el uso de
invernaderos inteligentes, el desarrollo de variedades adaptadas al clima de
las diversas regiones, la alteración genética, la producción orgánica, el
control electrónico y biológico de plagas, el empaque y embalaje destinados a
conservar la frescura de los productos, el almacenaje normal o refrigerado
adecuado, la oportunidad en la entrega de los productos frescos.
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