Un diccionario es un repertorio de palabras o
expresiones lingüísticas organizadas alfabéticamente en un texto impreso o
digital, a fin de dar a conocer su significado.
La palabra diccionario proviene del latín dictionarium.
El término latino se forma con la palabra dictum, que significa ‘decir’
o ‘indicar’, el sufijo -io, que significa ‘acción y efecto’ y el sufijo
-arium que indica relación o pertenencia.
En su acepción básica, el diccionario es un texto que
registra todo el repertorio de palabras de un idioma, con el propósito de
definirlas, dar a conocer los términos equivalentes y explicar su uso y
función.
Además de dar a conocer el sentido de las palabras, los
diccionarios son buenas fuentes para aprender el modo correcto de escribirlas.
Por norma general, los diccionarios se organizan
alfabéticamente, y pueden abarcar tantos asuntos como materias haya: idiomas,
historia, artes, literatura, filosofía, ciencia, religión, ciencias sociales,
etc. De allí se desprenden diferentes tipos de diccionarios.
Por su naturaleza, los diccionarios no tienen un único
autor, sino que resultan del trabajo colaborativo entre diversos profesionales
abocados a su desarrollo. [1]_/
Una clase de
diccionario es aquella en la que se recoge, alfabéticamente, el mayor número
posible de palabras de un idioma. ¿Por qué no la totalidad? Porque los idiomas
tienen vida y en ellos hay un constante movimiento de palabras y formas de
decir cosas, que mueren o que nacen para beneficio de quienes los practican.
Otra clase
es la de los diccionarios bilingües o multilingües en los que las palabras de
un idioma son traducidas a otro u otros idiomas, para facilitar la vida de los diplomáticos,
los turistas y los migrantes, que sobre todo ahora suman miles de millones, que
viajan de países de un idioma hacia países de otro idioma.
Una tercera
clase es la de los diccionarios de lenguas muertas o en proceso de llegar a su
final, que se logra elaborar luego de arduo trabajo, porque en ciertos casos,
como el del antiguo Egipto, hay que traducir símbolos a palabras o frases
entendibles.
Recuerdo
además otra clase de diccionario, producido por el señor Hernán Rodríguez
Castelo hace muchos años y presentado en Lima, en la Junta del Acuerdo de
Cartagena, en el que había recogido palabras fuertes o de doble sentido de los
países andinos, que dio lugar a que, las damas presentes en el evento, salgan
diciendo al final de la reunión “carajazos” y otras perlas aprendidas en la
“instructiva” exposición del autor.
La vida y
desarrollo de los diccionarios es especialmente cierta en los tiempos actuales,
en los cuales la tecnología lleva una gran cantidad de términos del inglés al
uso diario de los parlantes de otros idiomas, y de que las migraciones en todas
partes del mundo contribuyen a crear nuevas palabras o a darles nuevos
significados a ciertos términos.
En el caso
del idioma español, la Real Academia Española de la Lengua (RAE) adelanta en
forma permanente una recopilación y estudio de palabras utilizadas en los
países de habla hispana, para incorporarlas a su diccionario luego de un severo
análisis. Los americanismos y los ecuatorianismos están a la orden del día,
porque la gente de nuestros países es prolífica en inventar términos o frases
que en poco tiempo se vuelen de uso común.
Dice
la RAE: “Como consecuencia del constante proceso de revisión, se producen
siempre en la macroestructura del Diccionario un número variable de entradas y
de salidas, que suele arrojar en conjunto un saldo favorable a las primeras.
También ocurre así en esta 23.ª edición, que frente a las 88 431 de la anterior
ofrece ahora 93 111 entradas, con un total de 195 439 acepciones. Se
han introducido cerca de 140 000 enmiendas que afectan a unos 49 000
artículos.” [2]_/
Ahora bien,
los diccionarios especializados no se refieren solamente a palabras, sino a
conjuntos de ellas que tienen un solo significado.
Como muchos
de mis lectores conocen, el actual es mi cuarto diccionario de Economía. Su
boletín 32, disponible en esta misma fecha, significa que están a disposición
del público 1.920 conceptos de la más variada índole, de la letra A hasta la C.
Mi meta está en la letra Z, con alrededor de 10 mil conceptos, a razón de 60
por entrega quincenal, en 2025 más o menos.
Como lo
exige la técnica, este documento recoge no solo palabras sueltas con
significado económico, sino conjuntos de palabras que son útiles a quienes
trabajan en esta actividad o que tienen relación con ella. Y esos conjuntos de
palabras se refieren a nombres de entidades, normas, teorías, conceptos. Para
citar unos pocos ejemplos: Ministerio de la Producción, Código Orgánico
Monetario y Financiero, Teoría económica de Adam Smith, Producto Interno Bruto.
En
consecuencia, elaborar el diccionario exige tener un conocimiento importante y
actualizado de lo mencionado y otros aspectos, para que quienes lo utilicen
cuenten con información precisa y actual referida a cada término. En los futuros
boletines constarán, por ejemplo, términos que se han vuelto importantes en los
últimos años, como analfabetismo tecnológico, derecho a la resistencia, economía
circular, cluster, economía naranja, economía popular y solidaria, emprendimiento,
guerra comercial, resiliencia, tecnología 5 G, redes sociales, ZEDE.
Para que los
lectores amplíen su conocimiento sobre la mayoría de los términos, se incorpora
junto a ellos la fuente de donde provienen. Eso multiplicará el conocimiento y
abrirá otras posibilidades de consulta, que es lo que interesa al autor del
diccionario y al lector.
Mi primer
diccionario elaboré en el año 2002 y tuvo 1560 palabras. Los siguientes fueron
creciendo con el tiempo y el actual, cuando esté terminado, si Dios da vida y
salud, tendrá alrededor de 10 mil términos, tomando en cuenta que voy en la
letra C, en el conjunto de palabras que empiezan con ce y en diciembre habré
superado las dos mil palabras.
La
elaboración no es fácil, porque requiere atención constante y señalamiento de
lo que interesa, en cada lectura de algún documento físico o de Internet, libro,
periódico, publicación oficial o privada que cae en mis manos.
De la
primera versión hice 3.000 ejemplares, en 3 ediciones de mil, y me quedan
algunos; pero, el objetivo se cumplió y la entidad estatal encargada de la
política relativa a la Consultoría, me contrató para elaborar un Glosario con
cientos de términos relativos a esa actividad, que se publicó en el año 2002.
Transcurridos
varios años, elaboré una actualización, con más de 2.500 términos publicados en
CD, en la que sobresalió la incorporación de palabras relativas a entidades y
leyes de Colombia y el Perú, interesante sobre todo porque daba a conocer que,
mientras en el Ecuador las leyes cambian a cada rato y muchas entidades duran
poco tiempo, en esos países las entidades se mantienen por décadas y las leyes
también.
El texto de
ese Diccionario lo consideré valioso y le propuse a una universidad de la cual
prefiero no decir el nombre, que lo publique por su cuenta, reconociendo mi
autoría y eventualmente una parte de los posibles ingresos generados por la
edición.
Al Rector le
gustó la idea y como ya es usual en estos casos, me dijo que sometería el
diccionario a juicio de un tribunal académico que aprobaría o no su impresión.
Mi sorpresa
fue que no se autorizó la publicación, porque en el criterio del tribunal el
documento no era de mi autoría. Cuando me comunicó el particular el presidente
de ese tribunal, agradecí la “sabia” decisión que, desde mi punto de vista, no
tenía pies ni cabeza, por las razones que menciono a continuación.
Es obvio para
cualquier persona, no se diga para académicos dignos del nombre, que un
diccionario no puede ser obra escrita por una persona. Es como exigirle al
arquitecto que hace una casa, que también sea el hacedor de los ladrillos, la
grifería, las puertas y la pintura.
Un desglose
del contenido del diccionario especializado informa lo siguiente:
Las palabras
de uso más o menos general surgen, en el caso del idioma español, del
diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Entre ellas están, por
ejemplo, activo, arroba, banano, barril, camarón, demanda, Estado, fuerza,
gramo, hilado, industria, juicio, kilogramo, litro, madera, metro, oferta,
país, pesca, plan, precio, quintal, sociedad, tratado, unión, zona.
Los
conceptos especializados que constan en la Constitución surgen del consenso
mayoritario de quienes forman la Asamblea Constituyente. Por ejemplo, los que
tienen relación con la administración pública, la ciudadanía, los derechos, las
funciones del Estado, las garantías personales, las instituciones, la movilidad
humana, las obligaciones, las sanciones.
Los títulos
de las leyes, los códigos, los decretos, las resoluciones, los glosarios y
muchos de los conceptos incluidos en ellos, resultan de la decisión mayoritaria
de los asambleístas en el caso del Ecuador, de los congresistas en otras partes
del mundo, o de directorios estatales.
Los nombres
y las funciones de las entidades estatales que aparecen en el documento resultan
de decretos ejecutivos, de la decisión de sus miembros si son entidades
privadas o del acuerdo de pocos o muchos gobiernos o directorios en el caso de
los organismos internacionales.
La
Clasificación Industrial Internacional Uniforme (CIIU), por ejemplo, trae una
inmensa cantidad de palabras y frases con las cuales se codifica toda actividad
productiva mundial como si fuese una industria.
El Sistema
Armonizado de Designación y Codificación de las Mercaderías de la Organización
Mundial de Aduanas trae otra enorme cantidad de términos, para que se pueda identificar
fácilmente los bienes que se transan en el mercado internacional.
Las Normas
Internacionales de Información Financiera (NIIF) aportan igualmente con una
gran cantidad de conceptos relativos al sector financiero.
Hay códigos
de uso diario en el mundo para el transporte de mercaderías por mar y por aire
especialmente; así como normas fito, ictio y zoosanitarias y sanitarias.
Existen
también los Incoterms, para determinar hasta qué punto llega la responsabilidad
del exportador y dónde empieza la del importador con relación a las mercaderías
sujetas a comercio internacional.
Los cientos
de tratados internacionales de diverso tipo inventan conceptos contenidos en
una sola palabra o en algunas, para sus propios propósitos, y engrosan el
caudal de siglas que solo reconocen los entendidos: BID, BM, BIRF, CEPAL, CONVEMAR,
FAO, OMA, ONUDI, WTO.
De allí
resulta que el argumento del famoso tribunal universitario era y es risible,
por decir lo menos.
De lo
sucedido en octubre en el Ecuador, por ejemplo, adquieren o aumentan su
importancia, en orden alfabético, conceptos como: abuso, autoridad, Carita de
Dios, Centro Histórico, CIDH, complot, CONAIE, correísmo, destructores, Estado
obeso, FMI, focalización, fondomonetaristas, FUT, golpistas, indígenas, infiltrados,
inocentes, medidas, morenismo, muerte cruzada, neoliberales, ONU, patrimonio de
la Humanidad, prófugos, redes sociales, refugiados, subsidios, terrorismo, traidores,
vagos, vándalos.
Dios quiera
que en el futuro en el Ecuador los términos que adquieran importancia nacional
y la mantengan de manera permanente sean los siguientes: amistad, autoridad,
crecimiento, democracia, Derecho, desarrollo económico, empleo, equidad, Estado,
estadista, institucionalidad, inversión, justicia, libertad, paz, respeto,
superávit, visión de largo plazo.
NOTA: Los 10 mil conceptos que posiblemente
contendrá este Diccionario aspiro a publicarlos mensual o bimensualmente en 20
fascículos que podrían tener en cada caso 500 términos, a partir de abril de
2020. Como es obvio, para lograr ese propósito necesito la colaboración
individual o el auspicio publicitario de quienes consideren que vale la pena
difundir el documento, de distribución gratuita a centros de estudios, cámaras
y otras organizaciones.
Por el
momento solo informo de este deseo. En un próximo número daré detalles sobre la
parte financiera. En todo caso, me agradaría tener sus comentarios al respecto.
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