BOLETÍN 240: EL METRO DE QUITO
(ENTREGA RETRASADA)
Quito
necesita, desde hace muchas décadas, solucionar su grave y creciente problema
del transporte público, con un sistema idóneo, pues la forma en que siempre fue
y ahora es atendida la ciudadanía no es la adecuada para tratar a la gente y
respetarla.
En los
años 60 del siglo pasado, cuando yo cursaba la universidad, muchas veces me
tocaba ir colgado en la puerta del bus para no atrasarme a clases o llegar a mi
trabajo, o tenía que aceptar sin reparos la orden del controlador, de “avance
para atrás porque al fondo hay puesto”, mientras decenas de personas se
agolpaban en el pasillo del bus. En los últimos años rara vez utilizo el transporte
público, pero miro los buses que pasan e igualmente los hallo atiborrados de
gente.
Por
varios años se discutió sobre la mejor manera de cambiar la forma, que no el
sistema, del transporte público. Ya sea por medio de cooperativas, de compañías
o de la acción municipal, se ha pretendido atender las necesidades de
movilización de la gente y siempre se ha ofrecido “desde ahora” prestar el
servicio que merecemos los pasajeros. Hubo largas discusiones entre las
autoridades municipales, los expertos en transporte y urbanismo, la ciudadanía
y los medios de comunicación, con respecto a los problemas de que se preste un
servicio eficiente por la superficie o se construya el Metro en el subsuelo.
En el
año 2009 el Municipio de Quito decidió construir el Metro, pensando que, con
ello, se daría solución definitiva al problema de la transportación urbana,
porque en la idea original se pretendía que el Metro sea la columna vertebral
del sistema de transporte público, a la que se integrarían el Trole y todas las
empresas dedicadas al transporte en buses, de manera que se atendería a un gran
porcentaje de los quiteños, más allá del área de influencia directa del Metro y
sus alrededores. Hay que considerar que ese año era uno de los de las vacas
gordas, en los cuales el Municipio de Quito y el gobierno nacional recibían
crecientes rentas petroleras y había hasta una necesidad política de
congraciarse con los quiteños, con fines proselitistas de quienes eran presidente
de la República y alcalde.
En el
año 2012 se creó la empresa pública destinada a administrar y operar el Metro, Se
pasó por alto, al parecer, sugerencias de que no cabía construir un Metro para
una ciudad con menos de seis millones de habitantes y objeciones muy fundadas
sobre la ruta, el costo, el financiamiento, el monto del subsidio municipal de
la operación, la administración y otros aspectos muy importantes, como la de
que podría convertirse en botín político.
La idea
era que el Metro empiece a operar desde el 2018 y varios de los cálculos se
hicieron sobre esa base. El cálculo principal tenía que ver con las tarifas de
los pasajes, una general y otra preferencial, porque técnicamente se esperaba
que la tarifa promedio, multiplicada por el promedio diario de pasajeros y los
años mínimos de operación, menos los gastos, financie el costo de la
construcción y la operación del sistema.
La obra
es de gran magnitud y es una de las mayores que se han ejecutado en el país. Su
inauguración estaba prevista para hace varios años, pero hace poco se anunció
que empezaría a operar en febrero de 2022, luego de varias postergaciones y con
el peligro de que haya una o más en los meses próximos. Como siempre en la
década 2007 – 2017, se diseñó un proyecto ambicioso, se calculó unos costos, se
ofreció una fecha de inicio del servicio y, como lo puede comprobar cualquier
persona, a los estudios del proyecto les faltaban (ojalá que no por
conveniencia de contratantes deseosos de “comisiones”) obras complementarias. Los
costos se elevaron cada año por el tiempo transcurrido y lo no incluido
originalmente, y se olvidó tomar decisiones fundamentales, como la de escoger
lo más conveniente entre la concesión a un operador, la contratación de una
empresa experta para que preste asistencia temporal o el manejo directo por la
empresa pública del Metro.
Lógicamente,
en primera instancia hubo que buscar el financiamiento, porque los recursos del
Municipio no eran suficientes para estudiar y ejecutar el proyecto y, sobre
todo, mantenerlo. Una parte del global se financia con recursos aportados por
quienes vivimos en Quito, otra parte con una asignación del Estado, una tercera
fuente son créditos del exterior y la cuarta parte provendrá del pago de los
boletos por quienes utilicen el servicio.
Lo
primero se dio y se dará anualmente sobre la base de las asignaciones
presupuestarias del Consejo Metropolitano, lo segundo será fruto de dos o más generosas
decisiones presidenciales en tiempos de crisis y déficit fiscal crónico; lo
tercero se consiguió con los organismos multilaterales; lo último será el cobro
de los pasajes. Obviamente, habrá que pagar a los multilaterales en los plazos
definidos o diferir el pago si es necesario; pero, lo más preocupante es que
los cálculos del número de usuarios diarios y de las tarifas son muy bajos
frente a lo que se necesita.
En
efecto, la gerente del Metro, en una entrevista del diario El Comercio del 10
de abril del 2021, dice que, en parte por la pandemia, para el primer año la
demanda posiblemente será de solo 190 mil pasajeros diarios y que en el tercer
año se llegará a 350 mil, cuando según la proyección inicial se calculó una
demanda permanente de 450 mil pasajeros día. Por otra parte, la tarifa fijada
será de 45 centavos de dólar, lo que quiere decir que el subsidio municipal
necesariamente será muy alto, sobre todo en los primeros años, y se llevará un
elevado porcentaje de las ahora reducidas rentas municipales.
También
dice la gerente, en esa entrevista, que lo más importante del funcionamiento
del Metro es la “rentabilidad social” y que eso solo se podrá cuantificar
cuando el sistema esté en funcionamiento. “Ahí sabremos cuál es el ahorro de
tiempo de los usuarios y cómo ese ahorro de tiempo se traduce en productividad
y economía.”
La construcción
del túnel significó un reto en materia de ingeniería, porque supuso la construcción
de un túnel en el subsuelo de Quito, que cruza la ciudad por varios kilómetros,
tomando en cuenta que atraviesa por lugares en donde existen quebradas o se las
rellenaron con basura y materiales frágiles, existía la posibilidad de
encontrar sitios en los cuales podía haber restos arqueológicos importantes y
había la duda sobre si se iba a afectar en la superficie a edificios y casas de
cimientos antiguos o débiles, especialmente en el centro de la ciudad, donde
está un importante Patrimonio de la Humanidad
Otra
parte importante fue la contratación e importación de las maquinarias y vagones
necesarios para que funcione el sistema, considerando el flujo de los usuarios,
los tiempos de recorrido, la velocidad máxima posible, la distancia entre
estaciones y otros factores.
Una
tercera parte fue la adquisición e instalación de los rieles, la iluminación,
la construcción de las estaciones, los accesos a ellas y los servicios
necesarios para la venta de boletos, el control de los ingresos y salidas, el
mantenimiento óptimo del sistema, etc., etc.
También
había que capacitar al personal administrativo y al operativo de las unidades y
a quienes se encargarían del mantenimiento mecánico de las máquinas y los
vagones, y de la estabilidad de los rieles, la prevención de incendios u otros
problemas, la seguridad de los equipos de control y de las personas de la
empresa y de la ciudadanía.
A la
fecha, muchas voces continúan criticando la obra por diversas razones, siendo
las principales: el relativamente corto recorrido en la extensa superficie de
la ciudad, el costo posible de los pasajes y el consiguiente elevado subsidio
municipal, el bajo porcentaje de cobertura de los traslados ciudadanos diarios
en toda la ciudad, el trazo inadecuado del túnel con curvas innecesarias, la
corta distancia entre las estaciones. Una de esas voces fue la del anterior
directorio del Colegio de Economistas de Pichincha, que expuso en diferentes
oportunidades y lugares su posición al respecto.
El 26
de abril de 2021, la Empresa Pública Metropolitana Metro de Quito publica en el
diario El Comercio un remitido dirigido a la opinión pública. En él básicamente
dice que el 2 de marzo de 2021 el Directorio de la empresa aprobó el modelo de
operación, “utilizado en alrededor del 89% de metros en el mundo”, que la obra
civil ha alcanzado un porcentaje del 99% y que se está realizando una serie de
acciones previas a prestar el servicio público.
El
Metro no debió haberse construido por varias razones, las cuales paso a
explicar.
Su
longitud es relativamente pequeña y atiende una sola ruta, por tanto los costos
fijos y de operación resultan muy altos por kilómetro, tanto en lo que se
refiere a las unidades que funcionarán por él, cuanto porque el número de usuarios
y pasajes será relativamente bajo.
El
funcionamiento del Metro será un dolor de cabeza para el Municipio y para
muchos propietarios de edificaciones de la ruta. He visitado varias ciudades en
el mundo donde operan los metros y la trepidación que genera el funcionamiento
de las máquinas es fuerte; además, es continua por días, meses y años, al punto
que en algunos lugares se siente al paso de los vehículos un temblor sensible
en superficie que puede ser de 3 o 4 grados, con resultados degenerativos en
los lugares por donde pasan, que es necesario controlar. Si eso se produce en esta ciudad, en poco
tiempo habrá un grave problema por la cantidad de edificios y casas que
resultarán afectados. Seguramente la empresa del Metro contratará o ya tendrá
un seguro para atender las demandas, pero estas pueden ser muchas y muy altas e
incluso el perjuicio puede ser invalorable, por ejemplo en los monumentos
históricos, arquitectónicos y de otra índole de la ciudad.
La
operación del Metro significará un torrente de caudal creciente en lo que se
refiere al subsidio que necesita del Municipio. Sin pandemia ya se calculaba
que el monto del subsidio llegaría a muchos millones de dólares y ahora, con la
pandemia presente por mucho tiempo, subirá fuertemente, porque los usuarios
calculados al inicio del proyecto se reducirán mucho, como ya se mencionó.
La
administración del Metro, en la parte de construcción, ya ha sido un problema,
porque los alcaldes han sido sujetos de acusaciones respecto a mal manejo de la
obra, incluso con incorporación de obras complementarias “olvidadas” que
debieron considerarse desde el inicio del proyecto, eventuales sobreprecios y
otras acciones que se califica de arbitrarias o ilegales. Si la operación es
realizada de manera equívoca por inexperiencia de los funcionarios, los costos
de mantenimiento subirán exponencialmente.
El mal
llamado “modelo” de administración para la operación es otro problema. La
gerente actual dice que el modelo de gestión del Metro estuvo definido desde el
año 2012. Pero, de las alternativas, la que debió aprobarse y utilizarse desde
el principio es la de contratación de una empresa experta y exitosa en el
manejo de uno de los metros del Mundo y no la de la administración directa por
el Municipio a través de la empresa pública. Un solo argumento sostiene muy
bien el planteamiento y es el de que en este país muchos de los más importantes
servicios públicos se transforman rápidamente en botín político y burocrático, no
son manejados con bases técnicas y hasta sirven para acciones delincuenciales.
Petroecuador, el IESS, el ISSPOL y otros son muestra de que así es,
lamentablemente.
Se debe
tener en cuenta que no es solo poner en marcha los vehículos y cubrir la ruta
diariamente sin mayores complicaciones. Un Metro es todo un sistema de
transporte en el que tienen que mantenerse todos los días en perfecto
funcionamiento los servicios básicos, las máquinas, los vagones, las rieles,
las estaciones, los medios de cobro de los pasajes, los sistemas de aireación,
los accesos, los controles de seguridad de la infraestructura, la sanidad de
los lugares de permanencia de los usuarios.
Martín Pallares, en una publicación de “4
Pelagatos” del 24 de abril de 2021 dice: “Un informe mensual hecho por la Veeduría
Ciudadana, avalada por Consejo de Participación Ciudadana y Control Social,
CPCCS, confirma algunos de los pronósticos catastróficos que algunos técnicos
hacían al proyecto. Y agrega otros más preocupantes: las cifras no cuadran, hay
incrementos inexplicables de costos, hay señales de colapso financiero y el
modelo de gestión se hizo por cálculos políticos y no por consideraciones
técnicas. Estas son algunas de las observaciones del observatorio cuyo
coordinador es David Dávalos y su subcoordinador es Guido Páez. Ya subió 40 millones de dólares: todo
indica que la Gerencia del Metro Quito maneja a la ligera y sin ninguna
rigurosidad el tema de los costos de la preoperación y operación del sistema.
Un ejemplo de esto es que en un directorio del Metro, a inicios de marzo cuando
se adoptó el modelo de gestión de «operación propia con asistencia técnica
internacional»: se dijo que el costo total de operación por los tres años y
medio era de 158 millones de dólares. En la última sesión del Concejo, del 20
de abril, se estableció que ese costo será de 202 millones de dólares. Es decir
que en muy poco tiempo y sin ninguna explicación el costo de operación aumentó
en 40 millones.
La
obra está hecha y habría que ponerla a funcionar, pues no cabe que se
desperdicie un medio de transporte que ha costado mucho más de dos mil millones
de dólares y que se repita en un túnel lo sucedido con la famosa refinería del
Pacífico. Pero, está claro que habrá muchos menos de los pasajeros proyectados,
especialmente hasta el 2025; que por tanto los ingresos totales por pasajeros
serán muy bajos; que asignar la administración a ejecutivos y operativos sin
experiencia, eventualmente nombrados a dedo y no por sus capacidades, aportará
a que el sistema funcione mal; y, que, para un mal mayor, el paso constante del
Metro por debajo de muchas edificaciones, haciéndolas temblar, terminará por
socavar sus cimientos o afectar sus estructuras.
El Municipio de Quito tiene la enorme responsabilidad de poner en marcha el Metro, asegurándose de que todo lo previo al inicio de su operación cumplirá las expectativas ciudadanas y de que la administración será honrada, técnica, austera y exitosa.
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