El 20 de este mes,
en el Auditorio del Colegio de Economistas de Pichincha (CEP), se realizó un
acto de homenaje a algunos de los economistas ecuatorianos más destacados del Siglo
XX, miembros de ese Colegio, que dejaron muchas ideas plenamente vigentes hoy y
en el futuro, construyeron vidas ejemplares y produjeron un cúmulo de
realizaciones profesionales dignas de resaltar. Ese día se entregó a los
asistentes la Revista 24 del Colegio, de la serie Análisis Económico, con el
tema central materia de este artículo.
Los economistas
homenajeados, en orden alfabético de apellidos paternos, fueron:
RENÉ BENALCÁZAR
RUALES
BOLÍVAR BOLAÑOS
MANZO
RODRIGO CABEZAS
NARANJO
JOSÉ CORSINO CÁRDENAS
MARCO HERRERA
ESCALANTE
EDWIN MARCHÁN
CARRASCO
JOSÉ MONCADA
SÁNCHEZ
GERMÁNICO SALGADO
PEÑAHERRERA
NÉSTOR VEGA MORENO
El Colegio también
quiso homenajear en la Revista a otros economistas que honran a la profesión: Jack
Bermeo Cevallos, Juan Casals Martínez, Manuel Naranjo Toro, Fernando Velasco
Abad; pero, las personas que debían preparar los artículos respectivos, no los
pudieron entregar a tiempo por diversas razones.
Todos los
economistas mencionados dejaron un inmenso legado de pensamiento económico
valioso,
en libros, conferencias y artículos de prensa, y sobre todo en las mentes de
sus miles de agradecidos estudiantes y subalternos que recibieron la semilla y
la hicieron fructificar aquí y en muchas partes del mundo.
Por obvias razones,
en este artículo pretendo mencionar solo
algunas de sus ideas, que demuestran su vocación por el estudio de los
problemas de las sociedades y de la Economía; por el análisis profundo de la
realidad global, del continente latinoamericano y del Ecuador; por el
planteamiento de soluciones fundamentalmente técnicas, pero también políticas,
a las crisis recurrentes.
Su pensamiento
económico en unos casos fue socialista y en otros, de lo que ahora se conoce
como centro izquierda o centro derecha, pero en todos los casos fue inspirado
por su deseo de lograr un mayor bienestar para los ciudadanos del país y del
mundo, especialmente para los más necesitados.
Quizás escogieron caminos distintos para llegar al mismo objetivo, pero
lucharon toda la vida por sus ideales, plenamente convencidos de su verdad y con
la frente en alto.
Todos
ellos tuvieron grandes responsabilidades en sus manos y las supieron
cumplir a cabalidad, como ciudadanos honestos y caballeros, en primer lugar;
como profesionales economistas capaces y entregados por completo a sus labores,
en segundo lugar; y, como ecuatorianos de mentalidad abierta al mundo, que
defendieron los derechos nacionales y dejaron muy en alto el nombre del país
cuando tuvieron el alto honor de representarlo, cuando actuaron como
funcionarios especialistas reconocidos de organismos internacionales andinos,
latinoamericanos y mundiales; o, cuando fueron contratados como consultores o
conferencistas.
En este grupo hubo
quienes ejercieron funciones de embajadores; directivos, funcionarios o
consultores de organismos internacionales; rectores, decanos y profesores
universitarios; ministros de Estado y presidentes de directorios de alcance
nacional; gerentes generales de bancos, directores de entidades estatales y
privadas.
Todos
ellos fueron hombres de paz y de amor por la libertad, sobre todo por la
libertad de pensamiento; de diálogo constante y ejemplar con sus jefes, sus
pares y sus estudiantes y subalternos; que no dejaron de lado su sencillez
cuando tuvieron mucho poder en sus manos y que no ocuparon altos cargos para
enriquecerse aprovechándose de ellos; que dieron siempre lecciones de dignidad y
no agacharon la cabeza ante los poderosos del momento; que no buscaron
posiciones de ningún tipo porque siempre los buscaron a ellos para que ejerzan
funciones de mucha responsabilidad; que hablaron o escribieron su verdad sin miedo
a las posibles represalias; que trabajaron por este país y el mundo, muchas,
muchísimas más horas de las que exige la Ley, y lo hicieron voluntariamente y con
gusto; que dieron siempre ejemplo de esfuerzo, convicción y
emprendimiento. Que fueron como debemos
ser todos los ciudadanos y todos los economistas convencidos de la
responsabilidad que tenemos con el país y con nuestra profesión.
Con esta
oportunidad solo quiero apuntar algunos de sus pensamientos muy importantes y
orientadores, que dan una pequeña muestra de su profesionalidad, de su
sensibilidad social, de su espíritu latinoamericano o andino y de su
preocupación por la forma en que el mundo camina hacia la más grave crisis de
la historia, derivada de la cada vez mayor distancia entre los países ricos y
los pobres, entre las empresas transnacionales y la pymes, entre los
especialistas y los analfabetos, que ahora no son solo los que no saben leer,
sino los que no saben utilizar una computadora; en suma, entre los que tienen
la posibilidad de crecer y ser más porque el mundo se lo facilita y aquellos
que carecen de todo, hasta de esperanza.
René
Benalcázar, experto en Economía Agraria y por tanto conocedor profundo de la
realidad de los campos ecuatorianos y de la economía, en su tiempo dependiente
de la exportación agrícola, decía: “es
necesario cambiar el sistema económico capitalista neoliberal, para obtener
como resultado la posibilidad de organizar naciones en donde prevalezca el
equilibrio de riqueza y de poder; mediante la organización de unidades de
producción en las cuales todos sus miembros sean partícipes de la propiedad de
bienes de capital y el estado establezca mecanismos para garantizar una
equitativa distribución del ingreso”.
Y en otro aspecto,
sugería: “… deberían transformarse las sociedades de capital en sociedades de
personas, con una representación similar a las cooperativas, limitando el poder
de cada socio, de modo que exista un equilibrio en las decisiones
empresariales….”
Bolívar
Bolaños Manzo, Decano por muchos años de la Facultad de Economía de la Universidad
Central, decía que le hubiera gustado ayudar a construir una sociedad justa y
humana y tener facilidades para hacer el bien a la humanidad, eliminando la
pobreza, el mal, las injusticias.
En uno de sus
documentos expresa: Educad al pueblo, legislad el trabajo y regulad la
actividad económica. Queréis que aumente la producción y se genere la riqueza?
Pues bien, dad un justo uso al capital, al trabajo y a las iniciativas humanas
constructivas y así dad seguridad económica y paz a los hermanos.
Rodrigo
Cabezas, uno de los mejores expertos en petróleo del país, advertía en su
libro Crónica de una Política Petrolera: “La especie humana continuará
incansable tratando de alcanzar la esperanza y después de milenios, la veremos
todavía perpleja, buscando la libertad, la sociedad ideal y el total
conocimiento de los fenómenos de la naturaleza; y, además, (buscando) el equilibrio
perdido por la explotación irracional de los recursos naturales y la
contaminación material y espiritual creada por los desechos de la sociedad de
consumo”.
Corsino
Cárdenas materializó su pensamiento en grandes obras: fue uno de los
creadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID); asumió la
responsabilidad de elaborar y ejecutar la primera Ley de Reforma Agraria en
1964, participó en la negociación y firma de los contratos petroleros con la
Texaco y la Gulf, dirigió en su mejor momento la Corporación Andina de Fomento
(CAF), hasta ahora la obra más destacable de la integración andina; fue el
protagonista, al decir de Germánico Salgado, “de un desquite histórico del
despojo hecho al país de la Chinchona oficinalis y el cacao de aroma” porque
siendo Ministro de Fomento, financió la traída desde Honduras de los primeros
colinos de banano Cavendish, que se han transformado ahora en más de seis
millones de toneladas de exportación de la fruta.
Marco
Herrera, Decano de Economía de la Universidad Central por muchos años, planteaba que “la Universidad debe participar
activamente en la vida política, no alineándose a una bandera, partido o
corriente, sino en el trabajo de orientar a través de su prestigio, de su
fuerza moral, de su capacidad científica. La marcha del Estado y del pueblo
ecuatoriano necesitan la guía intelectual universitaria en el camino de sus
luchas reivindicatorias. En la orgía de pasiones desatadas por intereses
conocidos de grupos oligárquicos y plutócratas, debe ser la voz serena y lata
de la Universidad la que ha de levantarse a decir su verdad, guiar al pueblo
hacia la conquista de un futuro mejor.”
Edwin
Marchán, Rector de la UDLA y luego de la Universidad Santo Tomás, estaba convencido
de que el país necesitaba prepararse para una época en la que sería
determinante la competitividad de las empresas y la efectividad de los
gobiernos. Por ello, junto con un grupo de educadores chilenos emprendió en su
más grande tarea, la creación y funcionamiento de una de las primeras universidades
privadas ecuatorianas sin aporte fiscal: la Universidad de las Américas. Bajo
su dirección la UDLA sentó las bases de calidad académica y prestigio que tiene
ahora y formó profesionales capaces de responder no solo a los nuevos retos
mundiales en el campo empresarial, sino sobre todo seres humanos con profesión
y valores morales.
José
Moncada, quien llegó a ser Rector de la Universidad Central del Ecuador, decía: “la
economía no es una simple técnica cuya principal preocupación es superar desequilibrios
financieros y comerciales, aumentar las reservas monetarias, lograr la
estabilidad. La economía es mucho más que eso. Es una ciencia cuya preocupación
esencial debe consistir en contribuir a satisfacer las necesidades
fundamentales del ser humano”. Sería tremendamente riesgoso, dice él, construir
un país con indicadores estadísticos macroeconómicos positivos y estables,
afirmados sobre una realidad lacerante y miserable para la mayoría de los
ecuatorianos.
Germánico
Salgado, quien aportó a la creación del Grupo Andino y codirigió los
primeros y más exitosos seis años de ese proceso, dejó un mensaje muy claro: “O
América Latina, sus ciudadanos e instituciones, se repiensan a sí mismas en un
contexto integrado y sólido, o retornan a las situaciones en que esas grandes
potencias e intereses transnacionales, hace más de un siglo, pusieron los
cimientos de nuestro subdesarrollo; esta vez con otras dimensiones de tiempo y
espacio, pero con más profundas y más graves consecuencias”.
Néstor
Vega Moreno, quien fue Ministro del Tesoro y Director Técnico de la Junta de
Planificación,
preguntaba: Quién paga el desarrollo? Y
respondía: ….. es el pueblo, (porque) en el auge como en la recesión, los
principales beneficiarios de la producción y la riqueza nacional son grupos que
concentran inmenso volumen de riqueza…” Él
luchó siempre contra esa situación. Quizás por ello, cuando siendo Ministro
habló de los “marginados”, refiriéndose
a quienes estaban en extrema pobreza, el Presidente de entonces le solicitó de
forma elegante y cortés, la renuncia.
Aspiro a que las
pocas frases aquí incorporadas despierten el interés de los lectores por
investigar la vida y obras de todos estos ilustres economistas; pues, en sus vidas,
libros y obras encontrarán fuentes inagotables de conocimiento sobre lo que fue
la economía del mundo y del Ecuador e inspiraciones para luchar por un futuro
mejor para el país y toda la población mundial, que cambie la perspectiva
sombría actual por un horizonte de paz, justicia, libertad y desarrollo con
equidad.
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