Desde hace varias décadas, la oferta exportable del Ecuador se ha mantenido prácticamente estable en un conjunto de bienes que, liderados por el petróleo crudo, no suman más de 20 importantes, aunque en total se registren en más de mil partidas arancelarias. En el año 2011, entre los primarios, banano, camarón, flores naturales, cacao en grano, pescado, madera, café, atún; entre los industrializados: derivados del petróleo, otros elaborados de productos del mar, manufacturas de metales, químicos y fármacos, manufacturas de textiles, café elaborado y elaborados de cacao.
ECUADOR: EXPORTACIONES 2011
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PRODUCTO
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USD MM
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%
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TOTAL
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22292
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100,0
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BANANO
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2235
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10,0
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CAMARÓN
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1174
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5,3
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DERIVADOS PETRÓLEO
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1110
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5,0
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FLORES NATURALES
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678
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3,0
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OTROS ELAB.PR.MAR
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902
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4,0
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MANUFACT. METALES
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666
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3,0
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CACAO EN GRANO
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471
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2,1
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OTROS PRIMARIOS
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997
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4,5
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OTROS INDUSTRIALIZ.
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2257
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10,1
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Fuente: Banco Central del Ecuador
La idea tradicional de los empresarios ecuatorianos, ya obsoleta en casi todo el mundo, ha sido producir bienes de claras ventajas comparativas en el país, primarios o agroindustriales, con la idea de que van a tener mercado en el exterior y se van a convertir en generadores de utilidades y divisas. Además, el Estado ha hecho pocos esfuerzos por cambiar esa forma de pensar e inducir la producción de otros productos, y los empresarios privados y sus gremios han tenido que luchar denodadamente para encontrar nuevos productos que se puedan vender al exterior.
La pasiva mentalidad nacional mayoritaria ha sido la de vender en el puerto de salida (FOB) y no en los países y mercados demandantes; aprovechar ventajas comparativas y no competitivas; estar a la espera de los barcos y aviones que quieran llegar al país y no buscar que las rutas y frecuencias de enlace con el mundo se multipliquen; trabar y encarecer los servicios necesarios para el comercio exterior, pensando en que son buenos negocios y hay que hacerlos tributar más de la cuenta.
Desde hace más de 40 años la realidad mundial es muy diferente:
Primero, las ventajas comparativas ya no son la base de la exportación en el mundo, sino las ventajas competitivas, e incluso más allá, la efectividad de los países, que suma la competitividad de las empresas y la eficiencia del Estado.
Segundo, cada vez más, la estructura de las exportaciones y de las importaciones de los grandes mercados ya no se forma solo con bienes físicos, sino con servicios y propiedad intelectual que ganan terreno todos los días.
Tercero, las pequeñas empresas – y a nivel internacional todas las grandes empresas ecuatorianas son solo muy pequeñas empresas - tienen mucha dificultad de competir en un mercado dominado por las empresas transnacionales y multinacionales, que no solo tienen peso específico propio, sino que se apoyan mucho en sus mercados internos y en las políticas de sus gobiernos, para salir exitosamente a vender.
Cuarto, la logística del comercio internacional está diseñada para atender a los grandes compradores y vendedores, con rutas, frecuencias, modos y medios de transporte, contenedores, servicios, normas y procedimientos capaces de cubrir necesidades inmediatas de los grandes consumidores en condiciones de cantidad, calidad, precio y oportunidad de entrega.
Quinto, ya no se vende el producto x o y, sino ese producto más todo lo que significa lo que ahora se conoce como “el producto total”, es decir la suma del producto más su envase, su empaque, la publicidad que lo acompaña, el prestigio de marca, la velocidad y capacidad de satisfacción de las necesidades del cliente y, si es del caso, el servicio posventa. Y en todo ello hay que lograr economías de costo hasta el sitio de entrega, para poder competir con ventaja frente al resto de competidores.
Sexto, el mundo entero maneja normas y códigos internacionales que los exportadores, los productores, los abastecedores de éstos y los funcionarios de sus gobiernos deben saber y dominan, para poder ingresar con las mayores facilidades o las menores dificultades a ciertos mercados. De otra forma, un pequeño detalle puede hacer que se pierda una oportunidad de venta o, lo que es peor, un negocio ya realizado que no se volverá a repetir.
Por eso, países como el Ecuador necesitan del trabajo conjunto, convergente y a largo plazo del sector público y el sector privado, para lograr el incremento de su oferta exportable, ya no como la suma de mercaderías ofrecidas en el territorio del país y que esperan clientes, sino como el conjunto de productos (bienes, servicios y tecnología) que están disponibles en el momento oportuno, al mejor precio y con la calidad requerida, donde los necesita el consumidor.
Hasta ahora, el sueño de mucha gente en el Ecuador es vender, por ejemplo, en vez de banano, harina de banano u otro producto parecido que aporta poco valor agregado y que tiene poco mercado internacional real; en vez de cacao en grano, chocolates; y, en vez de pescado congelado, enlatados de pescado. Se dice que el país es de vocación agrícola y que allí se debe poner el énfasis.
Pero, mientras la demanda mundial de alimentos crece a ritmo relativamente lento y hay productos cuyo mercado está saturado o casi copado; la demanda mundial de otros tipos de bienes industriales y de servicios crece exponencialmente y es esa la que debería interesar para ponerle mayor interés, sin dejar de atender el otro frente.
Con estos antecedentes, la política comercial del Ecuador debe ser urgentemente modificada, para avanzar en varios sentidos que al final provoquen el desarrollo dinámico del número, el volumen y el valor de las exportaciones. Esos varios sentidos son: la revisión de la política de desarrollo nacional, para no ir hacia una mayor presencia empresarial estatal ideologizada en un antiguo concepto del “buen vivir” indígena; la creación de condiciones básicas de motivación a los inversionistas nacionales y extranjeros para que creen empresas en el país y logren mercado externo; el desarrollo de la infraestructura nacional que genere óptimos vínculos físicos internacionales; el mejoramiento intensivo de las capacidades de los centros de educación y capacitación científica y técnica a todo nivel; la suscripción de acuerdos de largo aliento con los mercados más importantes, para contar con un marco estable y claro de relaciones económicas; el otorgamiento gubernamental de su real importancia al comercio exterior.
Actuar en todos esos frentes requiere determinar prioridades en el tiempo, en los destinos y en los productos. Hay que definir acciones con resultados en el corto, en el mediano y en el largo plazo. Hay que analizar cuáles son los mercados que al Ecuador le interesa expandir, consolidar o lograr. Hay que definir los productos principales a los cuales el país les va a poner atención especial.
Hay que entender (lo recalco cada vez que puedo) que los grandes proyectos para exportación de cualquier país no se ciñen al tiempo y al deseo de un gobierno transitorio (así dure una década), sino a los intereses de los accionistas; y que, cuando ellos deciden instalarlo, no están pensando en un negocio para cinco o diez años, sino para 20, 30 o 50 años, y que requieren contar con reglas claras de juego para todo ese tiempo y con eficiencia gubernamental que les apoye, para trabajar con competitividad programada en el tiempo. Ello exige que el Estado actúe con visión de futuro y no coyuntural y que haga obras y defina políticas de apoyo indudable a esos grandes proyectos.
Por supuesto, algunas de las políticas urgentes deben ser de efecto macro. Por ejemplo, las de dar estabilidad política a la nación, desde hoy y hacia el futuro; las de dar seguridad jurídica, garantizando la permanencia de leyes estratégicas (no coyunturales y peor populistas) y la imparcialidad de la justicia en los conflictos entre Estado y terceros, entre nacionales y extranjeros, entre Gobierno y empresarios; las de ganar respetabilidad de las instituciones públicas y privadas, eliminando las posibilidades de que actúe la corrupción; las de impulsar las exportaciones mediante incentivos de larga vida garantizada; las de desarrollar nexos crecientes con los mercados del mundo y las de conocer cada vez mejor esos mercados.
Una acción fundamental para definir un Plan Estratégico de Exportación a Largo Plazo es efectuar una investigación urgente y detallada de la demanda de los mercados internacionales más importantes para productos que el Ecuador podría abastecer en el corto y el mediano plazo, teniendo como referencia básica la intención de cambiar la estructura productiva del país que pregona el Gobierno y un mejoramiento consistente de la tecnología utilizable. De allí va a salir una lista de estudios de mercado que dé como resultado algunos estudios de factibilidad y el montaje de importantes empresas productoras para la exportación.
Otra acción necesaria es definir un conjunto de incentivos de orden fiscal, financiero, monetario e institucional, que permita premiar los esfuerzos de los inversionistas, los empresarios, los trabajadores e incluso de los funcionarios, en orden a aumentar las exportaciones. Para ir en ese sentido solo cabe revisar las políticas de los países vecinos y de otros que han entendido que el desarrollo nacional y la generación de empleo permanente y bien remunerado requiere del incremento y la diversificación de las exportaciones.
Entre los incentivos de orden fiscal están los que permitan ingresar maquinarias y equipos de alta tecnología sin trabas de ninguna especie; los que reduzcan el porcentaje de pago de impuesto a la renta a las empresas que superen un cierto valor de exportaciones anuales o superen las ya efectuadas por un valor mínimo significativo, en un cierto porcentaje; las que induzcan a la apertura del capital accionario de las empresas o den ocupación a un cierto mínimo de trabajadores.
Entre los incentivos de orden financiero, medidas que hagan posibles créditos con tasas, plazos y otras condiciones favorables al productor de bienes y servicios exportables; el funcionamiento del seguro de crédito al exportador, el apoyo a los bancos nacionales que tienen sus propias sucursales en el exterior; el crédito inmediato y en condiciones satisfactorias para los medios de transporte que lleven productos nacionales al exterior a partir de determinados volúmenes; el financiamiento parcial mayoritario de misiones comerciales y la cobertura total o calificada de los gastos de asistencia de exportadores nacionales grandes y pequeños a ferias internacionales; el premio a la innovación exportadora. Mención especial exige la suscripción de acuerdos comerciales (o como se los quiera llamar) con todos los países que interese desde el punto de vista comercial, especialmente con los grandes mercados del mundo. El pensamiento retrógrado de soberanía vigente hasta el siglo XIX no cabe en el siglo XXI, en el que la interdependencia es la clave del progreso nacional y mundial.
El Gobierno debería llamar a los empresarios de los diversos sectores, a los trabajadores y a los centros de educación superior, para que con su coordinación, no con su imposición, se revise la política comercial vigente y se diseñe en conjunto un Plan de Desarrollo de las Exportaciones de Largo Plazo, uno de cuyos más importantes capítulos proponga las líneas de acción para la producción de nueva oferta exportable, que debe ir en una parte por la senda del aprovechamiento industrial de la producción primaria nacional, pero que tiene que enfatizar en el cambio de la estructura productiva para la exportación, generando líneas de servicios y capacidades de desarrollo tecnológico trascendentes en el tiempo y en el mundo.
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