lunes, 25 de marzo de 2019

Boletín 189: ENTRE DEMOCRACIA Y CIEGOCRACIA


NOTA: Tengo dos razones para sentirme satisfecho en esta fecha: primera, el 11 de abril completaré ocho años de editar este Boletín (con una sola interrupción debida a un problema grave de salud de mi esposa) y segunda, con el envío del Boletín 17 del diccionario actualizado de Economía, con referencia especial a Ecuador, Colombia y Perú, supero los primeros mil conceptos (60 conceptos por entrega), que abarcan parcialmente las letras A, B y C. Para completar el diccionario editaré 120 boletines, con más de 7 mil conceptos, si Dios permite.

En los 189 boletines que inicié el 11 de abril de 2011 trato de analizar problemas de interés general. Lo hice al principio con la idea de tener alrededor de 50 lectores. El promedio actual es de tres mil quincenales, entre las personas y entidades que reciben directamente y los lectores que acuden regularmente a Google (pasan en total de 300 mil), a la página Web del Colegio de Economistas de Pichincha y ocasionalmente a otras fuentes.

Agradezco a todos quienes difunden mis artículos, a quienes se dan tiempo para leer y más a quienes me hacen saber sus comentarios personalmente o por correos electrónicos. Sus críticas resultan valiosas para mejorar las investigaciones y dar mejor contenido a los artículos.
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Pasemos ahora a escribir y leer de democracia y “ciegocracia”.

La Constitución vigente dice, en su artículo primero, que la soberanía radica en el pueblo, cuya voluntad es el fundamento de la autoridad, y se ejerce a través de los órganos del poder público y de las formas de participación directa previstas en la Constitución. Dice también, en el artículo 95, segundo inciso, que la participación de la ciudadanía en todos los asuntos de interés público es un derecho, que se ejercerá a través de los mecanismos de la democracia representativa, directa y comunitaria.

La democracia, según una frase afortunada de Abraham Lincoln, del 19 de noviembre de 1863, es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.  El problema es que, desde entonces, el concepto “democracia” se ha vuelto un comodín. Sirve para un país como Suiza, donde un pueblo libre, educado, de buenos ingresos económicos y en paz, es el que rige sus destinos, siendo consultado frecuentemente por el gobierno sobre aquello que le puede afectar. Pero, es mal utilizado en países como el nuestro, donde el “Jefe de Estado” anterior, elegido “democráticamente” varias veces sobre la base de artimañas, hizo y deshizo de los destinos de los ciudadanos y de los recursos financieros propios y de la deuda del país, con un pueblo sometido, subsidiado, de poca educación, con pésimos ingresos o desempleado, dividido.

Como dice Fabián Corral, en su artículo: “Valor y Significado de la Democracia”: “Parece que ha llegado el momento de plantear, en serio, cuál es el valor y el significado de la democracia, porque la sociedad de masas y las prácticas del populismo la han desnaturalizado, han cambiado sus objetivos, han transformado a los sistemas de gobierno que se fundamentaron en ella, al punto que, en algunos aspectos, la democracia de hoy resultaría irreconocible para los padres fundadores. Uno de los temas que tiene que ver con la desnaturalización de la democracia es el de la “personalización de la autoridad” en caudillos que, al modo de los reyes absolutos de la Francia del Antiguo Régimen, encarnan nuevamente el poder en sus personas, al punto que podrían decir, sin margen de equivocación, aquello de que “el Estado soy yo”. Paradójicamente, una de las ideas esenciales de las revoluciones de signo liberal y democrático fue trasladar el ejercicio de la autoridad de los individuos que se habían apropiado de ella, a instituciones establecidas en las constituciones, y anclar los gobiernos en la Ley, y no en la pura voluntad de mayorías dominantes o en consignas de hombres fuertes.” [1]_/

La “ciegocracia” palabra que parece estoy inventando, es el gobierno del pueblo por desconocidos, elegidos por un pueblo ciego, para un pueblo digno de mejor suerte. Y no es que los ciudadanos no veamos las papeletas y al acudir a las urnas pongamos en ellas las rayas que transmiten nuestra decisión sobre los candidatos, sino que solo vemos las fotos de los candidatos y no sabemos quiénes son …, pero los elegimos para que nos gobiernen y supuestamente, construyan el futuro de la Patria y de nuestros hijos, nietos, bisnietos y más.

De esa manera, votamos a ciegas y encargamos el futuro de nuestro país, nuestra provincia, nuestro cantón, a ilustres desconocidos o a conocidos que apenas identificamos porque son “talentos” de televisión, del fútbol, del canto, que luego no son capaces de leer un discurso, son alza manos o van a ganar “diezmos” y sueldo seguro.

En los últimos días he asistido a varias reuniones en las cuales hemos conversado sobre las elecciones del 24 de marzo de 2019. La pregunta de cajón fue: ¿Conoces a los candidatos al CPCCS?  Y las respuestas fueron: A ninguno o de vista al hermano del periodista que murió en la frontera, al médico de mi mamá, a la profesora de mi hija. Y la repregunta: ¿Conoces a siete de los candidatos, porque son siete los que tienes que elegir? Y la respuesta fue: A dos o tres, pero de vista, porque no tengo la menor idea de por dónde salieron a la palestra.

Conste que mis interlocutores son personas educadas e informadas, que se interesan por los problemas del país y que leen todos los días la prensa. Y si ellos reaccionan con esas respuestas, ¿cuál es la situación con los millones de electores que tienen poca información?

¿Las normas y el Consejo Nacional Electoral llevaron a millones de ciudadanos a votar a ciegas? ¿Y qué va a pasar después? ¿Tendrán conocimientos, experiencia, capacidad de trabajo conjunto, los siete elegidos del CPCCS y los otros elegidos para otras funciones, o serán borregos de un pastor que ya conocemos o de otro similar?

Mi pregunta es: ¿Cómo puede ser que hayamos llegado a esta situación? ¿Cómo puede ser que el gobierno actual haya evitado desaparecer el CPCCS cuando pudo hacerlo en la Consulta Popular y más bien llevó las cosas a esta situación incomprensible? Me lleno de sospechas …

El 24 de marzo de 2019 fue y será un día histórico para el Ecuador.

Según se dice desde 1830, el pueblo tiene la oportunidad democrática de elegir a sus mandatarios que, desde el día en que asumen sus cargos se espera que busquen sin descanso formas ingeniosas de darles felicidad a todos los ciudadanos del país, la provincia, el cantón o la parroquia, según corresponda. Pero, el pueblo elector hasta hace menos de un siglo lo formaban unos pocos ciudadanos hombres, con plata, con alguna educación, mayores de 18 años, que tenían poca información, conservadores o liberales dispuestos a morir por su partido. La gran mayoría no votaba, no tenía forma de exponer sus ideas, y en alto porcentaje no tenía interés alguno en algo que solo beneficiaba a los patrones y sus familias.

La situación ha cambiado desde entonces. Votan las mujeres, los analfabetos y desde el año 2009, voluntariamente, los chicos de entre 16 y 18 años, militares y policías. Hay formas de que todo el mundo pueda exponer sus ideas en las redes sociales. Pero, siempre hay un pero …

El 24 de marzo se eligió a prefectos, alcaldes, concejales, consejeros, miembros de juntas parroquiales que, una vez alcanzado su objetivo de llegar al puesto, saben que muchas de sus ofertas de campaña eran solo mensajes para atrapar incautos y por tanto no las cumplirán, se informan de que hay poca plata para hacer obras porque sus antecesores se endeudaron y tienen obligaciones pendientes, no tienen conocimientos y experiencia para administrar la cosa pública; o, lo que es peor, llegan con el único propósito de obtener beneficios personales y para el círculo de familiares y amigos que se sacrificaron en la campaña “desinteresadamente”.

También fue convocado el pueblo para elegir a los miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Tres listas para elegir, de entre 43 candidatos, siete consejeros, y entre ellos tres hombres, tres mujeres y un representante de los pueblos y nacionalidades indígenas y de los emigrados.

El Consejo Nacional Electoral cumplió los plazos previstos y los ciudadanos acudimos a las urnas por obligación legal más que por ejercer un derecho, para tomar la decisión respectiva y dar los votos por los futuros mandatarios. El pueblo, asombrado, no sabe de dónde salieron más de 80 mil candidatos de más de un ciento de grupos que se dicen políticos, pero que en su mayoría no tienen ideología, sino microlíderes con ganas de figurar y acomodarse con los eventuales triunfadores en las elecciones presidenciales del 2021.

Lo que pasa en las prefecturas, alcaldías y juntas parroquiales es más o menos conocido. En la gran mayoría de los casos, los resultados del paso por allí de mucha gente han sido total o casi totalmente intrascendentes. La mayoría de las provincias, los cantones y las parroquias siguen con los problemas tradicionales y las rentas anuales propias y las que les asigna el gobierno han servido en su mayor parte para dar trabajo a muchos coidearios o construir obras no muy necesarias, pero de relumbrón.

Recuerdo la visita a una cabecera cantonal, hace varios años, en la cual no había agua potable y la energía eléctrica solo se daba por unas horas en la noche, pero tenía un palacio municipal de 5 o 6 pisos, con un salón de actos para 400 personas muy bien presentado, con butacas muy cómodas, que debe haberse llenado … cuando llevaban gente de otro cantón.

Para evitar que en el futuro se produzcan más votaciones a ciegas o por lo menos los ciudadanos tengamos una mayor posibilidad de escoger bien, propongo varias acciones:

Con los resultados de las elecciones del 24 de marzo, la Asamblea Nacional debería aprobar una ley según la cual solo los 10 o 12 grupos, movimientos, partidos o como se llamen, más votados, tengan derecho a participar en las siguientes elecciones.

Para la subsiguiente oportunidad electoral, solo las 5 o 6 agrupaciones más votadas deberían participar. Con ello, el país se acercará a la visión ideológica y no electorera u oportunista de las elecciones y evitará los cacicazgos y mezclas entre el agua y el aceite para tener poder.

Los candidatos deben declarar su patrimonio y el de sus familiares cercanos en el momento de inscribir sus candidaturas. El pueblo debe conocer esa información y tener derecho a comunicar a las autoridades si ese es el patrimonio real y si fue adquirido honradamente.

Todo funcionario de libre remoción y de elección popular, luego de serlo, junto con sus familiares cercanos, debería cada cinco años declarar su patrimonio y las fuentes de los incrementos, junto con las declaraciones de renta.

Hace tiempo vi en la prensa un detalle de los patrimonios de algunos ilustres ciudadanos cuyas muestras de riqueza eran visibles. Con sueldos altos por muchos años, pobrecitos, no tenían nada o casi nada; los más afortunados poseían apenas una casita pequeña de una planta, obtenida con préstamo del Seguro Social. Mi idea era que todo lo que tenían estaba a nombre de terceros o que, irresponsables, se farreaban el dinero y no tenían para educar a los hijos.

Los candidatos a las más altas dignidades deben ser personas con profesión universitaria. Reconozco que todos los ciudadanos tienen derecho constitucional a elegir y ser elegidos; pero, el mundo es muy complejo y no puede ser que vayan a prever el futuro necesario para las nuevas generaciones, hacer leyes y ordenanzas, decidir sobre millones de dólares o administrarlos, quienes no tienen conocimientos suficientes para aportar con ideas brillantes y visionarias o no saben algo de finanzas públicas y sus exigencias en relación con los proyectos.

Durante unos años fui asesor de un honorable digno de ese calificativo en la Asamblea Nacional y me di cuenta de que, incluso abogados con muchos conocimientos y experiencia y otros profesionales, a la hora de tratar ciertos temas de la actualidad, se veían urgidos por aprender conceptos, normas, procedimientos, para aportar y evitar que las leyes sean papeles poco útiles o requieran reformas al otro día de aprobadas.

A quienes han sido elegidos prefectos, alcaldes, consejeros y concejales, miembros de las juntas parroquiales les deseo éxito en sus funciones. Deben tener en cuenta, todos los días, que tienen una gran responsabilidad con el país y las jurisdicciones en las que han sido elegidos mandatarios. Cumplan su deber y háganlo honradamente. Contrariamente a lo que está en boga, ser honrado no es un mérito, es una obligación moral y debe ser una actitud normal de la gente normal todos los días de su vida.

A quienes han sido elegidos miembros del CPCCS, seguramente con porcentajes muy bajos de votos en relación con el número de votantes, si es que llegan a posesionarse, les pido que hagan una demostración de patriotismo y cierren ese Consejo por unanimidad y por humanidad, porque es una entidad innecesaria en un país democrático, donde la Asamblea Nacional debe tener las facultades de legislar, fiscalizar y nombrar a las principales autoridades de control.

Mal que bien, 137 asambleístas son mucho más representativos de la voluntad popular que 7 consejeros y permiten la práctica de la democracia a la ecuatoriana en mejor forma, aunque a la hora de la verdad, de los 137, por decirlo de alguna manera, queden 37 con capacidad para cumplir con sus funciones con honorabilidad, conocimientos y experiencia y la dignidad necesaria para no alzar la mano en las votaciones porque alguien ordenó que lo hagan.

Guayaquil y Guayas han tenido la fortuna de seguir con una visión de largo plazo y un sistema de trabajo que lleva décadas. Qué suerte de esa ciudad y esa provincia. Quito y Pichincha han votado por seguir dando traspiés cada cuatro años. Ojalá me equivoque y viva para verlo.


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