jueves, 27 de diciembre de 2012

40 AÑOS DE PETRÓLEO Y DESDOLARIZACIÓN



Hace muy pocos días, el Econ. Enrique Sierra Castro, estimado amigo y colega, con el estímulo del Colegio de Economistas de Pichincha, publicó su último libro, con el título al que se refiere este artículo. [1]_/

Dice Enrique respecto a su libro: El objetivo de las páginas que siguen es exponer algunas ideas y datos para que la población nacional disponga de mayores elementos de juicio – fuera de su experiencia- para comprender y debatir las problemáticas que la idea de la desdolarización u otras alternativas pudieran suscitar. El texto posee dos contenidos que facilitan su lectura y comprensión: uno compuesto por las explicaciones y sugerencias expuestas en cada capítulo; y, el otro, un anexo de cuadros y gráficos con datos de fuentes nacionales e internacionales, que se comentan muy poco o nada en el texto.

Pretendo hacer una breve reflexión respecto a los temas considerados, debido a que el petróleo y la dolarización son temas de mucha importancia y actualidad.

El petróleo es, desde 1973, el principal o uno de los principales elementos que inciden sobre el desarrollo nacional. Los últimos 40 años el país ha estado atento y ha sufrido por la evolución en el mercado internacional de la demanda y el precio del petróleo crudo. Algunos gobiernos, principalmente el actual, han tenido la suerte de recibir los efectos de precios muy altos de los hidrocarburos en el mercado internacional y por tanto ingresos elevados en divisas, derivados de la exportación de un volumen importante de barriles de crudo, lo que les ha permitido mantener vigente una política económica de tiempos de bonanza, hasta con desperdicio de fondos públicos y acciones populistas; otros gobiernos, por diversas circunstancias, pero especialmente por la baja fuerte del precio del petróleo en el mercado mundial, han tenido que soportar serias crisis financieras, que no han podido superar sino gracias al endeudamiento externo. Y como éste ha estado condicionado a ajustes fuertes en la aplicación de algunas políticas sociales y al recorte de la inversión pública al mínimo posible, en lo que han derivado esas crisis financieras ha sido en mayor pobreza, convulsiones sociales y hasta golpes de Estado.

La dolarización comenzó en el año 2000, como efecto de la conjunción de varios factores, especialmente el bajo precio del petróleo, los efectos de un Fenómeno del Niño muy duro y el descontrol estatal de la banca privada, que le permitió desde 1994 hacer lo que quisiera, incluyendo captar recursos del público y prestarlos en condiciones muy favorables y en altos porcentajes a compañías suyas o de sus propios accionistas. Esa dolarización, que aún se mantiene, al parecer se hizo a un tipo de cambio inexplicable, pues los técnicos señalan que éste pudo haber sido de 15 mil sucres por dólar y fue de 25 mil sucres por dólar, con lo cual los grandes tenedores de dólares y deudores en sucres oportunamente advertidos salieron  muy beneficiados, en perjuicio de los acreedores y de los depositantes en bancos que resultaron afectados muy fuertemente en sus finanzas, y hasta quebraron y en algunos casos se suicidaron ante la imposibilidad de recuperar su dinero, honrar sus compromisos o recuperar sus carteras.

Muchas personas salieron inmediatamente a protestar por la medida adoptada. Lo hicieron por varias razones de carácter técnico-financiero, pero básicamente porque unos pocos banqueros corruptos se habían aprovechado de una mayoría de depositantes ingenuos o mal informados, la política económica quedaba atada a una moneda extranjera y el país perdía soberanía en el manejo de una de sus políticas macroeconómicas fundamentales.

Rafael Correa fue uno de los críticos de la dolarización y uno de los entusiastas propulsores de que había que volver a contar con una moneda nacional, mediante una salida ordenada de la dolarización. Varios de sus trabajos académicos y sus conferencias en diversos sitios tuvieron como objetivo central demostrar que el Gobierno de Mahuad había actuado equivocadamente. Por entonces, era un Economista docente y no imaginaba siquiera su futuro rol político.  En junio del año 2005, escribía:

Hoy, dadas las favorables condiciones externas, tal vez es el momento apropiado para ensayar una salida ordenada a la dolarización, antes que los fundamentos económicos se deterioren aún más. Sin embargo, además de los grandes desafíos técnicos para salir de la dolarización, se trata sobretodo de un problema de consenso político y social (10). De lograrse dicho consenso, todavía totalmente ausente en el país, la parte técnica tendría que enfrentar tres problemas fundamentales e interrelacionados entre sí: crear demanda por la nueva moneda, evitar una crisis bancaria por corrida de depósitos, y evitar una crisis de balanza de pagos por salida de capitales. Además de lo anterior, para minimizar los costos de salida, y sobretodo los grandes ganadores y perdedores como en el caso argentino, la salida de la dolarización debería realizarse de manera paulatina, e implicaría un largo período de tiempo, dividido en forma general en tres etapas: una primera etapa de "blindaje financiero y externo", una segunda etapa de "desdolarización", y una tercera etapa de "corrección de precios relativos". http://www.lainsignia.org/2005/junio/econ_006.htm

La vida lo llevó a su posición actual, de Presidente de la República, y en los seis años de su mandato no ha podido aplicar su propia receta, a pesar de que su figura determinó un gran consenso social atrás de sus ideas, de que ha gozado de muy favorables condiciones externas en términos de ingresos de divisas y de obtención de recursos estatales por exportaciones e impuestos al comercio exterior; y, de que el poder que tiene posiblemente no lo ha tenido ningún jefe de Estado de este país.

Desde el año 2000 y por una docena de años ha habido preocupación nacional respecto a que una eventual crisis económica pudiera derivar en una salida de la dolarización y en una nueva dura crisis como la del año 2000. Hay que tener en cuenta que la situación actual se basa en que el Ecuador disponga de una gran cantidad de divisas en el mercado y en poder de las autoridades, y que si el flujo se detiene o reduce considerablemente y no responde a las realidades de la vida económica del país y a las urgencias del comercio exterior, no habría más remedio que desdolarizar, lo que difícilmente se podría hacer de una manera ordenada y tendría que producirse violentamente, generando, otra vez, un caos económico, con repercusiones imprevisibles en los ámbitos social, político y de las relaciones internacionales.

La desdolarización no se podría hacer creando una moneda de valor a la par con el dólar; además, eventualmente habría que recoger los dólares en poder del público para entregárselos al Banco Central. Las políticas monetaria, financiera, cambiaria, fiscal, de comercio exterior, tendrían que adaptarse urgentemente a una nueva realidad, que el pueblo difícilmente aceptaría. Las graves consecuencias no se puede visualizar, pero el Gobierno tendría que estar claro en que requeriría controlar con dureza protestas repetidas y masivas en todo el país.

Dice Enrique Sierra: El cabildeo, ya conocido, entre banqueros y quienes disponen de capitales o de ahorros cuantiosos en dólares, gira en torno de una reconversión de 5 sucres nuevos por dólar. Una tasa así pareciera elevada, considerando que desde ese nivel empezaría la devaluación que, en lo inmediato, provocaría la inflación y la de los meses siguientes. La desdolarización no atraería tan pronto inversiones ni créditos foráneos, por las circunstancias ya explicadas, tampoco reforzarían rápidamente las reservas monetarias ni sería posible bajar la tasa cambiaria.

Son estos aspectos, referidos muy sucintamente, entre otros muchos, los que le preocupan sobremanera a Enrique Sierra y por ello, con sobra de conocimientos y experiencia, ha querido advertir al país sobre los nubarrones que se están formando en el horizonte y la cada vez mayor posibilidad de que, si no se adoptan medidas oportunas, se produzca una tormenta que afectaría seriamente y por largo tiempo las expectativas de desarrollo de la economía ecuatoriana.

Enrique tiene muchos años de vivir en el país, ha asesorado a varios de sus gobiernos, ha escrito varios libros sobre el devenir nacional; y, con la lanza en ristre, como un Quijote, dolido por el futuro de sus nietos nacidos aquí, advierte sobre dos acciones que se vienen pensando en los medios políticos y empresariales, pero que no son recomendables.

Una de las acciones es producir más petróleo, sobre la base de explotar los yacimientos del Yasuní, tratando de minimizar o de evitar, en lo posible, daños ambientales y sociales.  Tal opción implicaría continuar con el modelo petrolero, de “oro negro” para los ricos y “defecación del demonio” para los pobres. Continuarían las políticas económica y social, y el funcionamiento de la economía – particularmente de las inversiones – expuestos a las vicisitudes de los precios en los mercados petroleros internacionales. La corrupción y los corruptos continuarían expandiéndose con toda impudicia.

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Otra acción es aprovechar la Minería Metálica.  otro sector que ha levantado expectativas, sobre la base de la explotación de yacimientos de oro, cobre, y de algún otro metal. De los dos mencionados ya se han avanzado negociaciones y contratos con empresas internacionales y con algún país minero. En estas negociaciones, Ecuador – con limitada experiencia en minería – y sus interlocutores versados y con experiencia en el tema, llegaron a convenir acuerdos y contratos que los directivos de las compañías rechazaron en algunos de sus puntos, demorando la entrada en operación de los proyectos. Es una forma de ejercer presión para obtener mayores ventajas y menos compromisos con el país otorgante de las concesiones.

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Enrique dice: Si las dos opciones mencionadas  - Petróleo del Yasuní y minería metálica – resultaran positivas, se generaría un sector minero extraordinariamente  determinante de las características de la economía ecuatoriana. Algo similar se produciría con los yacimientos petroleros mencionados en el suroriente….

Categóricamente, dice Enrique Sierra, no sería recomendable desarrollar el modelo minero – petrolero agregando la extracción de crudos de los Yacimientos del Yasuní ni el de la minería metálica, evaluando solo sus ingresos financieros inmediatos; estos se tomarán su tiempo en llegar; probablemente asomen primero las damnificaciones.  

Mi propuesta es que ustedes, amables lectores de este Boletín, adquieran el libro de Enrique Sierra, reflexionen sobre su contenido y obtengan sus propias conclusiones.

En momentos como el actual, resulta de gran utilidad considerar los aportes de Enrique Sierra y estar advertidos sobre los enormes riesgos que afronta el Ecuador y las responsabilidades que debe asumir el Presidente elegido en los próximos comicios.

Se trata de elegir a alguien que sea un líder con visión de futuro y capacidad de juntarnos a todos tras de los emblemas nacionales, para lograr una mejor calidad de vida para las mayorías, generando riqueza y distribuyéndola con equidad.

La mejor calidad de vida propuesta implica sobre todo: satisfacción permanente por saber que el Ecuador mejora sus posiciones políticas y económicas en el ambiente internacional; libertad para desarrollar las capacidades intelectuales en lo que a cada uno le parezca bien; posibilidad de trabajar honestamente para obtener ingresos suficientes para mejorar las condiciones de vida de la familia y personales.


[1] _/ Enrique Sierra es un Economista chileno de gran prestigio en su país y en América Latina. Ha escrito alrededor de 30 libros sobre temas económicos, especialmente sobre el Ecuador, y ha desempeñado importantes funciones para Naciones Unidas, en la CEPAL y el ILPES, durante muchos años de su vida profesional.

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