Hace muy pocos
días, el Econ. Enrique Sierra Castro, estimado amigo y colega, con el estímulo
del Colegio de Economistas de Pichincha, publicó su último libro, con el título
al que se refiere este artículo. [1]_/
Dice Enrique
respecto a su libro: El objetivo de las
páginas que siguen es exponer algunas ideas y datos para que la población
nacional disponga de mayores elementos de juicio – fuera de su experiencia-
para comprender y debatir las problemáticas que la idea de la desdolarización u
otras alternativas pudieran suscitar. El texto posee dos contenidos que
facilitan su lectura y comprensión: uno compuesto por las explicaciones y
sugerencias expuestas en cada capítulo; y, el otro, un anexo de cuadros y
gráficos con datos de fuentes nacionales e internacionales, que se comentan muy
poco o nada en el texto.
Pretendo
hacer una breve reflexión respecto a los temas considerados, debido a que el
petróleo y la dolarización son temas de mucha importancia y actualidad.
El
petróleo es, desde 1973, el principal o uno de los principales elementos que
inciden sobre el desarrollo nacional. Los últimos 40 años el país ha estado atento
y ha sufrido por la evolución en el mercado internacional de la demanda y el
precio del petróleo crudo. Algunos gobiernos, principalmente el actual, han
tenido la suerte de recibir los efectos de precios muy altos de los
hidrocarburos en el mercado internacional y por tanto ingresos elevados en
divisas, derivados de la exportación de un volumen importante de barriles de
crudo, lo que les ha permitido mantener vigente una política económica de
tiempos de bonanza, hasta con desperdicio de fondos públicos y acciones
populistas; otros gobiernos, por diversas circunstancias, pero especialmente
por la baja fuerte del precio del petróleo en el mercado mundial, han tenido
que soportar serias crisis financieras, que no han podido superar sino gracias
al endeudamiento externo. Y como éste ha estado condicionado a ajustes fuertes en
la aplicación de algunas políticas sociales y al recorte de la inversión
pública al mínimo posible, en lo que han derivado esas crisis financieras ha
sido en mayor pobreza, convulsiones sociales y hasta golpes de Estado.
La
dolarización comenzó en el año 2000, como efecto de la conjunción de varios
factores,
especialmente el bajo precio del petróleo, los efectos de un Fenómeno del Niño
muy duro y el descontrol estatal de la banca privada, que le permitió desde
1994 hacer lo que quisiera, incluyendo captar recursos del público y prestarlos
en condiciones muy favorables y en altos porcentajes a compañías suyas o de sus
propios accionistas. Esa dolarización, que aún se mantiene, al parecer se hizo
a un tipo de cambio inexplicable, pues los técnicos señalan que éste pudo haber
sido de 15 mil sucres por dólar y fue de 25 mil sucres por dólar, con lo cual
los grandes tenedores de dólares y deudores en sucres oportunamente advertidos
salieron muy beneficiados, en perjuicio de
los acreedores y de los depositantes en bancos que resultaron afectados muy
fuertemente en sus finanzas, y hasta quebraron y en algunos casos se suicidaron
ante la imposibilidad de recuperar su dinero, honrar sus compromisos o
recuperar sus carteras.
Muchas personas
salieron inmediatamente a protestar por la medida adoptada. Lo hicieron por
varias razones de carácter técnico-financiero, pero básicamente porque unos
pocos banqueros corruptos se habían aprovechado de una mayoría de depositantes
ingenuos o mal informados, la política económica quedaba atada a una moneda
extranjera y el país perdía soberanía en el manejo de una de sus políticas
macroeconómicas fundamentales.
Rafael Correa fue
uno de los críticos de la dolarización y uno de los entusiastas propulsores de
que había que volver a contar con una moneda nacional, mediante una salida
ordenada de la dolarización. Varios de sus trabajos académicos y sus
conferencias en diversos sitios tuvieron como objetivo central demostrar que el
Gobierno de Mahuad había actuado equivocadamente. Por entonces, era un
Economista docente y no imaginaba siquiera su futuro rol político. En junio del año 2005, escribía:
Hoy, dadas las favorables
condiciones externas, tal vez es el momento apropiado para ensayar una salida
ordenada a la dolarización, antes que los fundamentos económicos se deterioren
aún más. Sin embargo, además de los grandes desafíos técnicos para salir de la
dolarización, se trata sobretodo de un problema de consenso político y social
(10). De lograrse dicho consenso, todavía totalmente ausente en el país, la
parte técnica tendría que enfrentar tres problemas fundamentales e
interrelacionados entre sí: crear demanda por la nueva moneda, evitar una
crisis bancaria por corrida de depósitos, y evitar una crisis de balanza de
pagos por salida de capitales. Además de lo anterior, para minimizar los costos
de salida, y sobretodo los grandes ganadores y perdedores como en el caso
argentino, la salida de la dolarización debería realizarse de manera paulatina,
e implicaría un largo período de tiempo, dividido en forma general en tres
etapas: una primera etapa de "blindaje financiero y externo", una
segunda etapa de "desdolarización", y una tercera etapa de
"corrección de precios relativos". http://www.lainsignia.org/2005/junio/econ_006.htm
La vida lo llevó a
su posición actual, de Presidente de la República, y en los seis años de su
mandato no ha podido aplicar su propia receta, a pesar de que su figura
determinó un gran consenso social atrás de sus ideas, de que ha gozado de muy
favorables condiciones externas en términos de ingresos de divisas y de obtención
de recursos estatales por exportaciones e impuestos al comercio exterior; y, de
que el poder que tiene posiblemente no lo ha tenido ningún jefe de Estado de
este país.
Desde el año 2000 y
por una docena de años ha habido preocupación nacional respecto a que una
eventual crisis económica pudiera derivar en una salida de la dolarización y en
una nueva dura crisis como la del año 2000. Hay que tener en cuenta que la
situación actual se basa en que el Ecuador disponga de una gran cantidad de
divisas en el mercado y en poder de las autoridades, y que si el flujo se
detiene o reduce considerablemente y no responde a las realidades de la vida
económica del país y a las urgencias del comercio exterior, no habría más
remedio que desdolarizar, lo que difícilmente se podría hacer de una manera
ordenada y tendría que producirse violentamente, generando, otra vez, un caos
económico, con repercusiones imprevisibles en los ámbitos social, político y de
las relaciones internacionales.
La desdolarización
no se podría hacer creando una moneda de valor a la par con el dólar; además, eventualmente
habría que recoger los dólares en poder del público para entregárselos al Banco
Central. Las políticas monetaria, financiera, cambiaria, fiscal, de comercio
exterior, tendrían que adaptarse urgentemente a una nueva realidad, que el
pueblo difícilmente aceptaría. Las graves consecuencias no se puede visualizar,
pero el Gobierno tendría que estar claro en que requeriría controlar con dureza
protestas repetidas y masivas en todo el país.
Dice Enrique
Sierra: El cabildeo, ya conocido, entre
banqueros y quienes disponen de capitales o de ahorros cuantiosos en dólares,
gira en torno de una reconversión de 5 sucres nuevos por dólar. Una tasa así
pareciera elevada, considerando que desde ese nivel empezaría la devaluación
que, en lo inmediato, provocaría la inflación y la de los meses siguientes. La
desdolarización no atraería tan pronto inversiones ni créditos foráneos, por
las circunstancias ya explicadas, tampoco reforzarían rápidamente las reservas
monetarias ni sería posible bajar la tasa cambiaria.
Son estos aspectos,
referidos muy sucintamente, entre otros muchos, los que le preocupan
sobremanera a Enrique Sierra y por ello, con sobra de conocimientos y
experiencia, ha querido advertir al país sobre los nubarrones que se están
formando en el horizonte y la cada vez mayor posibilidad de que, si no se
adoptan medidas oportunas, se produzca una tormenta que afectaría seriamente y
por largo tiempo las expectativas de desarrollo de la economía ecuatoriana.
Enrique tiene
muchos años de vivir en el país, ha asesorado a varios de sus gobiernos, ha
escrito varios libros sobre el devenir nacional; y, con la lanza en ristre,
como un Quijote, dolido por el futuro de sus nietos nacidos aquí, advierte
sobre dos acciones que se vienen pensando en los medios políticos y
empresariales, pero que no son recomendables.
Una de las acciones
es producir más petróleo, sobre la base
de explotar los yacimientos del Yasuní, tratando de minimizar o de evitar, en
lo posible, daños ambientales y sociales.
Tal opción implicaría continuar con el modelo petrolero, de “oro negro”
para los ricos y “defecación del demonio” para los pobres. Continuarían las
políticas económica y social, y el funcionamiento de la economía –
particularmente de las inversiones – expuestos a las vicisitudes de los precios
en los mercados petroleros internacionales. La corrupción y los corruptos continuarían
expandiéndose con toda impudicia.
………………………………………
Otra acción es
aprovechar la Minería Metálica. “otro sector que ha levantado expectativas,
sobre la base de la explotación de yacimientos de oro, cobre, y de algún otro
metal. De los dos mencionados ya se han avanzado negociaciones y contratos con
empresas internacionales y con algún país minero. En estas negociaciones,
Ecuador – con limitada experiencia en minería – y sus interlocutores versados y
con experiencia en el tema, llegaron a convenir acuerdos y contratos que los
directivos de las compañías rechazaron en algunos de sus puntos, demorando la
entrada en operación de los proyectos. Es una forma de ejercer presión para
obtener mayores ventajas y menos compromisos con el país otorgante de las
concesiones.
………………………..
Enrique dice: Si las dos opciones mencionadas - Petróleo del Yasuní y minería metálica –
resultaran positivas, se generaría un sector minero extraordinariamente determinante de las características de la
economía ecuatoriana. Algo similar se produciría con los yacimientos petroleros
mencionados en el suroriente….
Categóricamente, dice Enrique Sierra, no sería recomendable desarrollar el modelo
minero – petrolero agregando la extracción de crudos de los Yacimientos del
Yasuní ni el de la minería metálica, evaluando solo sus ingresos financieros
inmediatos; estos se tomarán su tiempo en llegar; probablemente asomen primero
las damnificaciones.
Mi propuesta es que
ustedes, amables lectores de este Boletín, adquieran el libro de Enrique
Sierra, reflexionen sobre su contenido y obtengan sus propias conclusiones.
En momentos como el
actual, resulta de gran utilidad considerar los aportes de Enrique Sierra y
estar advertidos sobre los enormes riesgos que afronta el Ecuador y las
responsabilidades que debe asumir el Presidente elegido en los próximos
comicios.
Se trata de elegir
a alguien que sea un líder con visión de futuro y capacidad de juntarnos a
todos tras de los emblemas nacionales, para lograr una mejor calidad de vida
para las mayorías, generando riqueza y distribuyéndola con equidad.
[1]
_/ Enrique Sierra es un
Economista chileno de gran prestigio en su país y en América Latina. Ha escrito
alrededor de 30 libros sobre temas económicos, especialmente sobre el Ecuador,
y ha desempeñado importantes funciones para Naciones Unidas, en la CEPAL y el
ILPES, durante muchos años de su vida profesional.
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